Sevilla
Paul Dorochenko, ex preparador físico de Federer: «Estaba medio loco de joven»
Dorochenko explica la transformación de un adolescente problemático que rompía raquetas a un caballero en las pistas.
Dorochenko explica la transformación de un adolescente problemático que rompía raquetas a un caballero en las pistas.
Por las manos de Paul Dorochenko han pasado y pasan muchos deportistas, entre ellos doce tenistas del «top 10» como Moyá, Ferrero, Dinara Safina y un joven Roger Federer, que en esa época era una persona muy diferente a la de ahora. Sobre sus años con el suizo y mucho más habla este fisioterapeuta, rehabilitador y preparador físico.
−¿Cuál es el «Método Dorochenko»?
−Se llama Allyane y es un sistema de reprogramación neuromotriz. Es decir, que con un casco que emite sonidos de baja frecuencia, puedes cambiar la motricidad, un gesto deportivo, de forma inmediata, y eso nos permite ahorrar mucho tiempo en aprendizaje motor. Con este método trabajé con Rakitic, cuando estaba en el Sevilla; y en el tenis he trabajado con muchos deportistas de alto nivel, el último fue Vasek Pospisil. Puedes mejorar con este método un gesto técnico como son el saque o la derecha, y también mejorar una sensación después de una operación, como fue el caso de Rakitic, que no pisaba igual después de una operación del quinto metatarsiano del pie derecho. Con el método, en una hora y media, dos horas, le puedes reprogramar la pisada normal.
−¿En dos horas dice?
−Sí. Es que activamos unas motoneuronas a las que llamamos espejos, y al final pasas la sensación de la pierna sana a la otra, y el cerebro se olvida de las protecciones que ha puesto cuando tenías la lesión.
−Hablamos entonces del poder de la mente...
−Sí, es que las neurociencias han cambiado mucho nuestra forma de ver las cosas. Hasta ahora la rehabilitación nuestra era bastante enfocada a una rodilla, ligamentos cruzados, meniscos, una cápsula, un músculo, pero detrás de todo eso hay un cerebro, y el cerebro fabrica el movimiento con las percepciones que tiene y cuando tienes una lesión mete de forma inmediata unas protecciones que son importantes, de flexión de rodilla, por ejemplo, pero después cuando te recuperas muchas veces el cerebro no entiende que la rodilla está operativa y que ya puedes volver a correr normal, a saltar normal. Al final la persona ya ha hecho una buena rehabilitación, ha recuperado la fuerza, no tiene dolor, pero no recupera la articulación como antes.
−También puede servir para prevenir lesiones...
−Exactamente, por eso alguien que tiene el cruzado anterior operado, si tiene unas protecciones que no se han levantado tiene muchas más posibilidades de volver a lesionarse que antes.
−Ha trabajado mucho con tenistas...
−Antes tenía más porque tenía una academia, la gente venía a verme, pasaban un sábado o domingo conmigo y volvían con el nuevo saque y ya está.
−¿Cuando estuvo con Federer ya utilizaba este método?
−No. Cuando estuve con Federer, empezaba a trabajar en lo que se llama las lateralidades y el ojo director. Empecé a entender que el tenis no es una técnica que viene de los pensamientos únicos que dicen que lo tenemos que hacer así. El tenis viene de tu cuerpo, y cada cuerpo es diferente. Federer, por ejemplo, es mano derecha y ojo director izquierdo, por eso que para Federer el plan de impacto en la derecha es muy adelantado, y su golpe natural es la derecha; cuando era joven los problemas los tenía con el revés. Wawrinka, Gasquet, Corretja o Albert Costa son diestros y el ojo director es el derecho, por eso el golpe natural es el revés. Se llama homogéneo cuando eres por ejemplo ojo izquierdo y mano izquierda, como Verdasco, o como Bruguera, que era ojo derecho y mano derecha, y homogéneo es mejor para el revés. Cuando eres cruzado, como Federer, o Nadal, que es brazo izquierdo y ojo derecho, el golpe natural es la derecha. En la vida normal hay un 30 por ciento de cruzados, para 70 por ciento de homogéneos, pero en el tenis de alto nivel hay casi un 60 por ciento de cruzados, porque es mejor tener una buena derecha.
−¿Cómo contactan con usted en Suiza?
−Estaba trabajando con Sergi Bruguera. Habíamos empezado el año con Marc Rosset y Bruguera, estaba trabajando con los dos, pero era complicado tener al mismo tiempo dos personas de alto nivel. Un día me vino el padre, Lluís, y me dijo que quería que trabajara sólo para ellos. Al final lo hice, dejé a Rosset, me fui con Sergi, y pasó ese año de estar el 80 del mundo, porque volvía de una lesión, al número seis. Eso era en el 97. En el 98 Sergi tuvo problemas personales, entró en una depresión, no ganaba muchos partidos, se fue al 30 o 40 y un día en Roma tiró un partido en primera ronda y me dijo: «Mira, no quiero trabajar más contigo, no porque no esté contento, es porque no estoy, no rindo, lo vamos a dejar». El tenis es un mundo pequeño y a la semana siguiente, me llaman de Suiza: «Tenemos un chaval de 17 años que se llama Federer y no juega mal. Me gustaría que vinieras a trabajar el físico con él». Y como yo estaba en el paro desde la semana anterior dije: «Vale, por qué no». Y me fui a Suiza, hicimos un contrato, me encargaba de la preparación física de Federer, y había otros entrenadores, Peter Carter, que se mató en un accidente de coche, y Peter Lundgren, que fue el que empezó a viajar con él.
