Coronavirus
De «botica de guerra» a Farmacia contra el coronavirus
El Centro Militar de Farmacia de la Defensa trabaja sin descanso para evitar el desabastecimiento de medicamentos. Fabrican paracetamol, antibióticos, antivirales y solución desinfectante
Los camiones militares no dejan de entrar y salir en la Base Logística de San Pedro, en la localidad madrileña de Colmenar Viejo. Allí se encuentra una instalación que está siendo clave en esta guerra contra el coronavirus: el Centro Militar de Farmacia de la Defensa. Pero esos camiones verdes que van y vienen no transportan militares o armas, aunque sí otro tipo de «soldados» y «munición» indispensables para la batalla: medicamentos y solución desinfectante. Sí, porque desde el minuto uno, su laboratorio no ha dejado de elaborar estos productos para evitar que se produzca un desabastecimiento.
El 15 de marzo recibieron la orden de la ministra de Defensa, Margarita Robles, de incrementar su producción, por lo que dejaron a un lado sus cometidos tradicionales, reforzaron su plantilla, adaptaron sus procedimientos y comenzaron a trabajar sin descanso en su nueva misión. «El centro está volcando toda su actividad en apoyar las necesidades que están establecidas para esta situación», afirma orgulloso el coronel Antonio Juberías Sánchez, director del centro.
Y es que, casi sin darse cuenta, han pasado de fabricar los medicamentos para las Fuerzas Armadas a centrar sus esfuerzos y medios en únicamente cuatro fórmulas: paracetamol, ribavirina (un antiviral de amplio espectro), azitromicina (antibiótico) y solución hidroalcohólica. «Fabricamos aquellos productos que las autoridades sanitarias determinen que pueden ser útiles y que nuestra capacidad nos permita», explica.
En un escenario de normalidad, son los encargados de gestionar los recursos sanitarios de las Fuerzas Armadas (fabricación, abastecimiento, logística...) para cubrir sus necesidades básicas, sobre todo para las unidades desplegadas. De ahí que, como explica el coronel, «el 65% de los preparados y medicamentos que hacemos están destinados al tratamiento y apoyo en el tratamiento de bajas NBQR (Nucleares, Biológicas, Químicas y Radiológicas). Nuestro nicho de trabajo fundamental son los antídotos y la medicación relacionada con la recuperación de ese tipo de bajas». Son, por ejemplo, los que elaboran autoinyectables de atropina (antídoto contra agentes químicos) o los que abastecen de yoduro de potasio a las centrales nucleares. Y avisa de que, aunque ahora se centren en el coronavirus, continuarán abasteciendo a los militares en el exterior: «Hay reservas. Podemos mandar aunque no se elaboren porque tenemos un stock de seguridad».
Pueden fabricar casi cualquier tipo de elaborado farmacéutico: «Nuestro catálogo contempla hasta 78 presentaciones». Por ello, no es de extrañar que sea un centro de referencia y el único laboratorio productor de medicamentos adscrito a la Administración General del Estado, gracias a su capacidad de fabricación de aquellos que puedan resultar necesarios por causas excepcionales, como es la actual crisis del coronavirus. «Podemos fabricar comprimidos, cápsulas de gelatina dura, soluciones, suspensiones, pomadas, emulsiones, cremas, inyectables de alto y pequeño volumen, jeringas precargadas y autoinyectables por vía aséptica...». El catálogo es interminable. Con estos ejemplos, el coronel quiere dejar claro que estamos en un centro «muy versátil, lo suficiente como para hacer frente a un elevado número de fórmulas farmacéuticas». Ningún laboratorio normal es capaz de fabricar tantos. Sería inviable para cualquier compañía. Es más, sólo las Fuerzas Armadas de España y Francia cuentan con un centro de Farmacia como éste.
Esa versatilidad se combina con una gran capacidad de adaptación de su personal a cualquier situación. Con la orden de Defensa sobre la mesa, primero aumentaron su plantilla de los 101 trabajadores habituales (el 80 por ciento es civil) hasta los 120 para, principalmente, «mantener la operatividad con las medidas restrictivas relacionadas con la distancia de seguridad o concentración de personas». Y después, como cada trabajador está preparado para una labor, recibieron formación centrada en los cuatro productos que iban a fabricar.
Esa tarea la realizan en un edificio de más de 1.500 m2 en el que destacan tres grandes zonas según el producto que vayan a elaborar. Aquí, las medidas higiénicas son más que estrictas para evitar cualquier tipo de contaminación: una puerta no se abre sin que se cierre la anterior, hay diferentes presiones en cada zona, el filtrado del aire se adapta a cada área... «Cada zona tiene sus condiciones propias para que no haya contaminaciones», apunta el teniente coronel Santos Muñoz Ortega, subdirector del centro.
Una de estas salas, ahora al máximo ritmo, es la de «dispersos» de donde salen cientos de garrafas de cinco litros de solución hidroalcohólica desinfectante, uno de los productos más demandados ahora mismo y que tienen como destino, principalmente, los hospitales. Casi sin descanso, los efectivos rellenan una detrás de otra, las apilan en carros y van directas al almacén. Un no parar.
Ese mismo ritmo frenético se vive en la «sala de formas orales sólidas», donde, entre otros, fabrican cápsulas de paracetamol de 500 mg. Las máquinas no paran ni un segundo y con una precisión milimétrica encapsulan la fórmula, la introducen en sus respectivas cajas de 20 comprimidos y, acto seguido, en paquetes de 60 cajas que se amontonan en enormes palés. Antes de abandonar el centro deberán pasar el examen de la teniente coronel farmacéutica Pilar Puerto, la jefa del laboratorio de control de calidad. Lleva 10 años y reconoce que también ellos han tenido que ponerse las pilas y adaptar sus controles, los cuales son «cada vez son más estrictos».
Ninguna de las personas que trabajan en esta Farmacia militar pierde la sonrisa. Están felices por poder echar una mano aunque sea trabajando casi sin descanso y adaptándose a esta nueva realidad. Confían. En cierto modo, trabajan para ayudar a salvar vidas, aunque en un campo de batalla diferente y contra un enemigo invisible. Aunque no es la única vez que han vivido algo así, pues ya en 2009 fueron claves en la lucha contra la Gripe A elaborando más de 30 millones de dosis del antiviral para ese virus H1N1.
Y esperan seguir haciéndolo en cuanto se descubra un tratamiento (que no una vacuna) para hacer frente al coronavirus: «Si es viable dentro de las formas que podemos fabricar, lo haremos sin ningún problema», sentencia el coronel, también con una sonrisa de optimismo que se deja entrever tras la mascarilla.
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