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Alemania desata el patriotismo con la llegada de la Copa a Berlín
La "Mannschaft"de Joachim Löw desató hoy una ola del nuevo patriotismo "light"alemán con la llegada al país de la Copa del Mundo ganada en el estadio de Maracaná, la cuarta de Alemania, pero la primera que se queda en Berlín.
La "Mannschaft"de Joachim Löw desató hoy una ola del nuevo patriotismo "light"alemán con la llegada al país de la Copa del Mundo ganada en el estadio de Maracaná, la cuarta de Alemania, pero la primera que se queda en Berlín.
Mario Götze, autor del único gol de la final contra Argentina, y el resto del conjunto fueron recibidos al grito de "Fussballgott"-"Dios del fútbol"-, coreado por cerca de 400.000 aficionados concentrados ante la Puerta de Brandeburgo berlinesa.
"Sin vosotros no estaríamos aquí. Todos somos campeones del mundo", les saludó Löw, artífice de una "Mannschaft"que, a diferencia de las predecesoras que ganaron el título -1954, 1974 y 1990-, no está forjada alrededor de uno o varios astros, sino del término equipo.
Götze fue quien desató el mayor clamor, puesto que suyo fue el gol del minuto 113 del partido, pero la multitud se entregó con igual tesón a vitorear a Miroslav Klose, quien se convirtió en Brasil en máximo goleador de la historia mundialista, o a Jerome Boeteng, berlinés de padre ghanés.
Al defensa le correspondió el honor de saltar al escenario tras Löw y el resto de equipo técnico, junto con Sami Khedira -de origen tunecino-, Lukas Podolski -raíz polaca- y Mesut Özil -origen turco-, además de Per Mertesacker -cien por cien alemán-.
El primer grupo parecía condicionado a reflejar el tejido de esa Alemania actual, integrada por personas de distintos orígenes y llegados en distintas oleadas de inmigración.
Les siguió una segunda ronda, con Klose y Götze entre otros, danzando al son de un "así andan los gauchos (agachados), así andan los alemanes (saltando victoriosos)"que con seguridad no habría encajado bien un argentino con corazón dolido por la derrota en la final, de haber asistido a la fiesta.
Hubo muchos otros cantos de guerra -"así se ven los vencedores, shalalá-lalá", entre los más repetidos-, además del grito "Deutschland, Deutschland", mientras discurría sobre la pasarela el resto de la selección, hasta llegar a Manuel Neuer y Philipp Lahm, el capitán.
Para la multitud no había bajo el cielo berlinés más que una bandera -la alemana-, multiplicada al infinito en medio de la marea humana y exponente de un nuevo patriotismo festivo y bailarín, como Lahm y sus colegas danzando alrededor de la copa dorada.
Era una fiesta con un héroe colectivo, de acuerdo al espíritu de la selección que empezó a fraguar Löw siendo aún asistente de Jürgen Klinsmann -técnico alemán en el Mundial de 2006, en Alemania- y cuyo título mundial se hizo esperar, como lo hicieron los jugadores de regreso de Brasil.
El avión de Lufthansa que los transportó de regreso a Berlín salió con casi dos horas de retraso de Río de Janeiro, por un problema técnico detectado antes de despegar.
El aparato, bautizado como "Fanhansa Siegerflieger"-juego de palabras entre fans, vuelo y vencedores-, tomó tierra en el aeropuerto de Tegel en medio de una escenografía tan perfecta que parecía casi un anuncio de la compañía aérea, insignia de la aviación alemana.
A partir de ahí empezó un recorrido por la ciudad, primero en autocar cubierto y luego descubierto, que asimismo tenía ribetes de escaparate mediático para la marca del vehículo -Mercedes, siguiente emblema industrial alemán-, que por momentos no podía avanzar en medio de la multitud que le salía al paso.
Ya en la Pariser Platz, al pié de la emblemática Puerta de Brandeburgo-, la multitud que llevaba aguardando horas bajo el sol tuvo que esperar aún media hora larga más, mientras la "Mannschaft"se tomaba un tentempié de salchichas y cerveza en el balcón de la sede de un banco, siguiente patrocinador de la fiesta.
El último tramo hasta el escenario, de treinta metros de largo entre el pie del monumento y las cabezas de la multitud, fue un corredor entre más salchichas y cerveza, así como "selfies"con algún aficionado que había accedido hasta el último cordón de seguridad o entre los propios compañeros de la selección.
"Estoy aquí desde las 5 de la mañana", comentó a Efe Tamira, una muchacha de 16 años colocada en primera fila ante el escenario, que salió de su ciudad, Würzburg (sur del país), en coche, la noche anterior, con la familia al completo.
"Asistí a la llegada al país de todas las Copas del Mundo. Ahora por fin lo hago en mi ciudad, Berlín", explicaba Matthias Selig, con más de 70 años, quien vivió el paso de la de 1954 por Mannheim, la de 1974 en Fráncfort y la de 1990 en Bonn, capital federal del país en tiempos en que Berlín estuvo dividida por el Muro.
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