Rey Emérito
Don Juan Carlos, primer cumpleaños lejos y sin la Infanta Pilar
El día 5, el Rey Juan Carlos cumple 83 años. Tres días después, se celebrará el primer aniversario de la muerte de su hermana mayor
En el breve espacio de tres días, la familia Borbón celebrará dos eventos opuestos y separados por 7.500 kilómetros. El próximo martes, el Rey Juan Carlossoplará, se supone que en Abu Dhabi con los amigos y familiares que le acompañen, las velas por su 83 cumpleaños, y tres días más tarde, el 8 de enero, se ofrecerán varias misas en recuerdo de la hermana mayor del Rey Emérito, la Infanta Pilar. Se cumple un año de la muerte de la duquesa de Badajoz, la mujer que unía a la familia Borbón.
La última ópera que escuchó la Infanta antes de fallecer el año pasado fue «El elixir de amor»: «Me gustó más la segunda parte», me comentaba días después del estreno. Era esa furtiva lágrima la que a ella se le escapaba al saber que le quedaba poco tiempo de vida y aún quería ver crecer a sus nietos. Con uno de ellos estuvo disfrutando de su última ópera y en el intermedio, le ofreció un bocadillo de jamón serrano que le había hecho, las típicas cosas de las abuelas, para que no pasara hambre y que a los nietos les da vergüenza. El nieto rechazó el bocadillo: «Debe de ser el único español al que no le gusta el buen jamón», fue la explicación que la Infanta se dio a sí misma.
Ella nunca quiso escribir un libro, que ahora sería un documento impagable de la intrahistoria de España. A fe que yo lo intenté durante años, quise escribirlo con su ayuda, pero no hubo manera. La Infanta se negaba «porque he conocido a demasiada gente que ha hecho daño a mi familia, el nombrarlos en un libro haría daño a sus hijos y a sus nietos, que no tienen culpa, y eso no sería correcto. Gracias a Dios, he vivido bien. He tenido una vida maravillosa, unos padres que no se puede decir más de ellos y que nos han educado para la vida, que es lo que más les agradezco, y no debo escribir ese libro. Mi padre también era de esa teoría: ’'No, Pilar, tendríamos que hablar de gente y sus hijos o nietos pueden sufrir’'», decía Doña Pilar.
Su casa antes que Abu Dhabi
Y a no ser que ahora los hijos, cuando terminen de vaciar la casa familiar de Puerta de Hierro en las afueras de Madrid –lleva un año cerrada–, encuentren algún diario o similar que recoja sus 83 años de vida, la tía de Felipe VI se ha llevado a la tumba parte de las cuitas que han hecho daño a su familia. Hay otras que permanecen en activo y posiblemente la Infanta Pilar habría tomado cartas en el asunto, como la de ofrecer su casa a su hermano «Juanito» como domicilio, todo antes que exiliarse en Emiratos Árabes Unidos. Los hermanos Borbón, Pilar, Juan Carlos y Margarita, nacieron en el exilio. Pilar, en Cannes y Juan Carlos y Margarita, en Roma. En Italia vivían en un primer piso que les habían prestado y no era muy grande; las cosas mejoraron cuando se trasladaron a Estoril, Portugal. Allí ya vivían en un chalé con jardín. Hay quien excusa el comportamiento poco ejemplar del Rey Juan Carlos a esas vivencias juveniles, errantes y a expensas de un grupo de monárquicos españoles que cubrían parte de los gastos de la familia en el exilio. Es como el grito de Escarlata O’hara: «A Dios pongo por testigo que ni mi familia ni yo volveremos a pasar hambre».
En una de las últimas conversaciones con la Infanta Pilar, le pregunté por dos cuestiones que ahora cobran otro sentido:
–¿Existe algo que le hubiera gustado cambiar, algo de lo que se arrepienta?
–Si a alguien le he hecho daño, sí me arrepiento. Espero no habérselo hecho a nadie, pero no cambiaría nada de mi vida.
–Usted, que nunca ha tenido pelos en la lengua, apelando a esa franqueza, ¿me puede decir algo de lo que esté harta?
–De que los políticos no se pongan de acuerdo. Estoy hasta el gorro. No piensan nada más que en su ombligo y no en España. Al Rey Felipe le ha tocado bailar con la más fea. Mi hermano tenía un golpe de cintura que su hijo no tiene, pero cada uno va buscando su hueco hasta que al fin lo encuentra.
Y en esa búsqueda se encuentra una familia desestructurada, que se ha quedado sin la figura que la juntaba. En fechas como estas, sin duda, echan de menos el pegamento conciliador que aplicaba la Infanta Pilar. Las reuniones eran en su casa porque ella aportaba la mayor «parte de la tropa». Lo hacía con gusto y disfrutaba, para eso tenía un horno inmenso, en el que preparar asados para decenas de comensales. Ella me contaba que, por ejemplo, en Nochebuena se reunían todos en una salita para ver el discurso del Rey: «Nos sentamos como podemos, en el suelo o en los reposabrazos y como le teníamos delante, le íbamos comentando uno a uno al Rey Juan Carlos lo que nos parecía su discurso de Navidad».
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