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Perdón «selectivo» por 858 muertos
La banda publica un comunicado propagandístico en el que sólo reconoce el daño ocasionado a las víctimas que «no tenían participación directa en el conflicto». Arremete contra las Fuerzas de Seguridad y lamentan que se les «humille»
La banda publica un comunicado propagandístico en el que sólo reconoce el daño ocasionado a las víctimas que «no tenían participación directa en el conflicto». Arremete contra las Fuerzas de Seguridad y lamentan que se les «humille».
ETA ejercitó ayer el enésimo engaño en su estrategia de «vender» un desarme, (que se ha demostrado falso) y una desaparición (que nunca será total), con un comunicado y una nota explicativa publicadas en el diario «Gara». Bajo el paraguas de reconocer «el daño que ha causado», la banda publica un texto en el que equipara a víctimas y verdugos; distingue a unas víctimas de otras; se presenta con el «supremacismo moral» de que siempre ha reivindicado sus atentados (sin decir quiénes han sido los autores concretos), hasta el punto de pedir una «comisión de la verdad»; y lanza el mensaje «equidistante» de que, en el fondo, los dos bandos son culpables de todo lo que ha ocurrido. «Una auténtica y macabra pantomima», opinan expertos consultados por LA RAZÓN. Además, en el comunicado los terroristas exigen «soluciones democráticas» (negociación) para construir la paz y lograr la libertad en Euskal Herria (independencia).
Todo ello, «para apagar definitivamente las llamas (del bombardeo) de Guernica». Que, según los terroristas, es el origen de todos los males pese a que medie la implantación de una democracia, en la que, en sus primeros años de existencia, cometieron el mayor número de asesinatos.
La banda dice reconocer mediante esta declaración, que sirve de calentamiento para la disolución o o desaparición que anuncia para primeros de mayo, el daño que ha causado «en el transcurso de su trayectoria armada, así como mostrar su compromiso con la superación definitiva de las consecuencias del conflicto y con la no repetición».
La banda mantienen su vieja estrategia de transferencia de responsabilidades y asegura que «de hecho, el sufrimiento imperaba antes de que naciera ETA, y continuado después de que ETA abandone la lucha armada».
Establecen a continuación una dualidad a la hora de pedir perdón a las víctimas: «queremos mostrar respeto a los muertos, los heridos y las víctimas que han causado las acciones de ETA, en la medida que han resultado damnificados por el conflicto. Lo sentimos de veras. A consecuencia de errores o de decisiones erróneas, ETA ha provocado también víctimas que no tenían una participación directa en el conflicto, tanto en Euskal Herria como fuera de ella. Sabemos que, obligados por las necesidades de todo tipo de la lucha armada, nuestra actuación ha perjudicado a ciudadanos y ciudadanas sin responsabilidad alguna. También hemos provocado graves daños que no tienen vuelta atrás. A estas personas y a sus familiares les pedimos perdón».
No podía terminar el comunicado sin un ataque a las Fuerzas de Seguridad: «para otros muchos también han sido totalmente injustas, pese a utilizar el disfraz de la ley, las acciones de las fuerzas del Estado y de las fuerzas autonomistas que han actuado conjuntamente, y tampoco esos ciudadanos y ciudadanas merecen ser humillados. De lo contrario, deberíamos interpretar que ha existido un daño justo que merece aplauso». Pide un acto de contrición a todos: «reconozcamos la responsabilidad contraída y el daño causado. Pese a no tener ni el mismo punto de vista ni los mismos sentimientos, todos deberíamos reconocer, con respeto, el sufrimiento padecido por los demás. Eso es lo que quiere expresar ETA».
En una nota explicativa, la banda no garantiza su arrepentimiento ni que vaya a colaborar desde el principio para el esclarecimiento de los crímenes pendientes de conocer sus autores concretos. Como es habitual, los terroristas pasan del asunto y lo que sí dejan claro es que nadie les va a escribir el relato de las cuatro décadas de crímenes y destrucción que protagonizaron. Advierten que nadie debe obcecarse.
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