Unión Europea
Los halcones del norte rechazan un fondo europeo anticrisis
Los países del sur, España incluida, quieren un mecanismo para ayudar a los socios de la eurozona en apuros si estalla un nuevo cataclismo económico como el de 2008.
Los países del sur, España incluida, quieren un mecanismo para ayudar a los socios de la eurozona en apuros si estalla un nuevo cataclismo económico como el de 2008.
Los ministros de Economía y Finanzas de la zona euro (Eurogrupo) se reunieron ayer en Luxemburgo con el objetivo de llegar a un acuerdo para poner en marcha un fondo específico para los países de la divisa europea. Mientras la ralentización de la economía del club comunitario comienza a ser una realidad y no un mero nubarrón en el horizonte, la zona euro sigue discrepando sobre el alcance de este nuevo instrumento. Fiel al guión de los Eurogrupos épicos, al cierre de esta edición no se había producido todavía ningún acuerdo. A pesar de esto, los ánimos de partida eran algo más optimistas que en citas anteriores. En la maratoniana reunión de junio, los titulares de los países europeos se limitaron a pactar algunos principios de esta nueva herramienta, pero no fueron capaces de consensuar el modo de financiación ni el tamaño. Este instrumento formará parte del nuevo marco financiero para los años 2022-2027 que se está negociando entre las capitales europeas, pero Francia y Alemania pretenden que su cuantía pueda aumentar a través de fondos adicionales de los países de la zona euro.
Como base del acuerdo, los halcones del norte, capitaneados por Holanda, han conseguido que este nuevo fondo se dedique tan sólo a promover la competitividad y la convergencia entre los países de la moneda única, con el objetivo de premiar a los Estados que pongan en marcha reformas estructurales para dinamizar la economía. De esta forma, se deja fuera la principal reivindicación de los Estados del sur, que también pretenden que este fondo pueda salir en auxilio de aquellos países en apuros como modo de mantener las inversiones en periodos de crisis y de no caer en espirales peligrosas. El propósito reside en evitar que se repita el patrón de lo sucedido en países como España, cuando el estallido de la burbuja inmobiliaria desencadenó la caída de la inversión pública y el agravamiento de la crisis. De momento, ni los más optimistas esperan que la palabra «estabilización» aparezca en el acuerdo final, ya que este termino se ha convertido en anatema para los defensores de la ortodoxia fiscal. Temen que la recepción de fondos desincentive la puesta en marcha de reformas económicas en el sur.
Pero aunque las palabras importan, el diablo está en los detalles. Y los países del sur confiaban en introducir por la puerta de atrás esta función de ayuda en momentos de crisis con efecto contracíclico. España defiende que este nuevo presupuesto tenga «valor añadido» respecto a otros instrumentos ya en pie y para ello estaba dispuesta a batallar para que prosperasen algunos de los elementos presentes en el borrador: posibilidad de que el porcentaje que tengan que cofinanciar los Estados sea mayor o menor según su situación económica, una cantidad de reserva asignada según las circunstancias o priorizar unas determinado tipo de inversiones sobre otros. «Son varios los mecanismos que podrían propiciarnos ese carácter anticíclico que nosotros defendemos», aseguró la ministra de Economía en funciones, Nadia Calviño. Si bien hace meses la delegación española amenazó con vetar una posible solución descafeinada, ahora todo indica que el pragmatismo se ha adueñado del Ministerio de Economía español, que prefiere avances, aunque sean leves, antes de la parálisis.
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