Tomás Gómez

Los sumisos de Sánchez

Sánchez no quiere lealtades en las federaciones, quiere sometimiento

El secretario general del PSOE, Pedro Sánchez (2i), junto al secretario general del PSEOCYL, Luis Tudanca (i) durante un acto público celebrado en el Espacio Alameda del Parque de la Dehesa, este sábado, en Soria.
El secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, junto al secretario general del PSOE de CYL, Luis Tudanca, durante un acto público celebrado en el Espacio Alameda del Parque de la Dehesa de Soria, en 2022Wifredo García AlvaroAgencia EFE

Lo que está pasando en el PSOE de Castilla y León no es, ni mucho menos, la primera cacicada de Pedro Sánchez desde que llegó al poder, pero, esta vez, debería provocar una respuesta en el resto de las federaciones socialistas.

En 2014, la política errática y los bandazos de Sánchez preocupaban seriamente a algunos dirigentes que empezaron a cuestionar algunas decisiones. Ante esa inquietud, respondió con un golpe de violencia política en la federación madrileña a tres meses de las elecciones autonómicas.

Fue la primera ocasión en que la máquina del fango se puso en marcha, todos lo sabían y nadie dijo nada. Una a una, ha ido cambiando a los dirigentes por otros más manipulables y que siguiesen al dictado sus iniciativas.

Una nueva corte de perfiles mediocres ha ido copando la dirección federal y el resto de los órganos políticos, que han actuado de palmeros defendiendo las contradicciones e incoherencias según fuesen las instrucciones que recibían.

Muchos discrepan en privado, pero pocos se pronuncian públicamente. El último Comité Federal fue una buena muestra, cuando algunos aceptaron el cupo catalán estando en desacuerdo. Pensaron que dando un cheque en blanco a Sánchez tenían garantizada la paz.

Luis Tudanca también guardó silencio ese día, aunque había trasladado los días previos su rechazo a una medida que rompe la igualdad entre españoles y perjudica especialmente a su región.

Llegó a la dirección castellanoleonesa pocos meses después que Sánchez lo hiciera a la calle Ferraz. Ha sido fiel a las consignas de Moncloa y ha mirado para otro sitio cuando han sido intervenidas arbitrariamente otras federaciones socialistas. Ha hecho todo para no merecer esto, pero Sánchez no quiere lealtades, quiere sometimiento.

El modus operandi es de manual. Un grupo de fontaneros, conocedores de lo interno y dispuestos a cualquier cosa que les ordenen desde un despacho de la calle Ferraz, desestabilizan agrupaciones y ejecutivas regionales y locales, intoxican a los medios de comunicación y crean sensación de conflicto.

La recompensa por estar siempre en las alcantarillas de la organización es una delegación de Gobierno, la dirección una empresa pública o una secretaria de Estado como la de Rafael Simancas. El coste de la plaza es hacer lo que pocos están dispuestos.

La decisión de aniquilar a Tudanca es un aviso, entre otros, a Madrid, entre otros. Lobato, al igual que el extremeño Fajardo, están sentenciados por Sánchez, que no quiere leales, quiere sumisos.