Tenis
La épica también está con Alcaraz: remonta una pelota de partido para ganar a Ramos en cuatro horas y media
El murciano Alcanza la tercera ronda de Roland Garros tras vencer al catalán por (6-1, 6-7 [7/9],5-7, 7-6 [7/2] y 6-4)
El primer partido de un torneo ATP que jugó Carlos Alcaraz en su vida fue contra Albert Ramos, el mismo oponente que ha tenido en segunda ronda de Roland Garros y que le ha llevado al límite (6-1, 6-7 [7/9], 5-7, 7-6 [7/2] y 6-4) para aprender una nueva lección: la de la presión que supone ser uno de los favoritos, la de que en el tenis hay que tener cuidado cada día contra cada oponente, que su deporte no es tan de color de rosa como le estaba yendo en este 2022. Claro que esa seguro que se la sabía el bueno de Carlitos, que supo sobrevivir a los momentos de máxima tensión a los que le sometió su compatriota: en el cuarto set, Ramos sirvió para ganar e incluso tuvo una bola de partido. En el quinto set, el barcelonés se puso 3-0. A todo eso supo hacer frente un chico que acaba de cumplir 19 años. Tampoco Albert se vino abajo y el resultado fue una batalla de 4 horas y 34 minutos. Pero la épica también está del lado de Alcaraz.
Aquel día de febrero de 2020 en Río, aquella primera vez, Alcaraz también ganó, en un encuentro muy ajustado (7-6 [7/2], 4-6 y 7-6 [7/2]), para después caer contra el argentino Federico Coria, en tres parciales (6-4, 4-6 y 6-4). En esta ocasión el murciano se dio cuenta de que el tenis iba mucho más allá de pegarle bien a la pelota con la raqueta, que necesitaba mejorar, aparte de su tenis, su físico, y ser cada vez más profesional en el sentido amplio de la palabra, en cuanto a la alimentación, el descanso...
Ojo, que sólo tenía 16 años.
Aprendió pronto una lección que no tardó en aplicar. Llegó la pandemia y desde su equipo consideran que todo lo que ha pasado con el fenómeno murciano, su progresión, podría haber venido un poco antes. También creen que está yendo todo demasiado rápido, que el crecimiento está siendo por encima de lo esperado, pero tampoco se trata de frenarlo, sino de tenerlo con los pies en la tierra, pero permitiéndole que piense en grande. Sólo con humildad se puede sacar un partido como este de Roland Garros.
Camino de su primer título oficial también se encontró Alcaraz con Albert Ramos: en las semifinales de Umag en 2021, e igualmente tuvo que disputar un tie break, que ganó (6-2 y 7-6 [7/3]). Esta vez, en París, el desempate cayó, en la pista Simonne Mathieu, la estrenada en 2019, del lado del catalán en el segundo set. Ramos está curtido en mil batallas: ganador de cuatro títulos individuales (todos en tierra), con doce participaciones en Roland Garros (una presencia en cuartos) y zurdo, lo que durante todo el encuentro molestó a Carlos. Comenzó como un rayo el número seis del mundo, pero su rival le hizo partido todo el rato, le abría ángulos, le hacía cometer fallos y se fue viniendo arriba. Empató a un set Ramos, tomó ventaja en el segundo, Carlitos se la recuperó, pero le volvió a romper para ponerse dos parciales a uno. La realidad era que si Albert mandaba era porque estaba jugando de maravilla: con el servicio de zurdo abierto en la zona de la ventaja sacaba de sitio a Alcaraz. Con la derecha le torturaba, primero tirando con efecto y después entrando en pista para fusilar hacia abajo. Además, en los puntos importantes no temblaba: 6 de 7 en bolas de break en todo el encuentro, por las 8 de 31 del murciano.
Pero si algo demostró Carlos fue madurez. No estaba teniendo los tiros o no le dejaba tenerlos su oponente, y ni sus dejadas eran letales, pero nunca le perdió la cara al encuentro, ni las formas. Un puño en dirección a su banquillo, un “vamos, vamos” cuando le salía bien, algún reproche pequeño por los errores... Todo mensajes positivos.
Pero esa calma no era suficiente ante un tenista que lo estaba bordando. Sólo dudó el catalán con 5-4 y saque en el cuarto set y con esa pelota de partido, en la que pudo hacer algo más: el revés se le quedó en la red, muy abajo. Perdió esa ocasión, pero era un volver a empezar, a seguir con todo lo que le estaba funcionando. Llegó después un juego de diez minutos y el segundo tie break, en el que sí brilló Alcaraz.
Había escapado del abismo Carlitos, pero ni mucho menos tenía el asunto resuelto. Menudo fue Albert Ramos, con su veteranía y su derecha, que sacaba constantemente a Carlos de su sitio natural y le impedía jugar agresivo como suele. Le tocaba defenderse y buscar lo imposible a un tenista que busca pegar duro (aunque tiene mucho, mucho más). Total, que Ramos comenzó con 3-0 el parcial definitivo. Pero tampoco ahí se hundió a Alcaraz, que llegó a igualar a tres con un punto de esos de los de Nadal cuando parece que corre hacia la nada, resbala, llega y la pone al otro lado contra la lógica. La locura estaba instalada en la pista. El público disfrutó. El thriller seguía: break de Alcaraz y 4-3. Ahora sí... Ahora tampoco. El martillo de Ramos siguió apretando e igualó la rotura y el partido: 4-4. A seguir peleando. Ya era una lucha física. Una carnicería casi. La ley de la supervivencia. Y ante la falta de tiros, tocaba sudar. El break definitivo de Alcaraz llegó en un punto memorable: Ramos tiró a la línea, se defendió Carlos; Ramos remató, se defendió Carlos; Ramos remató al otro lado, se defendió Carlos; y volvió a rematar, y se defendió Carlos, para que la siguiente bola de Ramos se fuera a la red. El catalán estampó la raqueta contra la red, de pura impotencia. El joven gana.
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