−¿Y qué se encontró?
−La verdad es que era un chico muy complicado, con carácter, hiperactivo, estaba medio loco y sigue estándolo en lo privado. Era una buena persona, pero realmente muy complicado: tiraba los partidos, rompía las raquetas, se portaba mal.
−Llama la atención, porque ahora se le considera un caballero...
−Sí, pero eso ha sido fabricado, no es su personalidad. Federer cambió por tres razones: primero, que le pusimos un psicólogo deportivo que trabajó con él desde los 18 hasta los 21 o 22; después, tuvo poca experiencia con chicas, tuvo una pequeña novia, y enseguida encontró a su mujer, que es una persona ambiciosa, que viene de Checoslovaquia, le gusta el dinero, el poder, y al final ella ha protegido mucho a Federer, ha hecho una burbuja donde estaba Federer sólo para el tenis; y la tercera ha sido Nike, fue con mucho dinero y el departamento de márketing le dijo: «Mira, nosotros queremos que seas un gentleman (caballero)». El dinero de Nike le ayudó a comportarse mejor.
−¿Entonces piensa que es falso lo que hace?
−Él es muy buena persona, me acuerdo una vez que estábamos jugando al fútbol en el comité olímpico de suiza y me hice un esguince y el tío vino enseguida, me tomó el pie y estaba casi llorando porque estaba dolido de verme tan mal. Cuando era más joven le dejaba mi casa en Biarritz, en el País Vasco francés, para irse de vacaciones. No tenía dinero en ese momento, y realmente teníamos una muy buena relación. En la vida privada es una buena persona, pero no es la figura que tú ves en la pista de tenis. Cuando, por ejemplo, pierde con Nadal y le da la mano la gente desde fuera lo ve sonriendo, pero yo sé cómo está por dentro.
−Pero es normal estar así si pierdes una final de «Grand Slam»...
−Sí, es normal, pero realmente, cuando has trabajado con Federer, has conocido al Federer de verdad, ha cambiado tanto que dices: «Este tío no puede ser Federer». Cuando él tenía 20 años estábamos hablando con Peter Lundgren para empezar a viajar, y la misma semana tuve una oferta de Sergi Bruguera que se acababa de volver después de una operación. Su oferta era mucho mejor, más dinero, vivir en Barcelona... Y yo estaba tan cansado de Federe que decidí irme.
−Entonces, era habitual verle romper raquetas...
−Era muy complicado. No venía a la preparación física, lo ibas a buscar a su piso y la habitación era un follón, no sabías si estaba ahí o no. Pero a pesar de todo eso podemos decir que ha trabajado.
−Porque, ¿el talento nace o se hace?
−El talento lo tienes que trabajar todos los días, con el talento no es suficiente. A este nivel todos tienen algo especial, pero para mí Federer ha sido un producto muy fabricado. La técnica la tenía bastante bien de joven. Con 17 años ya se veía que este chaval, sobre todo con el saque y la derecha, ya tenía algo más, pero ha aprendido a restar, a volear, a jugar más de revés, a fallar menos, a comportarse mejor... Y eso al cabo de los años te crea un Ronaldo, un Messi, un Federer.
−Y ahora se ha medio reinventado...
−Federer no tiene otra vida que el tenis. Me acuerdo por ejemplo de Ferrero, que para mí era un chaval impresionante, como persona y como jugador, pero cuando lo ves con un coche Mercedes, una novia... Dices, algo se ha roto, y efectivamente en los años siguientes ya no fue el mismo Ferrero. Pero Federer no tiene otra vida: está con su mujer de muchos años, ya tiene familia, la familia viaja con él y no tiene otra cosa que el tenis. Federer está como un rey en el tenis. En la sala de fisioterapia se pone, bla, bla, bla y puede pasar tres horas. El tío está muy feliz en la ATP.
−Y además sigue ganando...
−Ahora el nivel de tenis ha subido mucho. Antes un chaval con 20, 22 años se podía meter en el «top 100». Hoy es muy complicado, sólo los «top», «top» se meten. Por eso ahora 28 años es la edad media del «top 100». Los tenistas se cuidan más, tienen preparador físico, tienen un fisio, cuidan la dieta, se gana más dinero y con él se pueden pagar personas más formadas... Si ves un poco el nivel actual, los jugadores ya tienen más de 30 años, pero se cuidan mucho. Yo cuando estuve con Pospisil estaba infeliz en este mundo. Antes, después de los partidos, estábamos todos los entrenadores a tomar cervecitas... Y eso ha cambiado. Ahora la gente está con su jugador, ni se hablan, ni se mezclan... Todo es más profesional, ahora estamos como en Fórmula-1, no puedes imaginar. Antes, mira, por ejemplo, en 2004 yo estaba en el US Open y trabajaba con Moyá y me llama el osteópata de Sampras, porque Sampras tenía una tortícolis brutal, y yo le dije que hablara con mis jugadores, él lo hace, le dicen que sí, manipulo a Sampras y gana el US Open. El lunes no se podía mover, el miércoles gana su primer partido y después el torneo. Eso a día de hoy no podía pasar, es imposible.
