Opinión
Arrasa el nacionalismo soberanista
La política sanchista de pactar con fuerzas ultras de corte separatista lleva a Bildu, como antes al BNG en Galicia, a su mejor resultado histórico
El resultado vasco es cómodo para Sánchez, que podrá mantener su pacto con el PNV tanto en Vitoria como en Madrid, lo que despeja cualquier atisbo de inestabilidad para su Gobierno. El problema es que la aplastante victoria del nacionalismo soberanista, sumados jeltzales más bildutarras, consagra la caída del constitucionalismo en una Comunidad en la que corren en paralelo el afianzamiento de los herederos de ETA junto a la desaparición de facto del Estado. La política sanchista de pactar con fuerzas ultras de corte separatista lleva a Bildu, como antes al BNG en Galicia, a su mejor resultado histórico, lo que en el fondo supone la victoria del proyecto de ETA, doce años después de su desaparición.
El PNV gana en votos, pero empata en escaños con Bildu. El partido de Arzallus, ahora controlado por Ortuzar, es una organización a la baja. Beneficiaria en exclusiva durante años de las nueces del árbol que movía ETA, ve ahora cómo esos frutos los está recolectando el vecino al que alimentaron. ETA nació en las sacristías y en los batzokis, se ha dicho en Euskadi con razón, pero la banda acabó armando su propia estructura al margen del PNV, constituyendo el conglomerado del que nació Bildu, y que nada tiene que ver ya con el viejo partido de Dios y leyes viejas, del tradicionalista, ultracatólico y racista de Sabino Arana. Un PNV irreconocible, reconvertido en administrador de cargos y subvenciones, que se autodefine socialdemócrata, pero que sigue a la baja por mucho que vaya a mantener al desconocido Pradales en Ajuria Enea, gracias al PSE. Su pérdida de peso es notable, lo que debería llevar a la reflexión a la nomenklatura del EBB, estructura obsoleta que gobierna Sabin Etxea desde siempre y aspira a no verse incomodada por ningún lendakari, se llame Garaicoechea, Ardanza, Ibarreche, Urkullu o como se llame.
El ganador de la jornada es Bildu, que no es ETA pero sí el partido de ETA, heredero de la banda y comandado por Otegi, durante años militante bajo el sobrenombre de «El gordo», que participó en secuestros y fue condenado por apología de organización criminal. Otegi es el líder indiscutible de Bildu, así como de Sortu, la formación motora de Bildu que dependía jerárquicamente de ETA y cuyo último jefe, David Pla, ocupa el puesto de segundo de a bordo. Pello Otxandiano no es sino una creación de Otegi para, bajo el paraguas del ecologismo, el feminismo y lo LGTBi , blanquear a quienes son hoy ya la fuerza municipal más importante del País Vasco, con 1050 concejales y 107 ayuntamientos, que desde la izquierda disputa el liderazgo al PNV.
Bildu se ha hecho grande en parte porque Sánchez lo ha propiciado. Los socialistas fueron otrora la fuerza de referencia de la izquierda vasca, pero de aquello apenas si queda el recuerdo. ETA fue derrotada por Aznar. Zapatero la blanqueó después y oxigenó políticamente a sus dirigentes en las conversaciones de Oslo. A partir de ahí el PSE ha bajado tanto como ha crecido Bildu. En Euskadi como en Galicia, Sánchez ha convertido a su partido en comparsa del nacionalismo.
El PP mejora tan levemente que apenas resulta significativo, sobre todo si recordamos que llegó a tener 19 escaños otrora. La moderación de Urkullu hizo que el espacio tradicionalmente popular fuera menguando en beneficio del PNV. La entrega del partido de Ortuzar a Sánchez en Madrid ha jugado en perjuicio jeltzale, y algo en beneficio de Feijóo, que debe aspirar a más.
Vox, el partido de Ortega Lara y de otras muchas víctimas, no logra instalarse en las provincias vascas, con excepción de Álava. Se dirimía entre cero y un escaño, y ha logrado conservar el que tenía. Vox y el PP deben replantearse su formulación en Euskadi. Igual que Sumar y Podemos. El voto útil de la izquierda se ha ido en bloque a Bildu. Yolanda Díaz salva los muebles, pero sin alegrías.
✕
Accede a tu cuenta para comentar