Bloqueo
Moncloa espera un «otoño caliente» con Junts
En el Gobierno dicen sentirse «descolocados» y asumen que habrá «más sustos» hasta que pase el congreso de la formación: «No sabemos a qué atenernos»
Ni es mayoría ni es progresista. El Gobierno sigue acusando el desgaste que le infligen sus socios parlamentarios. Dos derrotas en dos semanas y por dos de sus supuestos aliados: PNV y Junts. Sin embargo, los términos no son equiparables. La del PNV fue una cuestión puntual a cuenta de su relación histórica con Venezuela –y así lo entienden en Moncloa–, mientras que la de Junts amenaza ya con instaurarse como una constante. En la coalición hay un profundo malestar por la forma en la que se gestó el voto negativo de la formación de Carles Puigdemont a la toma en consideración de la proposición de ley de Sumar para regular los alquileres de temporada y de habitaciones. Consideran que «se la han jugado» porque transmitieron el cambio desde la abstención al rechazo apenas tres minutos antes de la votación, sin margen para negociar. En la coalición lo relacionan con un aviso directo a Pedro Sánchez, porque Sumar recibió la negativa de Junts una vez el presidente del Gobierno estaba ya dentro del Congreso.
«Es lo que hay», resume lacónico un dirigente socialista. En Moncloa cunde también la resignación y anticipan ya un «otoño caliente» en las relaciones con los posconvergentes, hasta que resuelvan en su congreso orgánico el rumbo político y el liderazgo de la formación para los próximos cuatro años. «No sabemos a qué atenernos hasta entonces», reconocen fuentes socialistas, que anticipan «más sustos» y tampoco se atreven a aventurar que, una vez superado el congreso de Junts, la situación mejorel. «Se tienen que rearmar, pero tampoco sabes en qué sentido». La sensación de «descoloque» es total y pese a que en público se evite descalificar a sus socios, en privado reconocen que «no son de fiar». En el Gobierno creen que el «discurso incendiario» de los independentistas obedece a que todavía «tienen que digerir» que Salvador Illa sea presidente de la Generalitat.
En Moncloa encuadran el movimiento en el contexto que vive la formación, que busca demostrar en el Congreso la influencia que han perdido en Cataluña. De hecho, el trasfondo del mensaje que Sánchez traslada continuamente de que «hay legislatura para rato» es que está dispuesto a resistir pese a las dificultades que le planteen desde Waterloo. No obstante, creen que Junts no llegará al punto de dejar caer al Gobierno. «No les interesa. ¿Qué incentivos tienen? Nunca van a tener la influencia que tienen ahora», reflexionan en la parte socialista del Gobierno.
Sin embargo, hay dirigentes que se preguntan cuánto tiempo es sostenible esta situación, porque «gobernar no es resistir» y Sánchez «no se puede mantener en el poder a cualquier precio». En todo caso, en Moncloa están dispuestos a seguir adelante cueste lo que cueste y creen que este tipo de posicionamientos de Junts, votando con PP y Vox, puede acabar por desgastar su posición en Cataluña, donde, dicen los socialistas, «el debate es otro». «Esto les penaliza».
La respuesta de Carles Puigdemont no se hizo esperar. «Con Junts no funcionan los chantajes ideológicos», advirtió en un largo mensaje en X –antiguo Twitter– en el que recordó a Sánchez que no cuenta con mayoría en el Congreso y que «no sudar la camiseta intentando ganar cada voto es el camino más directo al fracaso. Nuestros votos no los pueden dar por descontados», sentenció.
En el Gobierno no creen que sea viable que Junts pueda seguir votando con el PP y Vox por mucho más tiempo. Precisamente ayer el portavoz de ERC, Gabriel Rufián, advirtió a Sánchez de que se estaba conformando un nuevo bloque, en referencia a la pinza PP, Vox y Junts. En Moncloa alejan la posibilidad de que unan sus votos para sacar adelante una moción de censura contra Sánchez. «Sería un suicidio político», explica una fuente en el Gobierno. Creen que, a pesar de la constante sensación de inestabilidad, «se impondrá el diálogo» y si no, quien irá a la «deriva» será Junts, no el Ejecutivo.
En el ala minoritaria del Gobierno, la sensación de pesimismo es todavía mayor. Fue Sumar quien recibió el «golpe» este martes al ver como Junts tumbaba su iniciativa y creen que los de Puigdemont buscan cada pocas semanas «dar una hostia» para recordar al Gobierno que tienen «la sartén por el mango». Es decir, dejar claro que sin sus siete votos, la agenda legislativa de Moncloa está congelada. Sin embargo, no consideran en Sumar que pueda Junts «ganar» nada con esta empresa de hacer oposición a un gobierno de izquierdas. La propia vicepresidenta segunda Yolanda Díaz emplazó ayer a Puigdemont a «decidir» si toma «el camino de la construcción o del bloqueo».
En Sumar conceden que ahora la aritmética es «todavía más complicada» y se preparan para «trabajar el triple» para aunar los números necesarios para ganar votaciones. Más allá del contenido, esto es, tumbar la mejora de la Ley de Vivienda, en el grupo plurinacional censuran las «formas» empleadas por Junts. «Hay cosas que no se pueden hacer así, solo por decoro parlamentario», lamentan, en relación a avisar con una llamada, sin posibilidad a una nueva reunión para dar oportunidad al diálogo. Aventuran, además, que esto influirá a partir de ahora en la relación parlamentaria, es decir, en el trabajo diario en el Congreso.
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