−Y ahora ha mejorado el revés...
−Se lo ha cambiado Ljubicic. El paralelo de revés de Federer es su golpe más débil; el cruzado no estaba mal. Cuando ves con el ojo izquierdo la zona de impacto es más atrás con el revés. La ventaja es con el golpe de derecha, pero en el revés, el golpe, como lo ves con el ojo que está atrás el plan de impacto es más atrás. Por eso a los que son cruzados como Federer o Feliciano López, les gusta el cortado de revés, pero el cortado es complicado porque lo tienes que hacer muy bien para que no te ataquen; Ljubicic es homogéneo (mano y ojo derechos) y le ha dado un poco más de confianza con este golpe. Cuando Federer jugaba contra Nadal su golpe natural, el cruzado, es hacia la derecha de Nadal; entonces, ahora que tiene un paralelo de revés más fuerte, y lo toma un poco más a bote pronto, molesta mucho más a Nadal que antes.
−Y tiene pocas lesiones.
−Es un jugador que tiene una técnica muy buena, y por eso no se lesiona. No vamos a comparar la técnica de Nadal y de Federer. Federer es mucho más jugador, pero Nadal tiene más mental, un físico brutal, es un atleta de muy alto nivel. Y Federer es bueno, rápido, tiene buen tiempo de reacción, pero no tiene las cualidades físicas de Nadal.
−¿Tiene relación con él ahora?
−Cuando estuve con Pospisil viajábamos a los mismo torneos y siempre hemos tenido buena relación. No nos llamamos de forma regular porque la vida nos ha separado. Al inicio yo le escribía cuando ganaba un torneo, pero como ganaba un torneo cada semana... Pero sí, tenemos buena relación.
−Alguna vez, en su época rebelde, se paró y dijo: «Mira, así no vas a ningún lado».
−Yo venía del boxeo, fui boxeador amateur en Francia, y Federer no paraba de pegarme en broma, y un día le dije: «Te voy a meter contra una pared, y la nariz la tienes gorda, pero la tendrás aún más gorda». Acabé cansado de él. Teníamos buena relación, pero él era complicado. No era consciente de sus límites, de cuándo parar. Tenía algo, no sé... Un día me dijo de la nariz: «No la tengo muy bonita, pero cuando sea número uno del mundo no la van a mirar».
−¿Ya pensaba que podía ser número uno en esa época?
−Me enfadé con él, cuando tenía 18 años, después de ganar la Orange Bowl, el campeonato del mundo junior, a la semana que volvemos a Suiza me hace un artículo en el periódico alemán Bild en el que dice que quería ser número uno. Y yo me enfadé, le dije que empezara ya a ganar a los jugadores de la academia, de la Federación, y ya veríamos después lo que pasa con ser número uno. Pero al final el chaval tenía razón, ja, ja, ja.
−De Peter Carter, el técnico que falleció, se acordó Federer tras granar el Abierto de Australia de 2017.
−Yo trabajé mucho con Peter Carter. Él es el real formador de Federer. Peter Lundgren fue el tío para viajar, que conocía a todo el circuito, a toda la gente... Pero el que realmente fabricó a Federer fue Peter Carter.
−¿Hasta qué edad lo ve jugando?
−Para mí, de verdad, puede jugar hasta los 40 sin problema. Lo dejará cuando empiece a perder contra gente más normal. No creo que pudiera aguantarlo, le gusta ganar, como a todos, pero a él más. Federer tiene esta cosa que tienen los «tops»: Zidane, Jordan... Cuando lo ves andar tiene una motricidad y tiene una forma de moverse que es impresionante. Su madre me decía siempre que no lo veía muy inteligente, y es verdad que nunca trabajó muy bien en la escuela, no fue muy buen alumno, pero el tenis lo vive tan bien, entiende la pista, lo que tiene que hacer, inventa. Muchas veces le das consejos y no te hace ningún caso, tú como entrenador te vuelves loco, porque al final se lo inventa. Él utiliza lo que le da la gana.
−Cuando le ve ahora le puede decir: «Eras insoportable de adolescente»; ¿o no quiere hablar de esa época?
−Él sabía que no era una buena época para él, pero no lo puedes cambiar. Nunca hubiera pensado que Federer hubiera sido el jugador del siglo, no me pasó por la cabeza, o no me pude imaginar verlo ganar en París, y lo hizo. ¿Cómo puede ser que en los 3-4 años de mi vida que estuve con él no pensara eso? Sabía que podía ser un gran jugador, eso seguro, pero de ahí a ganar 20 Grand Slams... Y creo que va a ganar más. Lo bueno para mí es que he hecho una pequeña parte de una historia, y no tanta personas han trabajado con él.