Editorial
Doña Leonor, heredera de la Corona de España
No se puede trocear la Nación sin hacerlo previamente con la soberanía nacional.
Con la solemne jura de la Constitución, la Princesa de Asturias, Doña Leonor de Borbón Ortiz, se ha convertido oficialmente en la heredera de la Corona de España. Y lo ha hecho en la sede de la soberanía popular, ante los representantes de la principales instituciones del Estado y de Su Majestad el Rey, su padre, a quien ha jurado fidelidad. Como ya hemos señalado en estas páginas editoriales, más allá del acto protocolario nos hallamos ante un acontecimiento político de especial trascendencia para la Nación.
El propio discurso de la presidenta del Congreso, Francina Armengol, trufado de guiños a la diversidad regional e innecesarias, a nuestro juicio, apelaciones al poder del pueblo, así lo demuestra. Innecesarias, porque la fórmula del juramento, la misma que empleó su augusto padre, deja poco margen a la interpretación del solemne compromiso adquirido por Doña Leonor con la Nación y con los españoles. Es más, los reyes de España y sus herederos están obligados a acatar el texto constitucional –no ocurre en otras monarquías– dado que los poderes del monarca están delimitados por la Ley. Es decir, Constitución y Monarquía Parlamentaria están estrechamente ligadas entre sí.
De ahí, que algunas de la formaciones nacionalistas ausentes ayer en el Hemiciclo –pese a que sus diputados ostentan la representación de todo el pueblo español, no sólo de sus electores– hayan tenido meridianamente claro que no se puede rechazar a la Monarquía sin hacer lo mismo con la Constitución. O lo que es lo mismo, que no se puede trocear la Nación sin hacerlo previamente con la soberanía nacional. De ahí que sea fundamental para el análisis, junto con las palabras de aceptación del compromiso de Doña Leonor, el discurso que pronunció Su Majestad en el prolegómeno del almuerzo oficial celebrado en el Palacio Real y ante un auditorio que incluía a algunos de los hombres y mujeres que han sido protagonistas de la reciente historia de España y de su conformación como una democracia plena. En lo que resultó ser una lección magistral y una guía de vida,
Don Felipe trajo el recuerdo de su propia jura y lo enmarcó en las palabras que le dirigió el entonces presidente del Congreso, Gregorio Peces Barba, de las que significativamente, destacó este párrafo: «Con el juramento que vais a prestar estáis simbolizando vuestro sometimiento al Derecho, vuestra aceptación del sistema parlamentario representativo que nuestra Constitución establece, vuestro compromiso de servicio a las instituciones y a los ciudadanos y vuestra lealtad al Rey».
En esa admonición de la sujeción a las leyes, al Derecho, que obliga a todos, pero al Rey el primero, se contiene el fundamento de nuestra comunidad como Nación. Porque no hay nada más importante que el respeto a las leyes que se ha dado un pueblo de ciudadanos libres e iguales, como el español.
Pero, como explicó Su Majestad a su heredera, el sometimiento al Derecho constituye, una exigencia para la Corona, sí, pero también para todas las instituciones del Estado, obligadas a «la observancia de la ley, el respeto a la independencia y a la separación de poderes». No hay democracia posible ni garantía de la libertad y de los derechos de los ciudadanos sin esos pilares que son la base sobre los que se fundamenta nuestra Carta Magna.
Ayer, pues, y creemos que es importante insistir en ello, los españoles asistieron a uno de los actos políticos más trascendentales para una Nación con historia y vocación de permanencia como es la jura de quien ya es, de hecho y de derecho, la heredera de la Corona. En Doña Leonor se proyecta el futuro de una España que, asida bajo ese lazo indisoluble que son la Monarquía Parlamentaria y la Constitución, se mantendrá como una patria de hombres libres e iguales, unida y capaz de vencer todas las adversidades. Como hasta ahora.
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