Memoria Histórica
Restos de combatientes italianos en la Pirámide del Puerto del Escudo
Un joven encontró y enterró en 2016 huesos de soldados de Mussolini tras contactar con un vicecónsul transalpino y ofrecerse a llevarlos al mausoleo de Zaragoza
Después de Abisinia, el «Segundo Imperio Romano» de Benito Mussolini actuó en España como aliado de Franco durante la Guerra Civil. Envalentonados tras la toma de Málaga, en marzo de 1937 miles de combatientes enviados por el Duce sufren una sonora derrota en Guadalajara. Las maltrechas tropas del Corpo di Truppe Volontarie (CTV) pasan tres meses en los alrededores de Santander recuperando fuerzas, hasta entrar de nuevo en lucha. En torno al Puerto del Escudo sufren 384 bajas del total de 2.000 en los combates que acaban con la toma de la capital cántabra por el CTV. Esta sangría entre sus aliados italianos mueve a Franco a dedicarles un mausoleo que levanta dos años después entre los actuales límites entre las comunidades de Cantabria y Castilla y León, una pirámide que evoca las reminiscencias de la Roma clásica tan del gusto de Mussolini, en este caso la pirámide de Cayo Cestio, al sur de la Ciudad Eterna.
Señalado en rojo por la Ley de Memoria Democrática, su pervivencia ha sido reclamada la semana pasada en Italia, donde Roberto Menia, senador de Fratelli d’Italia, interrogó a los ministros de Cultura y Defensa para saber qué pretende hacer el Gobierno para salvaguardar el mausoleo. Según Menia, ante la cruzada de Compromís para que sea demolido y «aunque ya no albergue restos de italianos, representa un monumento de testimonio funerario y de piedad, que merece el respeto humano sin importar las connotaciones políticas o nacionales de los caídos a quienes fue dedicado».
Pero en su interior quedaron restos que todo apunta pertenecen a los hombres del CTV. Hace una semana, miembros de la Asociación por la Reconciliación y Verdad Histórica visitaron el túmulo en compañía de un lugareño que estuvo presente en las exhumaciones de 1975. El grupo bajó a la cripta donde se enterró a doce oficiales. «Entre el montón de escombro, alguien metió una mano y sacó una estrella de capitán», y después «siete u ocho trozos de pequeños huesos, además de una lápida de las del piso superior» [que cubrían los 372 columbarios], cuenta Javier Campal, presidente de la asociación, defensor de la declaración BIC del enclave, y que no sale de su asombro ante el deterioro y estado del recinto, anegado de desechos y suciedad: «Es una vergüenza».
En mayo de 1971, tras un accidente de autobús –con un saldo de 11 muertos– en el que iban excombatientes del CTV a visitar a sus compañeros, el Gobierno de Italia decide trasladar los cuerpos de la pirámide, aunque la tarea se retrasa cuatro años. A petición de sus familias, 268 son enviados a su país y el resto (104) se mandaron a la iglesia de San Antonio de Padua de Zaragoza, donde reposan 2.788 muertos transalpinos en la anexa Torre de los Italianos.
David González, de 64 años, es la persona que presenció en 1975 el desmantelamiento del singular cementerio. «Trabajaba en un taller con una grúa con mi jefe», al que encargaron cargar en camiones «unos monumentos que había en el exterior, una Virgen y unos monolitos». Mientras tanto «veía cómo echaban los restos humanos en un carretillo y dos soldadores se encargaban de sellar las cajas de zinc, donde metían un cráneo y una palada de huesos en cada una. De quien fuesen». Ocurrió «el día del Pilar de 1975, el cumpleaños de mi padre y de mi hermana, y por eso no pude ir a comer con ellos» a Cabañas de Virtus, su pueblo. Recuerda «mucho frío y nieve» y que «salió un cuerpo entero», que «tumbaron encima de la acera de la pirámide, porque decían que se deshacía, y al final tuvieron que traer una caja de pino... parece que no se descompuso por el mineral de la tierra». En «dos días acabaron la tarea», a la que asistió «el cónsul de Italia», apunta.
El relato lo completa David Santamaría (39 años), miembro del colectivo Frente de Santander, aficionado a la Guerra Civil y al que le gustaba «parar en ese lugar». La entrada estuvo tapiada «hasta hace 10 o 15 años, que alguien picó y lo volvió a abrir», por lo que accedió al interior y, en una de sus visitas observó que dentro de los nichos «se veía alguna falange de un dedo, huesos, dientes... y un día ya me encontré un huesecillo en el suelo», por lo que con un amigo decidió hacer algo. Subidos en una escalera, vaciaron los columbarios y metieron el contenido en una caja metálica, «solo una pequeña parte, teniendo en cuenta el número de sepulturas».
El siguiente paso fue ponerse en contacto con el exvicecónsul italiano en Burgos a través de Onorcaduti, organización que vela por la memoria de los caídos italianos en las guerras del siglo XX, gestión de la que se encargó Giampaolo Sorba, sobrino-nieto de un combatiente del CTV –también se interesó el escritor Dimas Vaquero–. La respuesta del diplomático fue que «los representantes de la provincia de Burgos estaban reexaminando el proyecto de transformar el área en un parque público», y que «solo en ese caso se procedería a la recuperación de eventuales restos humanos». Recordaba asimismo que «la propiedad revirtió a la hermandad de pastores que había cedido el terreno para la construcción» y ya no era de Italia.
Aun así, David escribió y mandó fotos, «por si les interesaba», a Zaragoza, e incluso se ofreció a llevarlos «en persona a la Torre de los Italianos». No le dieron respuesta y los dos amigos decidieron «enterrar los restos junto a la pirámide», dentro de «una caja metálica mediana, no pesaría un kilo, de 30x30 centímetros». Se hizo en «un sitio discreto, en el camino de acceso», del que guardan las coordenadas.
Los dos David se conocen y comparten información y rutas «en una zona muy castigada por los dos bandos», en la que todavía se pueden ver trincheras y búnkeres, donde los legionarios de Mussolini «dejaron mucha iconografía fascista, incluidos rostros del Duce». Ambos están al tanto sobre lo que se habla de los enterramientos de Cuelgamuros. «Cuando dicen que en el Valle de los Caídos están todos los huesos mezclados me parece normal, yo ya lo vi aquí», incide el más veterano, que recuerda cómo «hasta que rompieron la puerta, en la cripta de los oficiales había botas y los huesos de los pies dentro». Lamenta su compañero que hay cientos de soldados republicanos enterrados en fosas, que murieron en la batalla del Escudo y nunca ha habido ningún interés, porque son soldados». Ellos apuestan por la conservación del conjunto funerario que en su día inauguró el yerno de Mussolini, Galeazzo Ciano, como ministro de Exteriores. «Queríamos un centro de interpretación y al final no sé qué pasará, lleva camino de la ruina», dice González. «Depende de la Junta de Castilla y León; si lo declara BIC está a salvo, pero no sé qué están esperando», tercia Santamaría, que constata el «atractivo turístico: cualquier día esto está lleno de coches para ver la pirámide».
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