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El Atlético sufre sin necesidad ante el Valladolid
Acabó goleando el equipo rojiblanco (2-5), pero durante muchos minutos sintió que el partido se le podía escapar
El Atlético ha descubierto tarde que cinco minutos de inspiración le bastan para ganar los partidos. Cinco minutos de intensidad que le hubieran servido para estar peleando por la Liga en lugar de por el segundo puesto. Pero a veces esos cinco minutos necesitan algo de continuidad para que el equipo de Simeone no termine pidiendo la hora de manera precipitada. Como sucedió ante el Valladolid. Y el Atlético todavía no ha memorizado que vale lo que pasa durante los noventa minutos. Entre un comienzo y un final de partido espectaculares se le coló media hora de agujero negro que podía haberse tragado todo lo bueno que el equipo de Simeone había hecho antes.
Cinco minutos fueron los que transcurrieron entre el gol de Molina y el de Giménez. Marcaron dos defensas y el Atlético se sentía ya ganador del partido. Una sensación que aumentó con el tercero, que marcó Morata a pase de Griezmann.
Todo era sencillo para el Atlético, que presionaba arriba para recuperar pronto y que lanzaba el contraataque de una manera muy dañina para el Valladolid. Griezmann pudo haber marcado el cuarto a pase de Molina, pero el francés terminó el contraataque mandando la pelota por encima del larguero de Masip.
Con el gusto reciente del Atlético por dominar la pelota y cuidarla para llegar a la portería, el partido se asomaba a una goleada que el Atlético no terminó nunca de cerrar. Hongla, además, había sacado una pelota sobre la línea cuando Morata ya había superado a Masip en el mano a mano.
Pero el Valladolid no se rindió nunca y el Atlético acabó necesitando la ayuda del equipo local para liquidar un partido que veía que se le escapaba. Cuando más apretaban los blanquivioletas en los últimos minutos, Joaquín acabó empujando a gol un pase de Correa que no quería que llegara a Memphis.
El gol de penalti de Larin, el delantero canadiense que ha iluminado el ataque del Valladolid después del Mundial, dio ánimos a los locales para intentarlo en la segunda mitad. Un manotazo de Hermoso a Gonzalo Plata permitió al Valladolid marcharse al descanso con un gol.
Y ese gol cambió el partido. El Valladolid se acercó un poco más con el tanto de Escudero a la salida de un córner y el Atlético se echó atrás, una costumbre que no ha cambiado en esta segunda vuelta. Se pone por delante y se deja ir, esperando que sea el rival el que hace cosas. Y a veces el rival las hace, como hizo el Valladolid.
Porque, además del gol de Escudero, el equipo local lanzó dos balones a los palos. El primero, en un remate al larguero de Joaquín en un remate de cabeza. La jugada terminó en gol, pero Hongla, que acabó rematando, estaba en fuera de juego. Después fue Sergio León el que remató de cabeza a la escuadra de Grbic.
El Valladolid se sentía capaz de empatar, pero el Atlético se despertó al final y mucha culpa de eso la tuvieron Memphis y la mala suerte de Joaquín. