Efectivos de la UME, con su boina mostaza, durante un acto

“Crear la UME fue una buena idea. Era de sentido común”

El subteniente Gamarra y el capitán de corbeta Florido llevan en la Unidad 15 y 12 años, respectivamente. Ahora que está en boca de todos, tienen claro que ya “nadie discute su utilidad”

28 de julio de 2007, 13:00 horas. En el aún nuevo cuartel general de la Unidad Militar de Emergencias (UME) salta la alarma. Un incendio declarado el día anterior en el Pinar de Pajonales de Tejeda (Las Palmas de Gran Canaria) está descontrolado y requieren de su intervención. Arrancaba así la primera misión de esta unidad, creada por José Luis Rodríguez Zapatero el 7 de octubre de 2005.

Desde esa actuación hasta hoy han pasado casi 14 años, pero también críticas, recelos y desprecios que dieron paso a reconocimientos y aplausos. Los que se ha ganado la UME en cada una de las casi 600 misiones que han llevado a cabo por toda España y varios países, y que llegan hasta hoy, con sus efectivos luchando contra el coronavirus, batalla que llevan un año librando sin descuidar otras misiones, como los incendios o el el apoyo tras el paso de «Filomena».

En ese incendio de 2007 estuvo el subteniente José Antonio Gamarra, uno de los miembros más veteranos de la unidad, quien reconoce que cuando se presentó para formar parte de ella «no lo tenía muy claro, pero me arriesgué».

Dudas iniciales

Recuerda esos inicios y los comentarios de otros compañeros militares: «Me decían que me iba a una unidad nueva que tenía un futuro incierto o me preguntaban que por qué dejaba mi plaza fija». De hecho, él también se planteó esas dudas: «No sabíamos si la unidad se iba a quedar o si la iban a disolver con el tiempo», recuerda este subteniente que llegó a la Unidad de Intervención en Emergencias (UIEM) de Canarias, del segundo Batallón de la UME, tras su paso por la Legión y una unidad de Transportes del Ejército de Tierra.

Y si sus propios compañeros militares tenían dudas, fuera de las Fuerzas Armadas había también cierto escepticismo, pues otros organismos, como los bomberos forestales, llegaron a pensar que «veníamos a quitarles el trabajo». Hasta entre los ciudadanos había algo de rechazo y, de hecho, en los primeros desfiles en los que participaron recibieron alguna que otra pitada.

Así que el nacimiento de la UME estuvo marcado por una serie de barreras que tuvieron que ir rompiendo día a día, reunión tras reunión, intervención tras intervención... Siempre, insiste tanto él como otros miembros de la unidad, «con mucha ilusión y humildad».

El subteniente Gamarra al poco de ingresar en la UME (izquierda) y en la actualidad (derecha)
El subteniente Gamarra al poco de ingresar en la UME (izquierda) y en la actualidad (derecha)La Razón

Antes que nada, el subteniente Gamarra trata de explicar que, antes de la UME, las Fuerzas Armadas ya apoyaban en incendios o catástrofes, «pero sin la preparación específica». Han pasado de simplemente ayudar a las unidades intervinientes a ser una de las unidades de intervención directa. Y aun así, sigue dejando claro que «estamos para apoyar, para sumar esfuerzos». Él y sus compañeros de Canarias lo tuvieron algo más fácil a la hora de encajar, puesto que uno de los jefes de los bomberos había sido militar y «nos allanó mucho el camino», explica.

De la guerra a las emergencias

Rechaza cualquier protagonismo exclusivo de la UME y habla en numerosas ocasiones de «equipo», «coordinación» o «integración» con otros organismos para un mismo objetivo: socorrer a los ciudadanos y salvar vidas. «Sólo cambia el color del uniforme», recalca. Y el «chip», ya que como muchos reconocen, hasta ese momento, como militares, «para nosotros todo era guerra, guerra y guerra. Y ahora son emergencias».

De ese primer incendio de 2007 en el que participó la UME y en el que él fue uno de los primeros en llegar, recuerda los nervios previos y «la cara de preocupación de los bomberos». «Nos habíamos preparado mucho pero teníamos esa duda de si daríamos la talla. Pero enseguida vimos que estábamos preparados y poco a poco fuimos adquiriendo experiencia».

Ellos mismos se dieron cuenta, pero también los bomberos, quienes tenían «dudas porque no nos conocían. Éramos muy novedosos». Eso sí, «en cuanto nos vieron trabajar y cómo nos integrábamos con ellos se les fueron yendo esas dudas y comenzaron a vernos como a un compañero más».

Lo mismo que los ciudadanos: «Al principio nos veían de rojo y no sabían quiénes éramos, pero poco a poco empezaron a distinguirnos. Ahora ya saben que los de rojo somos la UME». Y lleno de orgullo, apunta: «Nos reciben siempre muy bien y nos quieren un montón». De ahí que no dude en definir su pertenencia a esta unidad con dos palabras: «Emocionante, porque ha sido un reto, y gratificante, porque ves la cara de agradecimiento de los españoles».

