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La crónica
Feijóo, ante un Vox en la deriva hacia invalidar la alternancia
Aznar ha marcado el camino a los que todavía creen en el PP que caben las medias tintas con lo que hace Abascal

La bofetada que el expresidente del Gobierno José María Aznar lanzó esta semana a Santiago Abascal, justo uno de los que integraron el grupo de sus «cachorros» políticos, coincide con un momento decisivo en la relación del PP con el partido de Santiago Abascal. El líder de Vox se amamantó políticamente a la sombra de Aznar en la etapa de su esplendor en el Gobierno y hoy, paradojas de la política, Abascal es quien tiene en sus manos el futuro de la Comunidad Valenciana y también de hasta dónde pueda arrastrar la gestión de la DANA al PP a nivel nacional.
El posicionamiento claro y nítido de FAES, fundación de Aznar, en contra del trumpismo, y en contra de Vox, ha descolocado a algún que otro dirigente popular, y también a algún representante de la dirección, por estar acostumbrados a que el expresidente y su «think tank» navegaran por otras aguas distintas, y siempre en coincidencia plena con la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso.
Génova está imperiosamente obligada a liberarse de esa simplificación por la que el PSOE trata de poner sordina a todos los debates que le perjudican, y que se basa en la identificación del PP y Vox: FAES ha marcado el camino de cómo deben hacerlo sin que les tiemble el pulso ni den lugar a confusiones. Esta obligación se hace más fuerte en tanto que los pasos que está dando Vox dejan legítimamente margen a pensar que han apostado por una deriva política, con su trastienda financiera, que tiene como objetivo dificultar la alternancia en el Gobierno de España. Por simplificarlo, tú te haces tan radical que llegas incluso a centrar a Pedro Sánchez para aquel votante que estaba harto del líder socialista y barajaba llevarse su voto a las siglas de Alberto Núñez Feijóo.
Frente a la corriente pactista con Vox, con representantes muy cercanos al líder popular, están los que sostienen que hay que dar por completamente rota la relación con ellos.Son los que no se cansan de anunciar que los de Abascal no son de fiar, y que, cuanto más tarden en entender de una vez en su partido que no buscan otra cosa que vivir de un PSOE en Moncloa, más tardarán también ellos en volver al Gobierno.
Para entorpecer más la solución de este debate, la música de las encuestas insiste en colocarles ante el dilema de si deben pelear por normalizar la relación con su satélite por la derecha, de la misma manera que lo ha hecho la izquierda con la extrema izquierda, o si, por el contrario, lo que deben hacer es levantar un muro que no dé lugar a ningún tipo de especulación al respecto.
El debate lo va a resolver Vox porque la normalización la hará inviable en cada oportunidad que se tercie, y lo que está ocurriendo con su posicionamiento con Donald Trump, y su enfrentamiento con la UE, es el ejemplo perfecto.
Un think tank consolidado para el PP
FAES, al marcar el debate político con su respuesta al populismo de la nueva Administración norteamericana, ha hecho regurgitar otra realidad que estaba escondida, pero que tiene su relevancia en la capacidad de proyección de los populares: el PP no ha conseguido todavía crear un laboratorio de ideas propio que sea lo suficientemente potente como para marcar el debate público y exhibir sus señas de partido de Gobierno. Reformismo 21 se presentó con mucha fuerza en la campaña de las últimas elecciones generales, destacando a bombo y platillo fichajes como el de la exministra Fátima Báñez, sin que se le conozca haber publicado ningún documento de relevancia como el que esta semana lanzó FAES.
La pelea la libran FAES y Disenso, la fundación de Abascal, y de la que dicen –hay que entenderlo en clave metafórica– que la nutren por debajo los socialistas para cuidar su principal arma contra el PP, que no es otra que Vox. La derecha se la juega, y cada vez tiene menos tiempo para ser capaz de encontrar un espacio de convivencia o de enfrentamiento que no dificulte la existencia de una alternativa a Sánchez. Los más veteranos andan advirtiendo de que caer hoy en la complacencia, por unas encuestas que les colocan por encima de la mayoría absoluta, es un ejercicio de temeridad que los puede llevar al fracaso.
El PSOE ha marcado en el mapa territorial tres polos de actuación: Cataluña, Valencia y Andalucía. Madrid lo dan por perdido, y, de hecho, es la excusa con la que agitar el voto periférico y crítico con un centralismo que considera que la buena posición de la Comunidad de Madrid no es fruto de su política, sino de privilegios heredados por ser la capital. Moncloa no da puntada sin hilo y está tejiendo ya la red en la que espera hacer tropezar a Feijóo como ya hizo en las últimas elecciones.
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