Torneos
Rolad Garros: Tierra conquistada
En 1989 Arantxa abrió el camino a una época de dominio español
¡Vamos!», se decía Arantxa, con el puño cerrado y la fe de los 17 años. Estaba en la final de Roland Garros, frente a Steffi Graf. Era 1989, con España pegada al televisor, emocionada con aquella niña, todo coraje, frente a una alemana inabordable, hasta ese día.
No fue un éxito pasajero, fue algo más, una demostración de que no había que ser la más alta o tener más experiencia ni siquiera ser la mejor técnicamente. Había que creer. Arantxa ganó a Steffi, pero, sobre todo, abrió una puerta, derribó todos los complejos que podía tener nuestro tenis y desde entonces, la tierra de Roland Garros se convirtió en el jardín de recreo de los tenistas españoles, su lugar favorito. Arantxa lo volvió a ganar dos veces, una en 1994, en una tarde fantástica, derrotó a la francesa Mary Pierce, 6-4 y 6-4, y en la final masculina, Bruguera ganaba a Berasategui. Era el segundo título consecutivo del español. En la academia de su padre Lluís se ha educado Muguruza. Ese mismo verano, Conchita ganaba Wimbledon.
Nadal tenía 12 años. Muguruza vivía en Venezuela y sólo tenía uno. Pero ambos crecieron viendo cómo el tenis español se imponía en Francia. Ya no eran triunfos heroicos, pero puntuales, como los de Santana o Gimeno. Había una estructura, había escuelas y muchos niños y niñas veían triunfar a los españoles. Moyá, Costa, Ferrero, la final que perdió Conchita. Y, por último, el terremoto Nadal, nueve veces. Bueno, último no, el penúltimo.
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