Editorial
El más razonable ha sido Núñez Feijóo
Nada tenía que ganar el PP en este remedo de moción de censura ni, por supuesto, estaba obligado a hacer seguidismo de la estrategia de Vox
No pretendemos, ni mucho menos, devaluar la intervención del economista Ramón Tamames ante el Congreso de los Diputados, pero sí debemos constatar que, salvo algunas réplicas muy bien halladas, en las que retrató la suficiencia del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y la falta de contenido del de la candidata in pectore de la izquierda radical, Yolanda Díaz, el discurso de censura del imposible candidato de Vox no aportará a la vida política española más que la descripción de unos males de la patria con la que, sin duda, coincidirá una mayoría de los ciudadanos.
Ni siquiera el cuestionamiento de algunos aspectos de nuestro modelo democrático, como el sistema electoral que otorga una sobrerrepresentación a los partidos nacionalistas, las debilidades de la cimentación de la división de poderes o las deficiencias del tejido productivo y del mercado laboral, ya debatidos hasta la saciedad, suscitaron la menor atención en las bancadas gubernamentales. Ciertamente, se desarrolló el guion previsto, demostrando, entre otras cosas, que la postura más razonable en todo este asunto ha sido la del líder de los populares, Alberto Núñez Feijóo, con una abstención que iba mucho más allá del momento de la votación. Nada tenía que ganar el PP en este remedo de moción de censura ni, por supuesto, estaba obligado a hacer seguidismo de la estrategia de Vox, respetable, pero de utilidad general más que dudosa.
Así, pues, acostumbrados al surrealismo de un discurso gubernamental que siempre carga las evidentes deficiencias de su gestión sobre la responsabilidad de la oposición, incluso desde la portavocía del Consejo de Ministros, el largo mitin político de Pedro Sánchez –no estaría de más el cambio del reglamento del Congreso que demandó un sobrepasado Tamames–, mantuvo las dos «ideas fuerza» ya manoseadas: la autoalabanza sin pudor de la gestión del Gabinete y la descalificación del candidato popular, retratado, prácticamente, como un criptofascista al servicio de unos supuestos poderes ocultos, esos «poderosos» que pueblan el Ibex, dispuestos a destruir todos los avances de la humanidad, que, claro, sólo encarna y ha hecho posible la izquierda.
No se esperaba más y no hubo más. A la postre, Pedro Sánchez debería agradecerle a Santiago Abascal la oportunidad. A partir de ahí, que la vicepresidenta segunda, Yolanda Díaz, aprovechara el momento mediático para presentar en sociedad su proyecto «Sumar» hubiera sido un asunto menor, de no ser por la acusación falsaria de que discrepar de las actuaciones del Gobierno supone un ataque a la democracia. En cualquier caso, se agradeció que limitara su intervención a poco más de una hora. Con todo, la moción pasó y el Parlamento resultó ninguneado como mera caja de resonancia. Pero eso, ya ha dejado de ser noticia.
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