Economía

El equipo económico de Sánchez, en pie de guerra contra Iglesias

El equipo económico de Pedro Sánchez, harto de los reiterados ninguneos del vicepresidente, se ha levantado en armas

El vicepresidente segundo del Gobierno, Pablo Iglesias, líder de Podemos
El vicepresidente segundo del Gobierno, Pablo Iglesias, líder de PodemosefeLa Razón

¿Qué está sucediendo en el seno del Gobierno? ¿Qué ocurre cuando la puerta se cierra todos los martes y comienza la reunión del Consejo de Ministros? ¿Qué pasa cuando los focos se apagan y sus miembros se quedan en la más estricta intimidad? ¿Existen voces discrepantes? ¿Han logrado entretejer alguna relación de amistad? ¿Por qué no impera entre ellos la coherencia de criterios la hora de abordar una materia? ¿Por qué un día se dice una cosa y, al siguiente, sin inmutarse, lo contrario? Estas son las dudas que asaltan a propios y a extraños sobre el Ejecutivo.

Las respuestas a todas estas incógnitas, según un ilustre socialista consultado por LA RAZÓN, se resumen en una única: «El ansia de poder de unos egos desmesurados. Terrible combinación. Son lo que se llaman miserias humanas y no me tires por favor más de la lengua», reclama con sorna.

La realidad es que la debilidad parlamentaria de los socialistas, con tan sólo 120 escaños, ha colocado a su líder en una incómoda situación. «Lo ha dejado a los pies de los caballos, al albur de los deseos» de su socio de coalición gubernamental, asegura otro dirigente socialista consultado por este diario sobre la relación que mantiene Sánchez con Iglesias.

«Sólo hay que ver la cara de circunstancias» con la que compareció en la declaración institucional del martes pasado para presentar, junto a su vicepresidente segundo, las líneas maestras de los Presupuestos Generales del Estado de 2021, que minutos después aprobó el Consejo de Ministros. «No le quedó más remedio que decir amén a todo», puntualiza en alusión al órdago lanzado por Iglesias horas antes de la reunión del Gabinete.

En pie de guerra contra el vicepresidente

Después de las negociaciones entre ambas formaciones para alcanzar un consenso en torno a los Presupuestos, una sensación de resentimiento, de desconfianza, se ha apoderado de las relaciones que mantienen los dirigentes de Unidas Podemos y del PSOE. El resquemor también ha dejado su huella en el Gabinete de Sánchez, dividido por la mitad.

De hecho, su equipo económico, con Nadia Calviño a la cabeza, está en pie de guerra contra el vicepresidente, después de bendecir unas cuentas que consagran un alza excesiva del gasto en un momento de crisis como el actual.

La vicepresidenta tercera, con fama de economista ortodoxa, ha tenido que transigir en estos Presupuestos, como en su decisión de congelar el salario de los funcionarios en 2021. En diversas ocasiones, antes y después de las vacaciones estivales, ha defendido esta medida en privado y en público. A su juicio, en un contexto desinflacionista, como el actual, un crecimiento cero de las nóminas de los empleados públicos hubiera garantizado el mantenimiento del poder adquisitivo de los mismos y ahorrado 1.500 millones de euros a las arcas públicas y, así, a todos los contribuyentes. Precisamente, ese es el coste de subir el 0,9% sus retribuciones el próximo año.

Sin embargo, tuvo que dar su brazo a torcer más por la actitud desafiante del vicepresidente que por la presión ejercida por los sindicatos. Este alza salarial, que también afectará a todos los miembros del Gobierno, supone un claro agravio comparativo con el resto de trabajadores, los del sector privado, a los que la crisis más ha azotado al pasarles una elevada factura en términos de pérdida de empleos. Por si fuera poco, se calcula que esta crisis ha dejado a un millón más de personas en el umbral de la pobreza. De ahí que fuentes socialistas no lleguen a explicarse cómo el Gobierno ha adoptado este alza «sin sonrojarse». Estas mismas fuentes tampoco comprenden cómo es posible que los ministros no renuncien a este aumento. Algo similar ha sucedido con la voluntad del equipo económico de posponer la entrada en vigor de la reforma fiscal en ciernes de los retoques impositivos incluidos en las cuentas de 2021.

Alineado junto a Calviño y en contra totalmente del vicepresidente segundo se encuentra el ministro de Seguridad Social, que ya no oculta en público sus desavenencias con Iglesias. José Luis Escrivá ha advertido, por activa y por pasiva, que la medida impuesta por el podemita, a cambio de apoyar los Presupuestos, para agilizar los trámites de acceso al ingreso mínimo vital (IMV), lejos de conseguir este objetivo, camina en dirección opuesta, es decir, hacia una mayor carga administrativa y, por tanto, pondrá palos en las ruedas para que se pueda percibir con cierta celeridad.

El ministro ha explicado, a todo el que le ha querido oír, que él, que es quien controla y sabe del tema, ya llevó hace tres semanas al Consejo de Ministros los instrumentos necesarios para agilizar el cobro de la prestación, «algo que ahora ha echado por tierra Iglesias con tal de apuntarse el tanto» públicamente, matizan fuentes gubernamentales. Es más, Escrivá le desmiente, cuando alardea de haberlo logrado, tras una «dura pelea». Según estas mismas fuentes, de pelea, nada de nada. «Fue una imposición improvisada de última hora el lunes pasado».

La actitud de «soberbia» de Iglesias genera un gran rechazo y agotamiento entre el resto de ministros. Según confiesa un miembro del Gobierno a este diario, «él siempre tiene que dar la nota». Como botón de muestra de su comportamiento «mesiánico», su imposición de regular en cuatro meses el precio de los alquileres, en contra del criterio del ministro del ramo, partidario de esperar a adoptar esta medida cuando se despeje la incertidumbre que sobrevuela la actual escena económica.

A Sánchez no le quedó más remedio que aceptar esta condición como contraprestación a su respaldo a las «imprescindibles» cuentas de 2021, pese a desairar al titular de Transportes, a la sazón secretario de Organización del PSOE.

José Luis Ábalos ejerce de muro de contención de las quejas de los barones socialistas. El dirigente ya ha advertido al presidente de cómo se está complicando la situación en los diferentes territorios, levantados también en armas en contra de «los delirios de grandeza» de los de Podemos. Ábalos, fiel escudero de Sánchez, entiende a la perfección el malestar reinante entre el equipo económico del Gobierno ante los reiterados desafios de Iglesias. La única que se muestra equidistante entre unos y otros es la titular de Hacienda. La actitud de María Jesús Montero, encargada de negociar con los podemitas los Presupuestos, se explica, entre otras razones, por la relación distante que mantiene con Calviño, según fuentes socialistas. «Pertenecen a familias diferentes. No tienen nada qué ver una con otra».

En cualquier caso, unos y otros son conscientes de que solo con Podemos no podrán aprobar los Presupuestos en el Congreso. De ahí que estén dispuestos a pactar con todos los grupos y, especialmente, con el PNV y Ciudadanos. Una vez más, esa necesidad imperiosa de llegar a acuerdos puso en solfa esta semana cómo el Gobierno es capaz de recular, sin inmutarse, en cuestión de horas, sobre su decisión de subir la fiscalidad del diésel, rechazada por PNV y Cs. En este escenario, los socialistas están seguros de que Podemos seguirá apoyándolos, aunque se retoquen. Su confianza nace de la convicción de que Iglesias ya «dio la nota» con su órdago. «Ya no tiene esa necesidad, aunque con él nunca se sabe».