Entrevista

Santiago Sánchez Cogedor: «He aprendido a convivir con la muerte. A estar preparado para morirme ya, ahora mismo»

En el libro «Cómo sobreviví 15 meses entre rejas» cuenta su experiencia en una prisión de Irán cuando iba camino de Qatar para ver el Mundial

MADRID, 02/01/2024.- El español Santiago Sánchez Cogedor (c), detenido en 2022 en Irán cuando viajaba a pie hacia Catar con motivo del Mundial de Fútbol, a su llegada al aeropuerto de Barajas en Madrid este martes tras aterrizar desde Dubái tras ser liberado el pasado domingo. EFE/ Borja Sánchez Trillo
Llega a España Santiago Sánchez Cogedor, detenido en 2022 en Irán cuando viajaba a pie hacia Catar con motivo del Mundial de FútbolBorja Sanchez TrilloAgencia EFE

Santiago Sánchez Cogedor (Madrid, 1981) solo quería llegar a Qatar para ver el Mundial de fútbol. Su espíritu aventurero y su afición por el Real Madrid le habían llevado antes a viajar a Arabia Saudí en bicicleta para ver la Supercopa de España. A Qatar decidió ir andando, pero nunca llegó. Su camino se detuvo en Irán, donde fue encarcelado acusado de espionaje por visitar la tumba de Mahsa Amini, la joven asesinada por la Policía por no llevar el velo correctamente. Ahora cuenta su experiencia en el libro «Cómo sobreviví 15 meses entre rejas» (Editorial Alienta), pero no se le han quitado las ganas de aventura. En septiembre comenzará su vuelta a España en bicicleta, que se podrá seguir a través de su cuenta de Instagram, @santiago_sanchez–cogedor.

¿Pasó miedo?

Todo el mundo tiene miedos, inquietudes. Por supuesto que pasé miedo, pero esa palabra a día de hoy no la quiero ni mencionar porque aprendí a mirar a la cara al miedo, aprendí a enfrentarme al miedo. Muchos miedos yo los desconocía, como la soledad, el silencio. Son valores en nuestra sociedad muy lejanos. Tú no puedes llegar a sentir soledad plena y máxima en España, incluso en Occidente. Tú no puedes apreciar el silencio. Uno de mis miedos fue ese y aprendí a mirar a la cara a la soledad, aprendí a caminar de la mano por el silencio con mi miserable sombra. Un montón de cosas. Sí pasé miedo, pero aprendí a mirarle a la cara, a convivir con él y a superarlo.

¿Qué sentía cuando a alguno de los presos que conocía, a sus compañeros, los condenaban a muerte?

La muerte es una palabra que he incluido en mi diccionario de palabras buenas, de palabras bonitas, porque la muerte forma parte de la vida. Lo aprendí en Oriente Medio, aquí en Occidente nos pasamos la vida esquivando la muerte. No mola ni la palabra, no mola ni que te digan «te vas a morir». Es que te vas a morir. Yo también. He aprendido a convivir con esa palabra, a estar preparado para morirme ya, ahora mismo, porque es así. Porque forma parte de la vida. En mi vida hay muchas personas que se han muerto, muchas personas cercanas: mi segunda madre; un familiar mío se quitó la vida antes de salir yo de viaje, se suicidó. Y al principio yo sufría mucho con esta palabra, con la palabra muerte, pero estas personas me enseñaron que forma parte de la vida. No tenían tanta angustia cuando les condenaban a muerte. He visto muchas personas que se han ido, muchas personas que tenían terror y horror en su cara y muchas otras que me han dado una lección increíble en esto de la muerte. Hasta yo podía estar en esa lista, porque el espionaje en Irán está castigado con pena de muerte. Y allí la ejecución es colgarte de la horca. Eran unos sentimiento muy complicados, un mejunje muy raro de sentimientos, hubo muchos altibajos y muchos compañeros me dieron una gran lección para aprender y valorar esa palabra, la palabra muerte.

¿La incertidumbre es lo peor que vivió?

La incertidumbre es otra palabra que en el viaje a mí me llenaba mucho el alma. Yo me despertaba en una montaña, en un río, en la casa de una familia local y me ponía a caminar y no sabía dónde iba a dormir ni lo que iba a comer, pero yo era feliz. Estaba lleno, pleno, máximo, lloraba de felicidad por esa incertidumbre. Pero esa incertidumbre a la inversa me estaba matando. Yo no sabía cuándo iba a salir ni si iba a salir. Era todo un juego político, eran palabras marcianas: «Santiago, todo va bien, la negociación va bien, vas a salir pronto». Esto me lo dijeron en enero. En marzo, abril, «venga Santiago, que en junio sales». Julio, agosto, septiembre, esa incertidumbre me estaba matando. ¿Cuándo empecé a vivir en paz conmigo mismo? Cuando abrí los brazos, cuando acepté la situación, porque a mí me decían «aguanta, aguanta». Y yo decía: «no, que yo no soy un burro para aguantar». Yo tengo que aceptar la situación y vivir en paz. Muchas veces yo decía que no estaba en prisión, decía que estaba en un campus universitario, que yo estaba allí porque quería. Cuando yo abrí la puerta a la adversidad y la recibí con hospìtalidad, en ese momento yo empecé a vivir en paz conmigo mismo.

«Pasé miedo, pero aprendí a mirarlo a la cara»

¿El boxeo le ha ayudado a superar todo esto?

