La crónica
Puigdemont quiere que Sánchez le lleve a la Generalitat
El expresident supedita el pacto a ganar ventaja respecto a ERC, una estrategia que aviva la posible repetición electoral
En ERC conocen mejor que nadie a Carles Puigdemont y, por si acaso, han empezado ya a trabajar en el escenario de una repetición electoral, que no desean. Tan es así, que desde algunos de los canales con comunicación más directa con Oriol Junqueras se han puesto a ventilar el mensaje de que «vamos a unas nuevas elecciones». En una partida en la que todos los jugadores están de farol siempre cabe sospechar que, detrás de cada filtración, sólo está el interés de engañar a alguno o a todos los contrincantes. Pero esta incertidumbre tiene base en un elemento que se pasa por alto en los análisis que se hacen desde Madrid, y que en Cataluña, sin embargo, se ve como la piedra de bóveda del proceso: el pulso electoral entre Junts y ERC ante las próximas elecciones catalanas.
Esto es lo único que importa a Puigdemont, la batalla por la Generalitat, o así lo ven en ERC y en los otros partidos que están metidos en el proceso de negociación para facilitar una nueva investidura de Pedro Sánchez. Para que Sánchez continúe en La Moncloa tiene que hacer las cesiones necesarias para que Puigdemont entienda que tiene el camino despejado para rentabilizar electoralmente en Cataluña la investidura del líder socialista y poder, de esta forma, intentar de nuevo el salto a la Generalitat. Recuperar el poder para tener el control institucional de la nueva etapa del proceso independentista. PNV y Junts juegan la misma mano, y la cumbre que celebraron este viernes en Waterloo deja como balance la sensación de que la posibilidad de una repetición electoral se sitúa en un 60%. «Hay mucho tiempo todavía y no hay nada en la mesa aún. Es Sánchez el que tiene que moverse», señalan fuentes al tanto de la negociación entre estos dos partidos.
ERC se ha quedado descolocada en el tablero político. En un momento en el que, electoralmente, la tendencia señala que están a la baja y sin apenas margen, además, para sacar partido de las concesiones que pueda llegar a hacer el líder socialista para tener un nuevo gobierno.
A una semana de que Alberto Núñez Feijóo se presente a su investidura, entre los negociadores se respira un clima de cierto desconcierto. Todos quieren creer, especialmente los socialistas catalanes, que habrá un acuerdo, pero nadie lo da por seguro.
En el sector independentista más radical ha empezado incluso a engordar la «bola» de que Puigdemont «se hizo un Junqueras» en la sesión de constitución del Congreso de los Diputados. Su primer salvavidas se lo ofreció al PSOE «por unos pinganillos» en la Cámara, porque la petición para convertir el catalán en lengua oficial en la UE nació condenada a no salir adelante en la reunión comunitaria del próximo día 19. Si Puigdemont es coherente con lo que dijo en aquel momento, ya solo un resultado negativo a sus pretensiones en esa votación podría justificar que tumbara la investidura de Sánchez.
Exteriores se precipitó al formalizar la petición ante el Consejo de la UE de que se incluya el catalán, el gallego y el euskera como lenguas oficiales de la UE, pero, a sabiendas, como también debía saberlo Puigdemont, de que no era posible que prosperara esta exigencia, al menos en esta primera votación, por el coste que implica para el presupuesto comunitario y, sobre todo, porque introduce un elemento de discriminación con respecto a otras lenguas minoritarias europeas. Y a pesar de ello, y de lo bien asesoradlo que Puigdemont está en temas europeos, en una videoconferencia con miembros de Junts, después de la reciente visita a Bruselas de la vicepresidenta en funciones, Yolanda Díaz, el ex presidente de la Generalitat, fugitivo de la Justicia española, les dijo que para él era clave el resultado de esta votación del 19. Aunque también en esta aseveración él podría ir de farol.
Moncloa está instalada en la estrategia de trasladar la sensación de que tiene todo bajo control, desde el malestar interno hasta el nivel de intensidad del órdago que Puigdemont le pone encima de la mesa para darle su «sí». Pero la realidad es que los dos flancos están hoy abiertos en canal. Socialistas en activo, vinculados al Comité Federal del partido, se mantienen a la espera de conocer el contenido literal del pacto para moverse. Y desde el lado de Puigdemont ya han dejado entrever que quieren hechos tangibles porque no confían en la palabra del presidente del Gobierno en funciones. El PNV ya ha experimentado en esta Legislatura la inconsistencia de la palabra presidencial, y son los que más están advirtiendo a Puigdemont sobre el riesgo de engaño.
En la práctica, esto coloca a los negociadores de Moncloa ante la difícil prueba de tener que formalizar una ley de amnistía antes del debate de investidura de Sánchez: la pueden llamar como quieran, pero de lo que están hablando es del borrón y cuenta nueva para el independentismo a cambio de que sus escaños sirvan para mantener en el poder al hoy presidente en funciones. Con el foco puesto en Junts, quienes están en la oscuridad son los cinco diputados de Podemos. Yolanda Díaz cree que están sometidos a la necesidad de seguir cobrando un sueldo, por lo que no son sujetos a considerar en el reparto.
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