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Blanca empezó a hacer “trekking” con su ex novio donde encontró la muerte

Ernesto Montes García es un experimentado alpinista que se mueve como pez en el agua en las montañas. Conoce como nadie la zona dónde ha muerto Blanca, montañas que fueron el refugio de su amor y que hoy se ha convertido en la última morada de la célebre deportista.

Ernesto Montes, última pareja de Blanca Fernández Ochoa, en una reciente acampada. larazon

Blanca Fernández Ochoa nunca tuvo demasiada suerte en el amor; aún así amó profundamente a tres hombres, tres deportistas, que como ella compartían su pasión por el deporte.

Blanca Fernández Ochoa nunca tuvo demasiada suerte en el amor; aún así amó profundamente a tres hombres, tres deportistas que, como ella, compartían su pasión por el deporte, la aventura, la vida al aire libre... y el riesgo. Amores al filo de lo imposible, en las que la adrenalina formaba parte de su rutina y su forma de entender la vida.

Tras dos matrimonios frustrados y un divorcio tormentoso del padre de sus hijos, Blanca Fernández Ochoa ya había perdido la esperanza en encontrar de nuevo el amor, cuando en 2014 conoció a otro deportista: Ernesto Montes. Jugador profesional de golf y actualmente gerente del ESR Club de Golf, un club situado en El Espinar, en plena sierra de Guadarrama, parecía reunir todo lo necesario para convertirse en el hombre de su vida. Ernesto y Blanca se conocieron por mediación de una de las hermanas de la deportista, ya que ambos pertenecen al mismo grupo de amigos.

Con él aprendió a jugar al golf, un deporte que le enganchó y que llegó a reconocer que le gustaba más que esquiar. Aunque Ernesto vive en San Lorenzo de El Escorial y trabajaba entonces en el Club de Golf de La Moraleja, la pareja encontró la manera perfecta de mantener su amor vivo. Entre semana solían verse en la casa de Blanca en Las Rozas, a medio camino entre su trabajo y su domicilio, mientras que los fines de semana que podían se veían en la sierra, muy cerca de Cercedilla, el lugar dónde pasó parte de su infancia la mejor esquiadora española de todos los tiempos.

Durante los últimos cinco años, era habitual verlos en Cercedilla o en San Lorenzo de El Escorial, donde Ernesto aún reside, en compañía de familiares y amigos de Blanca de toda la vida. Cuando se conocieron, la prioridad de Blanca era el cuidado de sus hijos Olivia y David que eran aún menores de edad. El escaso tiempo libre del que disponía, lo pasaba con Ernesto, disfrutando de una vida sana, dedicada al deporte y a su vida familiar. Además del golf, la pareja compartía otra afición: su amor por la montaña y la vida al aire libre.

Blanca y Ernesto solían ir de acampada a la Sierra o a practicar senderismo y trekking. Aquellas montañas por las que se deslizaba esquiando junto a sus hermanos se convirtieron de nuevo en el centro de su existencia y volvió a recorrer sus escarpadas sendas junto a su nuevo amor.

Ernesto, un experimentado montañero, le fue enseñando que también era posible disfrutar de la nieve y la montaña sin llevar los esquís a cuestas. En contacto con la naturaleza, lejos del ruido y la ciudad se aislaban del mundo. Un paraje idílico, a veces en condiciones climáticas extremas, cuando la nieve cubría las cumbres más altas del Parque Nacional de Guadarrama, dónde vivir un amor pleno y maduro. Una afición que pese a la ruptura de la pareja, Blanca seguía practicando en solitario y que le llevó a adentrase en las montañas que hoy se han convertido en su última morada.

Con Ernesto, Blanca empezó a hacer “trekking” en las mismas cumbres en las que hoy se ha certificado su muerte. Durante el tiempo que ha durado su relación, inculcó el amor sin esquís a las montañas a su novia. Esta es la razón por la cual Blanca acudía casi a diario a hacer “trekking” por los alrededores de la sierra de Madrid. Tal y como ha confirmado su familia, Blanca solía irse al monte a desconectar, con la única compañía de un saco de dormir y algunos víveres. Aunque está desaconsejado adentrarse en solitario en zonas de montaña de difícil acceso y no balizadas, Blanca confiaba en su fortaleza física y su conocimiento de la zona para hacer estas escapadas en solitario que solían durar varias jornadas. Pero esta vez, su exceso de confianza y su amor por la montaña le han jugado una mala pasada.

Ernesto, se encuentra desoladotras conocer el trágico final de la última escapada al monte de Blanca. Incapaz de pronunciar palabra tras ser informado de la desgracia, Ernesto se refugia en sus amigos y la familia Fernández Ochoa para llorar en soledad la pérdida de la que fue su última pareja.