Editorial

Pedro Sánchez, ante el final del «relato»

Si desde 2020 el sanchismo ha tratado de imponer una visión oblicua de los hechos, el PP ha ido derrotando al PSOE en, prácticamente, todas las confrontaciones electorales.

El líder del Partido Popular, Alberto Núñez Feijóo, celebra la reelección del presidente del Partido Popular de Galicia como presidente de la Xunta de Galicia, Alfonso Rueda, a su llegada al Comité Ejecutivo Nacional del PP que se celebra, este martes, en la sede del partido en la calle Génova en Madrid, para analizar los resultados de las elecciones de Galicia. © Alberto R. Roldán / Diario La Razón. 20 02 2024
El líder del Partido Popular, Alberto Núñez Feijóo, celebra la reelección del presidente del Partido Popular dAlberto R. RoldánFotógrafos

Fue, en efecto, el equipo de propaganda de La Moncloa, con la ayuda inestimable del CIS, quien planteó el resultado de las elecciones gallegas como un plebiscito sobre el liderazgo de Alberto Núñez Feijóo. Y fue el conglomerado mediático más próximo al sanchismo el que intentó sembrar la confusión entre los votantes del PP, sacando de contexto unas declaraciones del presidente popular que casi le convertían en muñidor directo de la ley de amnistía. Que un sector de la Prensa más conservadora entrara con indisimulado entusiasmo en la falsa polémica sólo demuestra la innegable maestría de los gubernamentales para establecer un relato alternativo, esencialmente falaz, de acuerdo a sus intereses.

Pero la realidad, tozuda, es que si desde 2020 el sanchismo ha tratado de imponer ante la opinión pública una visión oblicua de los hechos, el Partido Popular ha ido derrotando al PSOE en, prácticamente, todas las confrontaciones electorales. Ayer, su presidente, Núñez Feijóo, devolvía el disparo plebiscitario a La Moncloa y reclamaba, con todo el derecho, su parte en la victoria gallega. Pero, a nuestro juicio, convendría de cara al inmediato futuro que los dirigentes populares, con notables excepciones, no cayeran tan fácilmente en la niebla de la propaganda socialista, por más espesa que se vuelva.

Hablamos de un adversario político, el sanchismo, que ha demostrado que carece de escrúpulos a la hora de alterar la realidad y que ha reforzado su tendencia al ataque ad hominem en la pugna partidaria, ya sea cargando la tragedia de las residencias de ancianos sobre los hombros de Isabel Díaz Ayuso, ya sea rebuscando en décadas de archivos munición para las insidias «narcotraficantes» contra Feijóo.

Ahora, mientras en las filas socialistas vuelven a escucharse los disparos de los escasos francotiradores del «viejo PSOE» y aletean acusaciones de traición, el aparato del partido trata de reescribir los hechos y de desvincular los acuerdos de gobierno con los independentistas con su debacle en Galicia. Y ello, mientras su aliado de circunstancias, el Junts de Carles Puigdemont, impulsa una declaración de independencia en el Parlamento de Cataluña, que va, como la amnistía, directamente contra la línea de flotación del ordenamiento constitucional.

No le queda otro argumento de autoridad al presidente del Gobierno que el mantra «para que no gane la derecha», aun a costa de convertir a su partido en mero subsidiario de las formaciones nacionalistas. Sánchez, pues, ha llegado al final del relato y su batacazo en Galicia representa, como bien resaltó Núñez Feijóo ante la Junta Directiva Nacional, que los españoles han confiado en el PP «en el momento de mayor tensión democrática de España» porque, a su recto juicio, está en juego la continuidad del proyecto constitucional, que es el proyecto común de una Nación de iguales.