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Mito

Retirada de Federer: cómo el joven “medio loco que rompía raquetas” se convirtió en leyenda y caballero

El ganador de 20 Grand Slams pasó de ser un chico conflictivo a un ejemplo a seguir y el mejor embajador en la historia del tenis

Roger Federer y su último Grand Slam: el Open de Australia 2018 LUKAS COCHEFE

Si el mejor jugador de tenis de la historia es el que más Grand Slams ha ganado, Roger Federer no es el mejor jugador de tenis de la historia. Acaso importa... Porque la figura del suizo va más allá de tener un “apellido” en forma de cabra (Goat, en inglés, Greatest Of All Time, el más grande de todos los tiempos) o de tener al lado un 23, 24 o 25 Grandes. La felicidad no se mide en números y Roger Federer hacía y hace feliz a la gente, porque a pesar de llevar más de un año sin pisar una pista y de apenas haberlo hecho en los últimos tres, en las gradas de cada estadio ha habido pancartas recordando su figura, esperando su regreso. Federer ha ayudado a popularizar su deporte por todos los rincones del planeta, convirtiéndose en su mejor embajador. El factor éxito es imprescindible para llegar a la categoría de ídolo, y Roger lo ha tenido, y mucho. Pero es que en el suizo además se unió el cómo al qué, la manera de hacerlo, la elegancia en sus golpes o la forma de moverse en una pista como si no costara. «Es que ni suda», se decía. Pero claro que sudaba y tuvo que trabajar duro para llegar ahí.

Federer se retiraAntonio Cruz

Porque el Federer que todos conocen ahora no siempre lo fue. Sí el estiloso con la raqueta, ya que desde pequeño tenía cualidades, pero no el caballero, el hombre que sabía perder tan bien como ganar. «Estaba medio loco de joven», relataba para este periódico Paul Dorochenko, que fue su preparador físico cuando tenía 17 años. Le llamaron de la Federación Suiza porque tenían en sus manos a un gran talento, y esto se encontró: «Un chico con carácter, hiperactivo. Buena persona, pero muy complicado: tiraba los partidos, rompía las raquetas, se portaba mal. No venía a la preparación física, lo ibas a buscar a su piso y la habitación era un follón». Dorochenko admite que alguna vez tuvo que coger de la pechera al joven Roger porque no sabía medir cuándo una broma ya era de mal gusto.

Una rebeldía que confirmó en una radio de Argentina el ex tenista Coria, que compartió circuito júnior con Federer. «Nunca pensé que llegaría donde ha llegado. Era mentalmente terrible. Escuchaba música electrónica e iba con el pelo rubio. Se descontrolaba. El trabajo de quienes lo rodearon y, sobre todo, quien trabajó su cabeza, es para darle el premio Nobel». Una edad difícil que se ha llevado por delante a muchos deportistas, pero que Federer consiguió controlar porque le pusieron –cuenta Dorochenko– «un psicólogo deportivo que trabajó con él desde los 18 hasta los 21 o 22 años»; «porque encontró pronto a su mujer, Mirka», que le dio estabilidad y porque llegó Nike y le dijo: «Mira, queremos que seas un caballero». Lo mismo que años después «convirtió» a Nadal en un guerrero, con las camisetas sin mangas y los pantalones pirata.

El propio Federer reconoce como punto de inflexión un partido contra Safin en Roma en 2001: cada uno a ver quién decía la palabra más fea, quién protestaba más, y al verlo en la pantalla del marcador, sintió vergüenza y dijo que nunca más. La leyenda estaba a punto de empezar su camino y su primer gran golpe fue ganar a Sampras en Wimbledon 2001, cortando la racha de cuatro títulos en La Catedral del estadounidense. Desde ahí: los 20 Grand Slams, la rivalidad con Nadal y Djokovic, 6 Copas de Maestros, 310 semanas como número uno (237 de forma consecutiva), 103 copas levantadas en total... En la hierba de Londres fue donde el mito tuvo sus mejores momentos (8 coronas, más que nadie en la historia), arruinando a tenistas como Roddick, que sin duda mereció triunfar al menos una vez allí, pero chocó con el suizo, para terminar diciendo: «Me gustaría odiarte, pero eres demasiado buena persona». Fue tras caer en la final de 2005. La transformación había terminado: la madurez del tenista y del hombre.

La edad (41 años) y los problemas y operaciones en las rodillas en el final de su carrera le han llevado a tener que retirarse. Pero entre todos los récords que tiene Roger, hay uno impresionante: ha disputado 1.526 partidos y en ninguno, jamás, ha abandonado por lesión. Lo ganó (1.251 de ellos) o lo perdió (275). Está claro que nació para jugar al tenis, y lo hizo como nadie.