Tenis
Alcaraz, brazo de hierro y muñeca de seda para ganar a Arnaldi y meterse en cuartos del US Open
Carlos supera al italiano (6-3, 6-3 y 6-4) mostrando todo su repertorio tenístico y se mete en cuartos de final del US Open, donde se medirá al ganador del Sinner - Zverev
Carlos Alcaraz ya está en los cuartos de final del US Open y espera rival del partidazo entre Sinner y Zverev. Matteo Arnaldi cumplió su objetivo en Nueva York: ha confesado que cuando vio el cuadro se marcó como meta llegar al partido contra el número uno del mundo. Lo hizo y comprobó de primera mano de lo que es capaz el murciano, vencedor por 6-3, 6-3 y 6-4 en uno de esos días en los que se lo pasa en grande sobre una pista de tenis. ¿Y cuándo no? Pensarán algunos, porque el español ha traído aire nuevo al circuito y se ha convertido en el espejo de algunos de sus compañeros y compañeras. Gauff, por ejemplo, ha admitido que una de sus inspiraciones es ver cómo Carlos sonríe en los partidos, pese a la presión que lleva sobre las espaldas como número uno del mundo que es. Claro que a esa sonrisa enorme también ayuda que gana. Alcaraz ha reconocido que a veces habla consigo mismo y se plantea el debate: ganar o dar espectáculo, y la respuesta suele ser que no es incompatible.
Contagia esa idea de que el tenis es un show a los rivales. Harris en segunda ronda entró al juego, lo mismo que Evans después y ayer Arnaldi, que no dudó en aceptar el reto de las dejadas y los golpes de fantasía. Los «ohhh» se multiplicaron con dos tenistas entregados. Puede sonar a que se lo tomaron como una exhibición, pero ni mucho menos. Alcaraz apenas se dio un par de juegos de descanso en toda la tarde. Apretó siempre desde el resto, buscó el break en todo momento y si en el primer set lo logró en el sexto juego, en el segundo fue nada más empezar, para saber rentabilizarlo después y cerrar con otra rotura. En medio, la tenaz resistencia del espigado italiano de 22 años y un buen puñado de carreras y golpes que entusiasmaron al público.
Lo bueno que tiene el murciano es que maneja más registros que nadie. Le encanta el juego corto y su muñeca de seda le permite engañar al rival y firmar un puñado de globos de fantasía, como si fuera fácil tener el timing ideal para tocar la pelota en el momento justo y hacerla subir y después bajar. Si la dejada es ya casi patrimonio del español, la dejada para después superar a su rival por arriba, también. Pero cuando tiene que tirar duro, también acelera como pocos. Brazo de hierro le sobra para desbordar a sus oponentes por fuerza, aunque es verdad que los golpes salen principalmente de las piernas, de llegar perfecto para plantarse, pisar el suelo con fuerza y de ahí sacar la energía hasta trasladarla a la raqueta.
Hubo un rato en el que Arnaldi empezó a cazar al español con los passing, le pillaba a media subida y se la ponía a los pies y le hacía fallar la volea. Incluso llegó a ponerse por delante en el tercer set (0-2), al aprovechar las primeras pelotas de rotura que tuvo, para lograr un break en blanco. Fue su gran momento, pero no le duró mucho. Al juego siguiente no logró confirmar esa ventaja. Alcaraz estaba tan relajado que no se inmutó. Arnaldi siguió jugando de maravilla, pero no lo suficiente.
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