Nueva vida
La última tarde de Pablo Iglesias en su porche de Galapagar
La ausencia del podemita en Vistalegre IV se suma a su «desaparición» de La Navata. «Aquí solo esta Irene con sus hijos y su madre», dicen los vecinos
La sombra de Pablo Iglesias sobrevuela Vistalegre IV con la misma intensidad que lo hace en Galapagar. Ni en el congreso exprés que comenzó ayer y del que saldrá el nombre de su sucesor, ni en la que en teoría sigue siendo su residencia, se le ve el pelo. La desaparición de la faz de la tierra del que fue el azote del «statu quo» político es una realidad. Desde su último posado tras cortarse la coleta y asumir como propia la debacle del partido en las elecciones de la Asamblea de Madrid, el ex líder de Unidas Podemos también habría renunciado a su vida campestre en La Navata, que tantos quebraderos de cabeza le ha traído.
«Aquí ni está ni se les espera, gracias a Dios. Que tanta paz lleve como descanso deja», nos comenta una vecina que reside en la urbanización donde Iglesias compró junto a su pareja y madre de sus tres hijos, Irene Montero, su chalet familiar hace tres años. Pues bien, ahora, según comentan a LA RAZÓN varios lugareños en esta urbanización compuesta por un centenar de chalets, no hay ni rastro del ex vicepresidente. «La última vez que se le ha visto por aquí fue en marzo. Desde que dejó la vicepresidencia y se presentó a las elecciones de Madrid no sabemos nada de él. La que sí está es Irene, lo sé porque además de coincidir con ella cuando sale o entra en coche para ir a trabajar (de hecho, ayer la vi a las 10:30 de la mañana cuando se subía al coche oficial), también se la escucha cuando está en el jardín», comenta un vecino que nos muestra una fotografía en su móvil para dar fe de la última ocasión en la que se vio al podemita «en la urba». En la instantánea se aprecia a Pablo en el porche de su casa leyendo al atardecer, alrededor de las siete de la tarde. Era 2 de marzo, a partir de ese día «no ha vuelto», insisten. «Es algo muy raro, porque aunque ya desde hace mucho tiempo no salían por la calle, sí que se veía mucho ajetreo de coches oficiales y escoltas. Ahora solo están los de la ministra Montero. Lo que parece que no se nos va a ir ni con agua caliente es la garita esa y el urinario. No sé para qué lo mantienen si él no está por aquí», apunta con cabreo otro residente.
Y es que, pese a que Iglesias ya no es vicepresidente y político en activo, la seguridad facilitada por el Ministerio del Interior se le seguirá suministrando, al menos, durante los dos próximos años, así como coche oficial y escolta dinámica. Por lo que si estuviera aquí, dicen los vecinos, «lo notaríamos por el trajín de vehículos como ocurría antes». «Si no está, no entendemos por qué debemos seguir soportando la presencia de tantos policías y guardia civil en la zona. Ahora, además, nos han colocado unos bloques de plástico blancos y rojos a modo de perímetro para que nadie pueda aparcar en las inmediaciones. Esto es algo que queremos tratar en la próxima junta de vecinos porque no aguantamos más. Estamos hartos», asevera uno de los propietarios de un chalet aledaño al de los Iglesias-Montero.
Esta prolongada ausencia de Iglesias de la que es su residencia habitual se suma a la posibilidad de compra de un nuevo chalet en la lujosa urbanización de Valdelagua, su traslado temporal a la casa de Ávila o bien un piso en el centro de Madrid donde también habría encontrado refugio mientras Montero continúa con los tres hijos de ambos en La Navata. Lo que sí está confirmado es que al ex líder morado se le ve con frecuencia con los niños en la guardería del Congreso.
Al son de «Susanita»
«Por una parte se agradece que no esté, porque ya no hay manifestaciones en la urbanización ni visitas de curiosos. Estamos algo más tranquilos», confiesa un hombre de mediana edad que ha visto trastocado su día a día en Galapagar por la presencia del matrimonio de Podemos. El rumor que corre por la zona es que la salida definitiva de Iglesias de Galapagar se está gestando con la misma confidencialidad con la que se negoció la compra de la vivienda en 2018: «A los antiguos propietarios les obligaron a firmar un contrato de confidencialidad a través de sus abogados. Incluso evitaron cualquier contacto con los dueños, todo lo hicieron a través de los abogados. Les prohibieron comentar nada en relación a las condiciones de compra acordada», explica un residente que, al igual que la mayoría, pide el anonimato antes de relatarnos lo que sabe. «Quien parece que ha suplido la ausencia de Iglesias es la madre de Irene Montero, Adoración. Si no se ha instalado en la casa poco le queda, porque se la ve casi todos los días por aquí y también se escuchan las broncas que le mete su hija. Menudo carácter y mala leche tiene Montero. El otro día, paseando por la zona escuché cómo le decía: ’'Joder mamá, así no’'. Mi marido y yo no pudimos por menos que comentar el humor que tiene la ministra. Seguro que nos escuchó, pero es que nos parecía una forma muy desafortunada de hablar a su madre», dice otra vecina.
Y al igual que la «desaparición» del padre de familia parece una realidad, también lo es la del servicio que tienen en casa. David, el encargado de pasear a los tres perros del matrimonio y que, al parecer, sería primo de Iglesias, lleva tiempo sin visitar la zona: «Antes nos cruzábamos con frecuencia con ellos caminando por el campo. Era gracioso ver cómo iban ataviados, parecía que se iban al Himalaya, con botas, mochilas... una exageración. Pero de eso ya hace muchísimo tiempo», comenta un vecino que con frecuencia saca a pasear a sus perros por la parte de atrás del chalet de los Iglesias.
«Quien sí está por aquí, además de la madre de Irene, es la niñera, pero no la del Congreso que tanto se ha hablado, sino otra. Una chica de unos 30 años. Esta misma mañana he escuchado cómo estaba con los pequeños jugando en el jardín. Tenían puesta música infantil, ’'Susanita tiene un ratón’', si no recuerdo mal. Pero últimamente se quedan en casa porque ya no se la ve paseando con ellos por la calle. Es todo muy raro», añade.
Según publicó LA RAZÓN esta semana, Iglesias «está feliz» desde que ha abandonado la política activa. «Se dedica a leer mucho y ver series de Netflix», comentaron personas cercanas al ex vicepresidente. Otra persona que escucha nuestra conversación comenta que «aunque él ya no esté aquí le seguirá saliendo cara la casa porque los gastos son elevados. El jardinero mínimo les costará unos 500 euros, y éste sí que es verdad que viene a arreglárselo todos los jueves por la mañana. El IBI no bajará de los 2.500 euros y regar una parcela tan grande como la suya en verano no les supondrá menos de 1.000 euros al mes».
Mientras los vecinos desean con fuerza «volver a la normalidad», siguen recelando de la «enorme vigilancia que hay por la zona»: «Que él ya no esté por aquí es una buena señal, por fin recuperaremos la paz que siembre tuvimos», coinciden la mayoría de los residentes.
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