Sindicatos
José María Álvarez Líder de UGT Cataluña: un hombre de pacto
José María Álvarez Suárez se perfila como el nuevo secretario general de la UGT. Sustituiría a un Cándido Méndez que intentó a última hora –demasiado tarde se despertó– que un partidario del derecho a decidir en Cataluña que colocó a la UGT catalana en el Pacto por la Transición Nacional –a la independencia «off course»– ocupara el sillón de mando del sindicato socialista. Esta reacción tardía se podría sumar a un error de cálculo en la elección del candidato oficialista. Miguel Ángel Cilleros, secretario de la Federación de Movilidad y Consumo que agrupa transportes, comercio, hostelería y telecomunicaciones, es un buen sindicalista, pero «es un hombre gris y con poca empatía», a juicio de un dirigente del sindicato.
Álvarez lleva 26 años al frente de la UGT de Cataluña como secretario general, aunque llegó un año antes a la presidencia de la Comisión Gestora que puso fin al mandato del entonces secretario general, Justo Domínguez. No es un joven valor. Tiene experiencia y conoce tan bien el sindicato como el salón de su casa. Supo moverse entre bambalinas y conseguir los apoyos suficientes para acceder a la secretaría general. Méndez planteó hace dos años una gran reforma de la organización para adaptarse a los nuevos tiempos. Le obligaba la deteriorada situación económica que ha reducido los ingresos de recursos públicos como consecuencia directa de los escándalos de corrupción en materia formativa, y por los cambios de la estructura productiva y laboral de la economía española, que ha reducido la afiliación, la influencia en las pymes y sin alternativas para las nuevas hornadas de trabajadores eventuales en el sector servicios que ven al sindicato como un ente de otros tiempos. Méndez se propuso este cambio estructural reduciendo a tres las federaciones sectoriales cambiando el equilibrio de poder. Por eso, Álvarez se propuso como el mejor situado para pilotar esta reestructuración logrando el respaldo de las dos principales federaciones del sindicato –Metal y Construcción y Servicios Públicos– que no están dispuestas a perder su cuota de poder. Méndez no calculó esta nueva situación y, ya se sabe, cuando un aparato está de salida deja de ser aparato y su poder de influencia se reduce a la mínima expresión.
El periodo de mando de Álvarez no tendrá la duración del de su predecesor. Este asturiano que llegó a Barcelona para estudiar formación profesional al albur de aquel presidente de La Maquinista Terrestre y Marítima, también asturiano, y trabajar en los talleres de la empresa no estará en el cargo 22 años como Méndez. No por la limitación de mandatos, sino por razones biológicas. Álvarez cumple 60 años el próximo día 20 de marzo. Por tanto, su mandato será de transición.
El nuevo líder ugetista es un hombre pragmático que huye de posiciones maximalistas. Es un hombre de pacto y consenso que tiene muy buenas relaciones personales con el presidente de la CEOE, Juan Rosell, al que conoce desde hace años, y con el que alcanzó grandes acuerdos en materia de negociación colectiva, formación o resolución de conflictos cuando el patrón de patronos era presidente de Fomento del Trabajo, la patronal catalana. Siempre se ha movido bien en los pasillos del poder –tuvo magníficas relaciones con Pujol, fantásticas con Mas, y menos con Maragall y Montilla– y afronta cara a cara los problemas. Ciertamente no los rehúye. En los últimos años fue la muleta necesaria para el soberanismo. Su apoyo al derecho a decidir le llevó de bolos por toda Cataluña de la mano del independentismo. Ahora ha frenado su sarampión soberanista afirmando que quiere un referéndum en Cataluña «para decir que no» a separarse de España. Hasta hace poco tiempo su posición no era tan nítida. Sigue afiliado al PSC -partido que le aupó a la secretaria general- aunque hace años que no tiene militancia activa.
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