Misiones

Los planes estratégicos llegan a las misiones

Álvaro Ramos fue cocinero antes que fraile y hoy aplica su experiencia en banca de inversión como sacerdote misionero

El sacerdote Álvaro Ramos vive en Honduras
El sacerdote Álvaro Ramos vive en Hondurascedida

Cuando una persona decide invertir su dinero en una empresa, lo primero que debe hacer es comprobar determinadas variables que le harán ver si la inversión es una buena idea. Antes de dar el paso, el inversor se ha asegurado de comprobar que el valor es de confianza, que los riesgos son asumibles, que la seguridad de la inversión es alta y que la rentabilidad, en la medida de lo posible está asegurada. Nadie podría cuestionar esta forma de actuar, pues lo que está en juego es algo grande.

De la misma manera, resulta inconcebible que una empresa no cuente con un plan estratégico claro, con objetivos definibles y posibles escenarios a corto, medio y largo plazo. Estudios de viabilidad económica, planes de negocio y previsión de gastos son requisitos mínimos para salir al mercado sin terminar fracasando. Tampoco resulta extraño que para aplicar a un puesto dentro de una corporación haya que acreditar experiencia, formación o resultados previos relacionados con el puesto al que se aspira.

El mundo empresarial está profundamente arraigado en nuestra sociedad. Sin embargo, existen otros proyectos, enfocados en objetivos de carácter humano más que económico, que no están tan regulados ni sometidos a análisis previos tan estrictos. Esto genera una confianza limitada en los potenciales inversores. «Las ONG, las misiones o proyectos de ayuda y desarrollo humanitario tienen un valor incalculable, porque el objeto de la inversión son las personas», explica Álvaro Ramos, sacerdote y misionero español en Honduras.

«Conocer la pobreza y las formas de ayudar debería ser una asignatura más en los colegios»

Álvaro Ramos, sacerdote misionero

Desde ese país, Ramos lidera proyectos de formación académica y humana para personas de los barrios más desfavorecidos. Allí las maras y la analfabetización forma parte de la vida cotidiana de miles de personas. «La aplicación de criterios empresariales a medio y largo plazo funciona muy bien en las misiones, pero para ello quien las gestione debe conocer cómo funciona una gran empresa», explica Álvaro Ramos. Él es perfecto conocedor de esta realidad, pues antes de ordenarse presbítero se dedicaba a la banca de inversión, un completo tiburón que colgó las botas para aplicar sus conocimientos empresariales y financieros en la erradicación de la pobreza. En opinión de Ramos, «conocer la pobreza y las formas de ayudar a erradicarla debería ser una asignatura en el colegio. Dentro del total de población mundial somos muy pocos los que gozamos de vivir en el mundo desarrollado. La realidad es otra, y nosotros estamos en una burbuja», explica.

Inicios

Para Ramos, conocer y hablar el lenguaje de la pobreza es esencial para poder trabajar por su eliminación. «Cuanto antes se aprenda, mejor, pues cuanto más tarde se conoce esta realidad mundial más se tarda en aprender a manejarla, como ocurre con los idiomas».

Gracias a una historia personal, él pudo aprender este particular idioma en primera persona, cuando a los 13 años se dio cuenta que los caddys del campo de golf donde solía jugar en Boadilla del Monte no disfrutaban del mismo nivel de vida que él. Después de terminar sus estudios en ICADE, trabajó en el prestigioso bufete Freshfields y se especializó en banca de inversión en Azora y el Bank of America.

Aunque dio un giro a su carrera hacia temas más sociales, como proyectos inmobiliarios asequibles, el tema de la pobreza seguía rondando en su cabeza, y nada de lo que hacía parecía satisfacer la necesidad de ayudar que había inundado por completo su corazón. Como ya había hecho otras veces, en 2010 acudió a un campo de trabajo en Honduras junto a la ONG Acoes, creada por el sacerdote misionero Patricio Larrosa. Podría decirse que esa experiencia le marcó para siempre.

Hoy, y desde su conocimiento empresarial, Álvaro Ramos trabaja para que miles de personas tengan una formación académica y humana que les puedan proporcionar un futuro próspero. «La inversión en estas personas es a largo plazo, y los beneficios se multiplican cuando muchos de estos chicos vuelven a Acoes a formar a otros niños. Es un círculo virtuoso», concluye este sacerdote misionero con vocación de enseñar.

Puede contactar con Álvaro Ramos enviando un correo electrónico a alvaroramos@acoes.org