Las palabras de Gamarra coinciden con las de otro de los veteranos de la UME, el capitán de corbeta José María Florido, un aviador naval que llegó en 2009 y que actualmente está en la sección de operaciones aéreas del Cuartel General de Madrid. Él, sin embargo, reconoce que «jamás» tuvo dudas sobre esta unidad, pues cree que era «de sentido común» preparar «una unidad específica como punta de lanza para la tarea de socorrer a los ciudadanos. El Estado necesitaba una herramienta para apoyar a las comunidades cuando se veían desbordadas». Por ello, cree que fue una «buena idea» tirar de los militares, porque «tenemos la capacidad de organizarnos, somos disciplinados, con unas estructuras de mando y control muy potentes y estamos diseñados para el peor escenario: la guerra».

Florido insiste en numerosas ocasiones en que una de las claves del éxito de la UME es esa «lealtad y el compromiso de servicio de los militares con los españoles». «Somos ciudadanos el 100% del tiempo y estamos para socorrerles. Saben que no nos vamos a ir hasta que estén bien».

Aunque sus comienzos en la unidad se centraron en incendios, inundaciones y nevadas, reconoce que la misión que más le marcó fue la primera de la UME en el exterior: Haití (2010), donde prestaron su apoyo tras un terremoto. «Ahí comprendí que había acertado con lo que estaba haciendo», dice sonriente. «Había tanto que hacer en Emergencias, tanto camino que recorrer...».

Y es que la UME llegó al país caribeño con una aún incipiente capacidad de rescate urbano, «pero nos podía el ánimo, la ilusión y las ganas de trabajar». Hoy, esos equipos de búsqueda y rescate urbano de la UME (USAR) están certificados por Naciones Unidas como unidad de respuesta inmediata para actuar en todo el mundo. Eso sí, reconoce que en esta unidad, el verdadero bautismo de uno es en la campaña de incendios: «Es cuando te quitan la ‘L’ de la espalda».

Dos miembros de la UME durante un incendio
Dos miembros de la UME durante un incendioDavid ArjonaAgencia EFE

Militares al servicio de los ciudadanos

Insiste –como cualquier otro boina mostaza al que preguntes– en que lo más importante «es que los ciudadanos sientan a las Fuerzas Armadas a su lado. La UME es una unidad compuesta por soldados y marinos que tenemos ese compromiso por vocación». Aquí se detiene en las operaciones «Balmis» y «Baluarte» contra la covid o la ayuda tras las nevadas de «Filomena». Y lo hace para dejar claro que «no sólo estábamos nosotros, estaban todas las Fuerzas Armadas haciendo su parte. Nosotros somos la punta de lanza, la puerta de entrada del resto de apoyos militares».

Florido reconoce que él no ha sentido nunca hostilidad o rechazo, ni de compañeros ni de la gente, haciendo hincapié en que, hoy en día, «nadie se plantea la existencia o la utilidad de la UME. Está más que consolidada y es algo incontestable».

Se deshace en elogios hacia sus compañeros: «Nuestra gente es formidable. Son tremendos. Si tienes que hacer algo con ellos es moderarles el esfuerzo porque son incansables, quizás porque sienten tan cercana a la ciudadanía a la que ayudan que no tienen límite». Y aclara que, aunque «la UME tiene la suerte de recibir el cariño en primera persona», el resto de militares de las Fuerzas Armadas «también son incansables y cumplen sus misiones con el mismo compromiso».

“Se nos saltan las lágrimas”

Insiste en la necesidad de «ser humildes» y «gestionar ese reconocimiento» de la sociedad. «Se nos saltan las lágrimas cuando nos aplauden y más cuando has puesto tu granito de arena para que funcione. Pero hay que hacerlo con humildad y compartir ese aplauso con el resto».

El capitán de corbeta Florido durante una misión hace unos años en Grecia (izquierda) y en la actualidad (derecha)
El capitán de corbeta Florido durante una misión hace unos años en Grecia (izquierda) y en la actualidad (derecha)La Razón

«Ves, me puede la pasión», dice riendo mientras añade que «la pasión por lo que haces es fundamental. Y yo no soy una excepción aquí. No cambiaríamos nuestro trabajo por nada. Nuestra misión es tan bonita y tan importante que sólo nos queda estar a la altura».

15 años después, ya sin nada que demostrar a nadie, como una unidad asentada en las Fuerzas Armadas y la sociedad, este marino en Madrid avisa: «Estamos emprendiendo el futuro de la UME con firmeza. Hay mucho por hacer y, sobre todo, tener esa capacidad de adaptarse que tenemos los militares». Ya lo dijo esta misma semana la secretaria de Estado de Defensa, Esperanza Casteleiro, al apuntar que la intención del Ministerio es aumentar la plantilla y los fondos de la UME.

Tareas duras en pandemia

Una capacidad de adaptación más que demostrada, pues en este último año han desinfectado, rastreado, trasladado enfermos y hasta la labor más dura de todas: custodiar los cadáveres de los ciudadanos en las morgues improvisadas. A todos ellos, tal y como confirmaba el jefe de la UME, teniente general Luis Manuel Martínez Meijide, en una entrevista con LA RAZÓN, “les tratábamos como si fuesen nuestros fallecidos”.

Pese a lo duro de su trabajo, Gamarra y Florido lo tienen más que claro y sus ojos responden antes que su boca a la pregunta de si tienen la intención de continuar en la UME: «Mientras aguante, seguiré aquí», apunta el primero tajante y seguro. «Sí, sí, yo estoy encantado aquí. Me siento muy marino en la UME», sentencia el segundo.