Estrategia
Puigdemont quiere recuperar la esencia de Convergència sin renunciar al independentismo
La nueva dirección de Junts, que celebra su congreso esta semana, estará copada por antiguos dirigentes de CiU
Aristóteles escribió: «Los cisnes son musicales y cantan sobre todo en la proximidad de la muerte». Laura Borràs, la todavía presidenta de Junts, bien puede aplicarse este dicho porque cantó el martes pasado anunciando su próximo final en el congreso que Junts per Catalunya celebrará este fin de semana en Calella. Nunca un dirigente de Junts había sido desmentido con tanta rapidez y con tanta rotundidad desde sus propias filas.
Borràs buscando protagonismo y marcar perfil se metió sola en un berenjenal dejando la puerta abierta al apoyo de Junts a una moción de censura del PP con Vox. Jordi Turull fue el primero en echar por tierra las veleidades de su presidenta: «Es una auténtica fantasía». Al día siguiente, la líder de la formación en el Congreso, Míriam Nogueras, fue escueta ante la pregunta de Susanna Griso. Junts apoyaría una moción de censura a Pedro Sánchez, preguntó la presentadora de «Espejo Público». «No», respondió Nogueras.
«Solo negociamos con el PSOE», se repetía sin cesar desde la formación de Puigdemont que según publicó OKDiario se reunió hace una semana con Santos Cerdán. Nadie confirma ni desmiente pero se trasluce que las reuniones mensuales se mantienen inalterables enfocadas a un acuerdo sobre el techo de gasto. Si hay acuerdo se afrontará la negociación de los presupuestos con el horizonte puesto tras el congreso de ERC del 30 de noviembre.
Nadie pone en duda que este fin de semana Carles Puigdemont será entronizado como máximo líder. El mundo convergente siempre ha tenido un «pater familias». Primero Jordi Pujol, luego con alguna dificultad Artur Mas y ahora lo es Carles Puigdemont. El expresidente de la Generalitat nunca ha sido un fan del partido. De hecho, siempre lo ha denostado haciendo valer su personalidad de verso suelto. Ahora ha cambiado y el próximo domingo saldrá elegido, sin ningún tipo de oposición, nuevo presidente de forma explícita y con un partido detrás.
Puigdemont quiere recuperar un determinado espacio político y en estos últimos días está lanzando «guiños pujolianos» a su militancia, porque quiere construir un partido de orden y catalanista, afianzando su perfil independentismo, pero no solo refugiado bajo la estelada. Sobre todo, un partido que recupere las políticas clásicas del centroderecha catalán, algo que aplaude la vieja militancia que veía horrorizada cómo Junts se convertía en una CUP de derechas y el mundo empresarial harto de bandazos y de inexistencia de interlocutor.
Por eso, Puigdemont quiere dar más peso en el partido a las personas que representan la Convergència de toda la vida –Jordi Turull que repetirá como secretario general, Albert Batet como presidente del grupo parlamentario, Josep Rull, president del Parlament, y a nuevos valores como Míriam Nogueras o la actual portavoz en el Parlament, Mónica Sales– desprendiéndose de los «Opnis» –objetos políticos no identificados, o extravagantes como se les reconoce en el partido– como Laura Borràs, Francesc de Dalmases o Aurora Madaula que han conducido a Junts estos años de crisis en crisis y eso les ha desgastado y les ha hecho perder influencia en el «pater familias».
En definitiva, Puigdemont está preparando el partido para un giro a las políticas de siempre con un matiz. Su colchón no será ya el catalanismo, sino el independentismo. Esta redefinición se materializará hasta en los colores. Junts pasará del color turquesa al azul marino de toda la vida que recuerda, y mucho, a la vieja Convergència. Puigdemont quiere volver a los orígenes, a la esencia de Convergència sin renunciar al independentismo. En este proceso quiere integrar en el partido a diferentes grupúsculos que se presentaron en las últimas elecciones bajo el paraguas de Junts, aunque no dejan de ser microsatélites en su órbita.
El Congreso también deberá definir el tipo de oposición en Cataluña que hoy por hoy no existe y le ha permitido pasar a Salvador Illa su primer debate de política general y su primer interrogatorio parlamentario sin un rasguño. De hecho, Junts ha renunciado a ser jefe de la oposición en el Parlament a la espera de que le sea aplicada la amnistía a Puigdemont. Y en este punto se unen deseos y realidad. Para lograr la amnistía Sánchez debe seguir como presidente del Gobierno, y para seguir como presidente del Gobierno necesita que se aprueben los presupuestos. En Junts no faltan voces que afirman que se aprobarán los presupuestos pero «el PSOE sudará la camiseta» y tendrá que avenirse a negociar las demandas del independentismo de derechas sin dejar de estrechar la mano del de izquierdas. Sin embargo, el PSOE tiene un as en la manga con Junts porque en el «caso Koldo» los de Puigdemont se han puesto de perfil. «De rumorología no hablamos. Si se conocen hechos, daremos nuestra opinión», dijo Nogueras en «Espejo Público».
Junts seguirá blandiendo su independencia –no estamos en ningún bloque español– al tiempo que tranquiliza al empresariado catalán –el propio Puigdemont– augurando la aprobación presupuestaria, algo que ha entendido el PP, como dijo Elías Bendodo en una reunión interna esta pasada semana. Además de los presupuestos, Junts sacará pecho en el tema de la inmigración. Necesita algún éxito en su negociación con el PSOE porque Aliança Catalana se ha convertido en un amigo incómodo. De hecho, en el Parlament la colaboración con la extrema derecha xenófoba es inexistente.