Editorial
Abuso electoral de la diplomacia española
Debemos insistir en la necesidad de que nuestro Gobierno abandone la actual escalada de reproches, evite la sobreactuación y deje trabajar a la diplomacia para reconducir la situación.
La retirada de nuestra embajadora en Buenos Aires es un despropósito que resulta muy difícil desvincular de la campaña a las elecciones europeas, que, por las trazas, el Ejecutivo de Pedro Sánchez pretende convertir en una especie de plebiscito personal, en la estela de la estrategia que ya siguió La Moncloa para los comicios catalanes.
En este caso, el factor polarizante sigue siendo el mismo, las acusaciones de presuntas malas prácticas de la esposa del presidente del Gobierno, Begoña Gómez, pero con la ventaja de que la propaganda gubernamental no trabaja sobre unos ignotos operarios de la «máquina del fango», sino que actúa sobre una figura polémica donde las haya, como es el mandatario argentino Javier Milei, de verbo imprudente y réplica pronta, alineado además con la derecha europea más conservadora, desde Le Pen a Santiago Abascal, aunque, en realidad, sus propuestas liberales extremas poco tengan que ver con las de sus supuestos aliados, salvo en el rechazo visceral al modelo socialista.
Desde esta perspectiva, el hecho de que el gobierno argentino, en un ejercicio notable de posibilismo práctico, –que reconoce implícitamente la grave descortesía cometida por su presidente– insista en reducir la crisis abierta a un mero enfrentamiento personal entre Milei y Sánchez, negando, incluso, la existencia de un conflicto político entre dos países «fraternos», no evita que de seguir la escalada –por ejemplo, si se prohibiera al presidente Milei entrar en territorio español el próximo 21 de junio– se puedan poner en riesgo importantes intereses económicos, pues no en vano España es el mayor inversor de Europa en Argentina, con más de un centenar de firmas operando en el país austral y unas inversiones que rondan los 19.000 millones de euros, además de tener la mayor colonia de expatriados del mundo.
Por ello, debemos insistir en la necesidad de que nuestro Gobierno abandone la actual escalada de reproches, evite la sobreactuación y deje trabajar a la diplomacia para reconducir la situación. Y, si es posible, que lo haga antes de que se celebren las elecciones europeas para que los ciudadanos puedan votar sin la presión de una nueva crisis existencial, de esas que el PSOE plantea como si la democracia española estuviera en juego.
En este sentido, y dado que tanto desde el Ejecutivo socialista como desde Vox se ha tratado de dar una dimensión interna al enfrentamiento con Milei, creemos que el Partido Popular, que parte como favorito en las europeas, no debe dejarse arrastrar a una polémica en la que no ha tenido parte alguna y que es fruto del sesgo populista que está tomando la acción política en nuestro país, y siga apostando, como hasta ahora, por la racionalidad y por impedir que las relaciones exteriores españolas sean un instrumento partidista más.