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«Javier Marías salió a celebrar el triunfo italiano en el Mundial 82 con una pegatina de Italia en la frente»
El periodista Alberto Ojeda repasa el Mundial 82 en el libro «Cuero contra plomo», una época marcada por el terrorismo en España y en Italia
El Mundial 82 es un campeonato que fue casi abandonado en la memoria colectiva española. La mascota, Naranjito, y la mala actuación de la selección hicieron que fuera mejor no recordarlo. Pero el periodista Alberto Ojeda lo ha hecho en el libro «Cuero contra Plomo», editado por Altamarea y galardonado con el premio Panenka de 2022. Un trabajo escrupuloso de documentación y un relato cuidado en el que con el fútbol conviven el terrorismo que en aquella época causaba estragos en España y en Italia, en el país organizador y en el que salió campeón del Mundo.
¿Cuál es el primer recuerdo que le viene ala cabeza del Mundial 82?
Yo creo que es tener en mis manos los cromos del álbum que todavía conservo como oro en paño, creo que es el primero que conservo y a partir de ahí comencé a coleccionar todos los de la Liga y el del 86 de México, por ejemplo, lo tengo completo y forma parte de mi colección, pero el hito original son los cromos del 82. También tengo recuerdos íntimos, como por ejemplo cuando estábamos de veraneo en Alicante ir con mi madre a El Corte Inglés y darle la brasa queriéndome llevar todos los productos de merchandising del Mundial, de Sport Billy y de Naranjito. Y más allá, dejando lo tangible, sí recuerdo mucho la ilusión que yo tenia dentro esos días previos al Mundial. Eso sí lo tengo fresco. Era un niño hiperexcitado, como creo que todos los colegas del barrio y como creo que todo el país por mor de este acontecimiento.
¿Qué tiene de especial el Mundial de Naranjito para generar esa ola de nostalgia?
Esto se puede responder en dos planos. Por un lado hay mucho cariño hacia ese Mundial y hacia esa mascota que en un principio fue repudiada por la sociedad casi en su mayoría porque quería unos iconos más castizos o más carpetovetónicos relacionados con la tauromaquia. Es un Mundial que genera la ilusión de organizar el campeonato más importante de un deporte que aquí tiene mucho arraigo, pero en el plano político y social era muy ilusionante para este país porque estábamos intentando construir unos mecanismos de convivencia que dejaran atrás periodos más oscuros, más hoscos y más cruentos. Era la ilusión general de construir una democracia en la que pudiéramos convivir en paz y homologarnos a nuestro entorno europeo y a su vez en un país futbolero que se celebrase el máximo acontecimiento futbolístico. Y luego también, paradójicamente a pesar de ese cariño, ha sido un Mundial muy olvidado y orillado. Por ejemplo, en las conmemoraciones y aniversarios apenas tenía impacto mediático, muy pocos medios se ocupaban de hacer un despliegue a propósito de las efemérides de rigor, cosa que sí se hacía con mucha pompa y circunstancia cuando había que conmemorar las Olimpiadas del 92. En cambio el Mundial estaba bastante orillado. Yo creo que en este 40 aniversario, a partir de ciertas iniciativas entre las que mi libro pone un granito de arena, ha reverdecido el recuerdo de los españoles. Y espero que vaya creciendo todavía más en la memoria colectiva porque es un hito muy importante en el asentamiento de la democracia en España y de proyectarnos hacia afuera con una imagen un poquito más abierta y más edificante que la de la dictadura.
¿Cumplió esa función de escaparate de una España más moderna?
Yo creo que sí, que fue un escaparate magnífico y que nos la jugamos con mucho riesgo porque teníamos bastantes papeletas para hacer un ridículo importante, como apuntaba aquel sorteo vodevilesco, el del Palacio de Exposiciones y Congresos, con los niños de San Ildefonso y con los jerifaltes de la FIFA que acabó en sainete. La cosa apuntaba mal porque el Mundial acogía por primera vez 24 equipos, el contexto político era inestable porque todavía estábamos en la Transición, aunque ya en los compases finales, pero todavía no estaba todo el trabajo hecho en ese terreno. La democracia no estaba atada y bien atada. Y había una crisis socioeconómica importante, bastante paro, bastante inflación, más incluso que la que hemos padecido y seguimos padeciendo y estaba el terrorismo como una espada de Damocles, porque había varios grupos terroristas activos en esa época, muy activos, y fundamentalmente ETA.
El terrorismo le sirve para hacer el paralelismo en el libro entre España e Italia, parecía que los destinos de los dos países estaban unidos en ese Mundial, pero la realidad fue muy diferente.
