Jorge Vilches

Fue un plebiscito

La tendencia es ascendente para los populares, mientras que el sanchismo se ha estancado

El cartel de una mesa electoral en el colegio público La Navata, a 9 de junio de 2024, en Galapagar, Madrid (España). Hoy tienen lugar las elecciones europeas de 2024 en España. Más de 38 millones de españoles están llamados a pasar por las urnas en unos comicios en los que se eligen a 61 eurodiputados al Parlamento Europeo. El partido político más numeroso es el Partido Popular Europeo, con 177 parlamentarios, seguido del Grupo de la Alianza Progresista de Socialistas y Demócratas (143), mi...
Abren los colegios electorales para las elecciones europeas de 2024Marta Fernández JaraEuropa Press

Es enternecedor escuchar al sanchismo negar ahora que la convocatoria electoral fuera un plebiscito sobre Pedro Sánchez. La gran prueba de que el PSOE lo había planteado como un extraño referéndum personal es que preparó la salida estelar de Sánchez en Ferraz en la noche del domingo, con andamios y luces, hasta que supo la derrota. Entonces reculó, y la patata podrida se la comió Teresa Ribera, que vive políticamente para servir a su señor.

El amo socialista tenía preparado un discurso lleno de cortes de manga retóricos a Feijóo y se quedó con las ganas; mejor dicho, se quedó escondido. Posiblemente hubiera pronunciado mil veces «fango» y «ultraderecha», ataviado con su camisa vaquera de la suerte. Y es probable que María Jesús Montero hubiera perpetrado algunos brincos, mientras los feligreses entonaban el «presidente, presidente». Pero no, perdió el plebiscito y nosotros el espectáculo.

La segunda prueba de que era un referéndum personalizado es que los sanchistas dicen que dos escaños no son para tanto. Alegan que si el PP ha sacado 22, el PSOE ha logrado 20, y que cuatro puntos es poca cosa. De haber sido al revés, incluso un empate técnico, hubieran vendido la «remontada», que era la última consigna socialista. La victoria de Sánchez se habría presentado como una derrota de Feijóo; esto es, como un plebiscito sobre Begoña y la amnistía, una amnistía que escondieron para evitar el castigo en el plebiscito.

No les ha salido bien. El PSOE hizo una campaña con dos ejes. Uno fue débil, Palestina y la internacional ultra. Otro, el fuerte, fue tomar el 9-J como un repudio a los supuestos ataques personales a Begoña por ser la esposa del presidente. Recuérdese que los sanchistas dijeron que el juez Pintado había entrado en campaña al citar a «la presidenta», y se le acusó de prevaricación. Esto provocó centrar la campaña en la defensa de las emociones de Sánchez & Señora. El resultado fueron dos «cartas a la ciudadanía». En la primera de ellas, en abril, amenazó con dimitir para movilizar a los suyos, y en la segunda, el 4 de junio, llamó al voto para que la gente rechazara el «ataque» a Begoña. En este desvarío, Sánchez llevó a su esposa a un mitin y repartió pulseras con la leyenda «Free Bego». No se puede personalizar más una campaña electoral. Pues la respuesta es que Su Persona ha perdido por cuatro puntos.

Cuatro puntos es perder, a no ser que ahora las matemáticas, además de emocionales, sean interpretables. Por ejemplo, que se utilicen para decir, como hace Sánchez, que el PSOE ganó las elecciones generales del 23-J. Si echamos números, en los comicios del año pasado para el Congreso el PP sacó dos puntos al PSOE, y este 9 de junio han sido cuatro.

De aquí sacamos dos lecciones: el proyecto de Feijóo convence a más gente que el de Sánchez, y la tendencia es ascendente para los populares, mientras que el sanchismo se ha estancado.

Ese estancamiento se debe a que el PSOE se ha empeñado en el proyecto personal de Sánchez, para lo cual se ha convertido en la extrema izquierda española. No hay diferencia real con Sumar y Podemos, ni en el fondo ni en la forma. No existe diferencia pero tampoco más votos, porque el extremismo de izquierdas ha llegado a su límite, y el PP se queda lo que el PSOE deja por el centro.

La gente votó en clave española. Sánchez sí o no, y salió que no por cuatro puntos. Tan plebiscito fue que los nacionalistas se han envalentonado, como se ha visto en el Parlamento de Cataluña. Sánchez perdió, no tuvo el refrendo de autoridad de una victoria sobre su competidor, y Junts y ERC saben que es el momento de apretar. Ahora pueden chantajear a un Gobierno más débil, que acaba de ser derrotado hasta el punto de que Yolanda Díaz ha dimitido en Sumar tras su fracaso.