Análisis

Cumbre Rabat-Madrid: solo simbolismo y buenas palabras

La «histórica» cumbre hispano-marroquí únicamente ha servido para evidenciar el fin de la crisis diplomática entre ambos países

Imagen reciente de la frontera del lado marroquí del Tarajal
Imagen reciente de la frontera del lado marroquí del TarajalMARIA TRASPADERNEAgencia EFE

Como todo apuntaba, la XII Reunión de Alto Nivel Marruecos-España –un formato bilateral originalmente concebido como anual pero que desde 1993 solo se ha celebrado en doce ocasiones, la última hace más de siete años y medio– ha sido, principalmente, la de la escenificación de la nueva etapa abierta en las relaciones bilaterales, un período que solo el apoyo del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, a la propuesta de autonomía marroquí para el Sáhara en la primavera pasada permitía poner fin a una larga y áspera crisis bilateral.

No ha sido fácil, para empezar, ponerle fecha a la cita, que Rabat no pareció nunca muy tener demasiadas prisas por celebrar. Aplazada por las autoridades marroquíes en diciembre de 2020 cuando se estaba ya gestando el gran desencuentro con el Gobierno de coalición, las partes fueron incapaces de encontrarle fecha en 2022 a pesar de haberse comprometido a ello durante la visita de Sánchez a Rabat del pasado 7 de abril.

A pesar de la extensión y la optimista prosa de la Declaración conjunta –un total de 74 puntos- y de los 18 memorandos de entendimiento sectoriales suscritos por ambas administraciones, la llamada a ser una cumbre «histórica» en las relaciones bilaterales no ha servido para anunciar ningún gran logro concreto en terreno de las disputas y negociaciones abiertas entre Madrid y Rabat.

Ninguno, pues, de los grandes frentes abiertos para España en Marruecos ha experimentado avances. El más importante de ellos, en tanto ha sido una promesa repetida del Gobierno desde abril y supone el reconocimiento tácito por parte de Marruecos de la soberanía española de las dos ciudades autónomas –que llevan sufriendo varios años de asfixia económica–, lo constituye la apertura de las aduanas comerciales de Ceuta y Melilla. Tras la exitosa «prueba piloto» del paso de las primeras mercancías el viernes de la semana pasada, el Ejecutivo de Sánchez vinculó el calendario de apertura definitiva al visto bueno de las partes durante la RAN. No ha sido el caso. El Gobierno tendrá que seguir negociando con Rabat en el futuro con la cautela habitual.

Tampoco se han producido avances en las negociaciones sobre la delimitación de las aguas en la fachada atlántica ni en relación a la reclamación española de ampliación de la plataforma continental al oeste de Canarias. No consta tampoco que haya habido progresos al respecto de la reclamación marroquí sobre la gestión del espacio aéreo del Sáhara Occidental. De la misma manera, las partes se vuelven a emplazar a seguir negociando la actualización del Tratado de Amistad de 1991.

Si las relaciones estrictamente políticas tocaron fondo no hace mucho, las económicas muestran la otra cara de la moneda (en 2022 ambos países batieron récords comerciales). En este sentido, el más prometedor de los compromisos adquiridos fue anunciado este miércoles por la ministra de Industria Reyes Maroto: España duplica hasta los 800 millones de euros la línea de crédito destinada a apoyar inversiones de empresas españolas en Marruecos. Desde hace mucho la diplomacia española esgrime la teoría del colchón de intereses como mejor garantía para evitar desencuentros futuros, cosa que la realidad ha desmentido a menudo en todo caso.

A pesar de que no hubo encuentro entre el rey Mohamed VI y Pedro Sánchez –la primera vez que un jefe del Gobierno español cursa visita a Marruecos sin entrevistarse con su jefe de Estado–, Rabat se esmeró en dotar de la máxima dignidad a la cita, que incluyó no solo la reunión principal en la sede de Exteriores de los representantes de ambos gobiernos –en el caso de los españoles, un total de once ministros, todos del ala socialista–, un concurrido foro empresarial, una visita del presidente del Gobierno a su homólogo Aziz Akhannouch en la Primatura y hasta una ofrenda de Sánchez en el mausoleo real de Rabat (la segunda vez, pues ya lo había visitado en noviembre de 2018).

En definitiva, la gran noticia para las relaciones bilaterales y, en concreto, para los intereses españoles es que la crisis diplomática que arrancó a finales de 2020 ha quedado ya definitivamente atrás. Los puentes y las interlocuciones se han restablecido a todos los niveles. Quizás no sea mucho, pero la experiencia reciente nos demuestra que puede ser mucho peor.

En su entusiasmo y optimismo habituales, desde el Ministerio español de Exteriores se aseguraba en la víspera que la XII RAN será la que evite «para siempre» las cíclicas crisis bilaterales, a pesar de que la historia demuestre que la hispano-marroquí ha sido siempre una relación en forma de dientes de sierra y que con ello hay que seguir contando. Sánchez, que volverá «en próximas fechas» en visita oficial a Marruecos gana tiempo, aunque sigue sin dar síntomas de estar en condiciones de trazar una política exterior sólida, firme y exitosa para Marruecos y el conjunto del Magreb a la altura de la realidad de la España del siglo XXI.

De momento, con todo, concluida la RAN de la refundación de las relaciones, lo cierto es que todo han sido buenas palabras y promesas de futuro, y además Sánchez volverá pronto a Rabat –quizás aguarden entonces acuerdos sustanciosos–, lo que, a la vista de lo vivido en los últimos años, no es poco.