El boxeo y el fútbol a mí me han salvado la vida, incluso en prisión. Es una medicina natural, que la incluyo en mis hábitos diarios. El boxeo, el deporte, la naturaleza, leer, escribir, intentar comer sano, intentar dar al botón de la pausa. [En el momento de la entrevista está viajando a Madrid para dar clase de boxeo en el gimnasio Origen de Pablo Navascués]. Estoy yendo a las clases con una alegría que no te puedes ni imaginar. También lo practiqué en prisión. Daba clases de boxeo a muchos presos. La comba era un cable de la luz, los guantes eran toallas, nos enroscábamos toallas y hacíamos manoplas, hacíamos ejercicios y ahora lo estoy continuando en el gimnasio de Pablo.

¿Qué significa el fútbol para usted?

Cuando murió mi amigo Jorge en los atentados del 11 de marzo hicimos un equipo que se llamaba Jorge, Jorge Rodríguez. Murió con la ilusión de crear un equipo, hicimos un equipo de fútbol 7, ganamos la Liga. Yo me tatué su nombre, el nombre de mi amigo, me lo regaló su madre para mi cumpleaños y a partir de ese momento como el fútbol lo incluí también en mi medicina diaria. Me apunté a un club de fútbol, al Club Deportivo Valdeavero, en el que llevo 10 años. Yo tenía contacto con el capitán y con el presidente desde prisión y ellos seguían pagando mi ficha. Yo estaba en prisión, condenado a muerte y ellos seguían pagando mi ficha. Y también en prisión organizaba torneos de fútbol. Al embajador le pedía camisetas del Real Madrid y del Barcelona para organizar clásicos. A mí me hicieron el jefe de los deportes en la sección 1 de espionaje y. cuando alguien quería practicar fútbol o voleibol, o lo que sea, cualquier tipo de deporte tenía que preguntar por Santiago. Fíjate, un extranjero en una cárcel de Irán hablando persa y organizando torneos de fútbol, de voleibol. El fútbol en sí forma parte de mi vida también, casi casi a diario, porque me encanta practicarlo, porque me encanta ir a ver a mi equipo de fútbol que es el Real Madrid a cualquier ciudad o a cualquier país. Y lo primero que hice cuando llegué de prisión es ponerme en contacto con el club y preguntar si sería posible ir a ver a mi Real Madrid. Fue en Aranda de Duero en un partido de la Copa del Rey y ahí fue la primera vez que fui a ver al Madrid. Me recibió el equipo. Estuve hablando con Nacho, con Carvajal. Me dijeron que me invitarían a un partido al Bernabéu, que fui contra el Almería. También me recibió Florentino Pérez en el palco. Estuvimos hablando de lo que hizo el club para mi liberación, de una posible charla en Valdebebas para los jugadores, para presentar también el libro, porque en el libro sale reflejado el Real Madrid y los valores que inculca. El fútbol forma parte de mi vida.

«Lo primero que hice cuando llegué es ponerme en contacto con el club para ver a mi Real Madrid»

¿Le han quedado ganas de de repetir una experiencia así?

No se me han quitado las ganas. Al revés. Esto a mí me ha dado alas, que voy a seguir con mi vida. De hecho, estoy preparando un proyecto que consiste en dar la Vuelta a España. Lo iré publicando en mi cuenta de Instagram, que es @santiago_sanchez_cogedor. Ahí iré publicando todo el viaje. Iré dando charlas, iré a hospitales, me disfrazaré de payaso. Haré muchas, muchas cosas y muy bonitas. Así que por supuesto que no se me han quitado las ganas. Al revés, me dan ganas.

¿Volvería a viajar a Oriente Medio o eso ya lo descarta?

Podría, claro que sí, pero con mucha cautela sin hacer daño a mi familia.

¿Lo que más le preocupaba era hacer daño a su familia?

Ya no a mi familia, a cualquier persona, porque a mí me ha secuestrado un gobierno siendo inocente y es muy duro y muy jodido y muy complicado. Pero sí puedo hacer cualquier tipo de viaje, cualquier tipo de viaje que me diga mi corazón. Son sueños, no son proyectos. De momento no me apetece ir a esa parte del mundo. Creo que no me va a volver a pasar nada y por supuesto, en Irán saben que soy inocente, saben que no soy una amenaza para el país. Sí que voy a luchar por mis sueños. Sí que voy a continuar con este estilo de vida y ayudando a los demás, porque muchas veces la pregunta no es por qué ayudas, la pregunta es, por qué no ayudas. La vida se escapa, el tiempo pasa muy rápido y mañana puede que sea tarde. Así que por supuesto que que voy a seguir sumando, avanzando y luchando por mis sueños, porque es lo que me llena el alma, nada material, ni nada que puedas comprar me va a llenar tanto el alma como esa conversación, esa puesta de sol hasta incluso esa tarde en prisión, que no la cambio por nada. Esa charla en el patio con ese amigo tomando el té y sin nada que me perturbe, sin Internet, sin un teléfono y disfrutando del momento, porque lo dice la palabra, presente, es un regalo.

¿Le ha cambiado la vida de verdad?

Sí, sí, yo soy otra persona. El Santiago que se fue de viaje no es el mismo que el que ha vuelto y creo que eso le pasa a cualquier persona que haga un viaje, que salga de su lugar de confort. Sí, sí me ha cambiado la vida y a mejor. He aprendido a disfrutar de lo malo, me arrepiento de no haber disfrutado más como la soledad como el tiempo, como el silencio, porque Irán me quitó la libertad, pero me dio tiempo. A cambio, me dio un tiempo maravilloso que me sirvió para hacer un viaje por mi interior, para ver muchas zonas oscuras, para abrir la puerta de la felicidad, que es esa puerta que se abre para adentro.