La gran originalidad de «Cuero contra Plomo» es poner frente a frente los anni di piombo italianos con los años de plomo españoles, sacar a relucir bastantes analogías como el paralelismo entre el compromesso storico que intentaron acuñar el Partido Comunista, que era muy fuerte en Italia, con la Democracia Cristiana, que eran las dos fuerzas hegemónicas. Dos de sus lideres, Enrico Berlinguer y Aldo Moro, intentaron gestar un pacto de no agresión en aras de la convivencia y algo así estábamos haciendo aquí con nuestra Transición. Hay bastantes simetrías y analogías y luego en el campo esas simetrías y analogías dejan de tener una plasmación sobre la hierba porque el rendimiento de las dos selecciones fue muy dispar. España pinchó de manera flagrante, también por las circunstancias políticas porque en este libro política y deporte están inextricablemente unidos, y en cambio Italia, contra todo pronóstico y a pesar de los precedentes nefastos o poco alentadores de su ronda inicial en Galicia, donde pasó por los pelos, muy a la italiana, consiguió levantar el trofeo en el Bernabéu. El Mundial coincide con los años dorados del fútbol vasco, de manera que el grueso de la convocatoria de Santamaría lo componían jugadores vascos que estuvieron sometidos a una presión brutal durante toda la competición y durante toda la preparación.
España ya se rompía entonces por las medias de Arconada.
Arconada, que era una figura muy querida por toda la afición española, de hecho se convirtió en el hombre anuncio, y que por otro lado fue un deportista que adoptó un perfil bajo en cuanto a lo político, no dijo esta boca es mía respecto a sus creencias o sus inclinaciones políticas, sí fue puesto en la picota por el público cuando salió a la cancha con unas medias blancas y muchos, sobre todo los más recalcitrantes, los más bunquerizados todavía en el franquismo vieron en eso un gesto de deslealtad y de abominación de la enseña nacional. Cosa que parece que tiene poco fundamento porque Arconada acostumbraba a jugar también en su club con medias blancas y parece que detrás de eso hay más una superstición que un desprecio a los símbolos comunes. Él no quiso dar explicaciones sobre eso, quizá por rebeldía, y nunca aclaró por qué. Fue una polémica excesiva y que recuerda bastante a la de Piqué.
¿Qué importancia tiene Paolo Rossi en este libro?
Paolo Rossi es la figura que detona el deseo de escribir este libro. De hecho fue su muerte en diciembre de 2020. Cuando me entero de la noticia me dejó bastante tocado porque era un ídolo infantil y un obituario de una de las principales cabeceras italianas que leí remataba diciendo que Paolo Rossi con sus goles en el Mundial 82 puso término al periodo cruento de los anni di piombo italianos. Y ahí se me encendió la bombilla de que había un arco dramático que podía desarrollarse de una manera literaria en un libro que recorriese los anni di piombo desde finales de los años 60 con aquellas revueltas estudiantiles que tuvieron su epicentro en Francia y que en Italia se enquistaron y devinieron en una miriada de grupos terroristas que ensangrentaron el suelo transalpino durante más de una década. Toda esa narración de aquellos años lo podría entrelazar con el desarrollo alucinante y maravilloso del Mundial para Italia. Y cerrando el círculo pensé que no podía dejar de lado los años de plomo españoles y con esos tres pivotes construí «Cuero contra Plomo», con Paolo Rossi y con los anni di piombo y los «años de plomo». La historia de Paolo Rossi es acojonante. Un hombre que llega sin rodaje al Mundial por la sanción del tottonero, los amaños en la quiniela, y que gracias al apoyo incondicional y a la fe que le tenía su entrenador, Enzo Bearzot, con el que estableció una relación casi paterno-filial consiguió convertirse en el héroe del Mundial.
¿Rossi e Italia hacen que los españoles se olviden de su fracaso y tengan un equipo al que seguir en el Mundial? Hasta les perdonamos que ganaran a Brasil.
Sí, no dejan de ser nuestros primos meridionales del sur de Europa y se da la circunstancia de que a Alemania durante el transcurso del campeonato el público español le cogió bastante gato. Primero los asturianos por el tongo contra Austria que perjudicó sobre todo a Argelia, que dio la sorpresa ganándoles en el primer partido. Los dos equipos ofrecieron un espectáculo lamentable al público gijonés, que se lo afeó vehementemente en el estadio e incluso en el hotel alemán con gritos e insultos. Alemania no gozaba de mucha simpatía, no se la ganó. Y su portero incendiario, Schumacher, dejando sobre el suelo de Nervión inconsciente a Battiston y sin pedir disculpas, con una pose chulesca, generó bastante animadversión. Encima eliminaron a España y esa superioridad física encarnada en su lateral izquierdo, Briegel, generó distancias. Estábamos casi todos con Italia, Por ejemplo, Javier Marías salió a celebrar el triunfo con una pegatina de Italia en la frente con el crítico de cine Antonio Gasset, que era su amigo. Javier Marías cuando se miraba a sí mismo en retrospectiva celebrando con una bandera de Italia y dándole al claxon del coche se sentía ridículo. Pero esa exaltación de un hombre comedido y casi circunspecto da la medida de cómo enganchó al público español la «azzurra».
Y da muestra de la pasión que genera el fútbol.
