El periscopio
Café sin azúcar en el salón de Moncloa
El señor Sánchez, ascético, lo toma solo negro y con sacarina. A Feijóo le gusta endulzarlo con «canela fina»
Con su habitual sorna gallega, Alberto Núñez Feijóo define muy bien en privado su entrevista con el presidente del Gobierno en Moncloa: «Hasta el café estaba servido sin azúcar». Hete aquí un comentario irónico sobre lo agrio del ambiente que fue el encuentro entre Pedro Sánchez y el líder del PP tras más de quince meses de incomunicación personal absoluta, al margen de sus tensos debates en el Congreso.
Hace unas dos semanas el jefe de Gabinete de Presidencia del Ejecutivo, Diego Rubio, contactó con su homóloga en Génova 13, Marta Varela. Con un escueto mensaje le comunicó la ronda que Sánchez tenía previsto realizar con los dirigentes de todos los grupos parlamentarios para informarles del incremento del presupuesto de Defensa tal como exige la UE.
Desde ese momento la cúpula del PP trabajó en un documento previo a la entrevista con varias preguntas al respecto que garanticen la posición de España, sus alianzas y su seguridad en este conflicto internacional dentro de la UE. El texto, en el que Feijóo ha contado con la colaboración de varios expertos en seguridad militar, algunas empresas de armamento y sectores diplomáticos, fue remitido a La Moncloa unos días antes de la entrevista. Nunca hubo respuesta.
De manera que Alberto Núñez Feijóo llegó al palacio presidencial a perder el tiempo, con sus papeles bajo el brazo y en un ambiente gélido. Cuenta el líder del PP que todo se limitó a «una charla de café, y además amargo». Parece que el señor Sánchez, ascético, lo toma solo, negro y con sacarina. A lo que Feijóo replica que a él le gusta endulzarlo con «canela fina».
Ironías aparte, el gallego le hizo varias preguntas al presidente sobre un tema de Estado serio y grave, a las que Pedro Sánchez no respondió ni una. En el saloncito de audiencias de Moncloa, tan coqueto con sillones blancos, reinaba la tensión y Feijóo salió de allí con muchas más dudas de las que entró. Ni una palabra sobre cómo financiar el aumento del gasto militar, ni una pista para ejecutarlo, y nula posibilidad de diálogo.
La idea de Feijóo es que Sánchez pretende esquivar al Parlamento y cualquier votación, dada su minoría evidente por la falta de apoyo de sus socios del «bloque Frankestein». Su cabeza maquiavélica le lleva a confiar en la ingeniería financiera y el Fondo de Contingencia para cumplir con las exigencias de la OTAN. Pero cuidado, hasta la Airef, (Autoridad Independiente de Responsabilidad Fiscal), ha lanzado una advertencia sobre los riesgos de la operación.
A Sánchez se le abren grietas en el camino, pero dada su falta de escrúpulos y obsesión por resistir en La Moncloa le importa un bledo. Su determinación es gobernar como un autócrata y esquivar al Parlamento cuánto pueda. «El Consejo de Ministros es soberano para gestionar», aseguran fuentes de la Presidencia gubernamental con total impunidad.
En su labor de oposición, la estrategia del PP es apoyar el aumento del gasto militar, aunque con un volumen de recursos que exija acudir el Congreso para dar explicaciones por tratarse de unas partidas extraordinarias que no caben en el Fondo de Contingencia, tal como advierte la Airef. En el entorno de Feijóo ven muy difícil, por no decir imposible, cualquier pacto con Sánchez y están a la espera de sus movimientos, que ha decidido aplazar hasta la cumbre de junio de la OTAN. «Si viene al Congreso no le votarán, y si convoca elecciones las perderá», dicen contundentes dirigentes del PP.
El otro volcán político lo sufre la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso. Un ataque sin precedentes por la izquierda política y mediática, a propósito del aniversario de la tragedia del Covid. Vergonzante sesión en la Asamblea madrileña, repulsivo reportaje en la «TeleSánchez», olvido de que las residencias estaban entonces a cargo de un nefasto vicepresidente del Gobierno llamado Pablo Iglesias, que no se dignó visitar ni una, y ya el colmo las declaraciones de la portavoz socialista en el Ayuntamiento de Madrid, Reyes Maroto, que habló de «asesinatos» durante la pandemia.
El terremoto político es de campeonato y tanto Díaz Ayuso como el alcalde de Madrid, José Luis Martínez Almeida, han anunciado una ruptura total de relaciones institucionales con el PSOE. Desde la Comunidad madrileña los puentes ya estaban quebrados con el delegado del Gobierno, Francisco Martín, pero las palabras de Maroto han colmado el vaso. Aunque ella intentó después matizarlas, el deterioro es enorme y desde el PP de Madrid la respuesta muy dura: «Está en el ADN del PSOE utilizar la muerte y la desgracia para cabalgar sobre ellas», afirma su secretario general, Alfonso Serrano.
Ayuso está sufriendo una embestida política tremenda a raíz de la investigación fiscal a su pareja sentimental. Lejos de achantarse, coge el toro por los cuernos, da la cara y denuncia ser víctima de una campaña orquestada por el propio presidente del gobierno: «Pedro Sánchez busca mi destrucción personal», reitera una dirigente dolida, enfurecida, curtida en mil batallas y con una inequívoca cualidad: el coraje.
Piensa que todo es una maniobra para tapar el escándalo de las mascarillas, el «caso Koldo», las prostitutas de José Luis Ábalos y otros tantos asuntos de corrupción que salpican al «sanchismo». Con su lenguaje verbal directo lo tiene claro: «No seré una pieza a cobrar». Y como prueba, tras la feroz sesión en la Asamblea madrileña el pasado jueves, se marchó a comer en un restaurante castizo ubicado en el corazón del barrio de Chamberí. Allí recibió abrazos, saludos, selfies y ánimos de muchos comensales. Y por cierto, a los postres se tomó un par de cafés bien endulzados con azúcar de la buena. A Ayuso pueden atacarla sin piedad, pero nadie le amarga la vida.