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El mundo irreal de Esther Doña llega a su fin
"Su idea era convertirse en la versión joven de Isabel Preysler pero no lo consiguió porque Preysler solo hay una. Y de haber heredera es Tamara”, aseguran
Esther Doña sigue recluida en El Rincón, el palacio en Aldea del Fresno que su marido Carlos Falcó convirtió en su alojamiento habitual. Por el momento no hay cambios en su vida hasta que pueda realizar la mudanza. Tiene varias alternativas. Una, instalarse en el piso de alquiler en el barrio de Chamberí que pagaba su marido. Si no hubiera sido por la pandemia del coronavirus esta casa habría sido su residencia de lunes a viernes y fines de semana en el campo. Las otras opciones pasan por volver a sus orígenes y reunirse con su familia malagueña o esperar a que dos de sus inquilinos de Majadahonda abandonen las viviendas. Estos dos pisos forman parte de su patrimonio personal que ya tenía antes de casarse con el marqués.
La posibilidad de regresar a la ciudad que la vio nacer y donde conoció a Falcó es la menos viable y así lo confirman varias de las amistades de Griñón que, aunque le abrieron las puertas, no llegaron a congeniar con ella. “Esther ha vivido un mundo irreal que ya ha terminado salvo que se vuelva a casar con un personaje de interés mediático. Se acostumbró a los viajes en primera clase, a los buenos restaurantes, a acudir a fiestas privadas a las que nunca la habrían invitado y a recibir ofertas para ser imagen de algunas marcas. Su idea era convertirse en la versión joven de Isabel Preysler pero no lo consiguió porque Preysler solo hay una. Y de haber heredera es Tamara”, aseguran.
Volver a empezar es complicado para todo el mundo y mucho más en el ambiente donde se movía por ser la mujer del aristócrata, un hombre querido y respetado. Hubo un antes y un después tras el escándalo que supuso los supuestos malos tratos y que hizo intervenir a la policía mientras la pareja se encontraba en el hotel Eurobuilding. Se descubrió entonces que la relación no era tan idílica, que había encontronazos a menudo y que incluso los hijos pequeños Duarte y Aldara habían sido testigos de ellos. Por encima de todo, para los cinco hermanos estaba la aparente felicidad de su padre.
La propia Tamara, cuando le peguntaban cómo era su relación con Esther echaba balones fuera: “Nos tratamos poco. Con quien me veo y comemos si podemos una vez a la semana es con papi”. Prefería no entrar en polémicas y a lo más que llegó fue a decir: “Hemos dado muchas oportunidades”. Ese plural abarcaba también a sus cuatro hermanos –Manolo, Xandra, Duarte y Aldara– que, como la ganadora de ‘Mastechef Celebrity’ nunca han querido perjudicar la relación de su padre pero tampoco aceptar determinados desplantes.
Poca sinergia
Antes de la boda del marqués con Esther, Duarte vivía también en El Rincón y abandonó el lugar por la poca sinergia con su madrastra. Aldara, que estudiaba Matemáticas en la universidad de Viena, se instalaba también en la casa palacio de Aldea del Fresno. Allí tenía su habitación. En uno de los viajes a España se encontró con la sorpresa de que su cuarto estaba invadido por un familiar de Doña y sus cosas guardadas en cajas.
Mantuvo una discusión con ella por lo que había hecho con sus pertenencias y nunca más volvió a la finca. Carlos Falcó vivía entre dos aguas. Por un lado, había apostado por la malagueña en contra de la opinión de sus amistades. A los 80 años decía que no podía perder el último tren amoroso de su vida que era Esther. Y, por otra parte, estaba la nula relación de los hijos con su madrastra. La mujer siempre se quejó de que su marido no le daba el sitio que le correspondía.
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