Sí, esa es una de las ideas fuerza del libro, cómo el fútbol puede tener una influencia política y social, cómo un triunfo en el plano deportivo puede ayudar de alguna manera a cerrar una herida, como fueron los anni di piombo, contribuye a ese efecto terapéutico y catártico, porque los italianos que había en el estadio, que probablemente eran de bandos contrarios, de derechas, de izquierdas, cuando marcaba Rossi en el estadio y en las plazas, en esa espontaneidad no se discriminaba de qué partido era el tipo que tenías al lado. Tuvo un efecto cauterizador muy importante. Es uno de los corolarios o conclusiones o lecturas del libro, qué relevancia y qué consecuencias puede tener este deporte y lo positivo que puede ser. También puede conducir a la barbarie en muchos casos, hay muchos casos de «hooliganismo» en la historia, pero puede servir para cauterizar en el caso de Italia unas cicatrices y una polarización social muy bestia y en el caso de España contribuir a una democracia incipiente. Aquel Mundial en términos sociales y políticos fue tremendamente benéfico.
Eso que vivió Italia en 1982 lo vivimos nosotros en 2010.
El triunfo de Italia se puede equiparar al de España en pleno agujero de las crisis económica y el bien que nos hizo a todos los españoles a los que nos gusta el fútbol e incluso a los que no les gusta, porque el Mundial concita a un público que va más allá de los futboleros. Hay gente que pasa del fútbol, pero en los Mundiales se mete de lleno en la locura futbolística. Y ahí hay una equiparación fundamental entre ambos casos.
Sobre el terrorismo hay dos momentos fundamentales en el libro, uno es que comienza con un atentado y otro la posibilidad de que ETA atentara en la final del Mundial. ¿Eso qué hubiera supuesto?
La primera imagen también es otro de esos impactos que dices «esta historia la tengo que contar», cuando estoy buscando en la hemeroteca y aparece la historia de este guardia civil. Después de que culminase la ceremonia inaugural en el Camp Nou, en la que se puso especial énfasis en los símbolos de la paz, con la paloma picassiana con su ramito de olivo que formaron los voluntarios con sus cuerpos y con sus camisetas, una ceremonia que apostaba por la paz y esa paloma a la hora ya estaba ensangrentada por el atentado contra un guardia civil en el puerto de Psasjes, al que dispararon y lo dejaron seco en su garita. Durante el Mundial, si bien no fue atacado directamente, durante su desarrollo ETA no dejó de atacar a sus objetivos habituales, políticos, industriales y agentes de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado. No atentó contra el Mundial, pero ese es uno de los grandes misterios que quedan, si no lo hizo porque no quiso o porque no pudo. En principio cabe pensar que no le salía a cuenta atentar contra futbolistas o entrenadores porque su imagen internacional quedaría muy tocada, como le sucedió a los grupos palestinos que atentaron en Múnich 72. Yo creo que si alguien tenía dos dedos de frente en ETA diría «a lo mejor no nos sale a cuenta cometer una salvajada en el Mundial», pero salvajadas siguieron cometiendo contra sus objetivos habituales. Algunos reporteros de la época sí apuntan, por ejemplo un reportaje que encontré de Diario 16, que se publicó en 1984 creo, que contaba que un atentado que hubo en abril en Ríos Rosas, contra un edificio importante, uno de los nodos de Telefónica, era una especie de preámbulo de lo que pretendían hacer en la final del Mundial, que era dejar sin señal la final atacando las telecomunicaciones, Telefónica y Televisión Española. Y ese tipo de ataque sí me parece más lógico y me cuadra más, porque es un ataque que puede ser más o menos incruento y aun así tener un impacto internacional muy potente. Y según estos reporteros aquel ataque en Ríos Rosas que dejó a cientos de miles de españoles sin teléfono por unas horas era un ensayo general de lo que querían perpetrar en la final.
Hay una frase muy significativa de los terroristas en el libro: «A nosotros también nos gusta el fútbol».
Es un mensaje que mandó uno de los portavoces de la banda. Pero eso había que cogerlo con pinzas o ponerlo en cuarentena. Los vascos, además, en aquella época estaban envenenados por el fútbol, porque sus equipos, la Real Sociedad, ganó las dos Ligas anteriores y el Athletic las dos siguientes. Los vascos estaban absolutamente enfervorizados por el deporte rey, incluidos supongo los entornos abertzales. Uno de los portavoces anunció eso, pero también por otro lado, hay que apuntar que una figura muy relevante de esa órbita ideológica, Jon Idigoras, dijo en «La Repubblica», que iban a aprovechar el escaparate del Mundial para reivindicar su causa independentista. Entonces hubo detenciones los días previos al Mundial con etarras con explosivos, y eso es una nebulosa que difícilmente hoy podamos esclarecer, cuáles eran las intenciones de ETA durante el Mundial. El caso es que la competición no se vio salpicada por la barbarie etarra, aunque durante el Mundial sí hubo atentados y hubo secuestros.
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