El periodista René Stauffer conoce a Roger Federer desde el comienzo de su carrera. O en realidad desde antes. Porque no pudo evitar sorprenderse que aquel chaval que daba sus primeros raquetazos en serio era el hijo de la simpática mujer que se encargaba de las acreditaciones en el torneo de Basilea.

Stauffer tiene la autoridad para escribir un libro como éste, «Roger Federer. La biografía definitiva», publicado en España por la editorial Indicios y que va más allá de hacer un recuento de sus resultados deportivos. Que no siempre fueron tan buenos y tampoco su comportamiento tan ejemplar como se vio cuando el suizo iba camino de convertirse en tenista.

Se trata de una biografía ampliamente documentada a través de los años de observación del personaje y de su entorno, pero sobre todo del conocimiento cercano conseguido a través de las múltiples conversaciones y entrevistas que tuvo con Roger a lo largo de su carrera.

Desde aquella primera aventura fuera de casa, cuando se marchó a una academia en la zona francófona de Suiza para mejorar su tenis y tuvo que enfrentarse a la soledad y al desconocimiento del idioma. Aquello le sirvió para comenzar a madurar y para dominar el francés con soltura, algo que le fue muy útil después. Para entonces Roger ya se había olvidado del fútbol, que en sus primeros años compatibilizaba con el tenis.

En la raqueta encontró la manera de ordenar su vida y su cabeza. El chico con problemas para controlar su ira se convirtió en un gentleman elegido como imagen por las marcas más prestigiosas. Viéndole vestido con una impecable chaqueta blanca en la final de Wimbledon nadie podría imaginar que rompía una raqueta detrás de otra cuando era más joven.

Stauffer cuenta también la importancia que ha tenido su mujer, Mirka Vavrinec, en la evolución del suizo como tenista. A Federer le quedó pendiente en su carrera conseguir un oro olímpico, pero fue en los Juegos donde conoció a su mujer y encontró la estabilidad emocional.

Y cómo un tenista puede convertirse en una multinacional capaz de gestionar todos sus derechos de imagen y deportivos. Y de dirigir su carrera con rumbo firme a pesar de los constantes cambios de entrenador y de, durante algún periodo, ni siquiera haber contado con uno específico.

Una historia que Stauffer conoce bien, con sus altos y sus bajos, especialmente por las lesiones en el último tramo de su carrera deportiva, y que queda bien reflejada en estas 320 páginas.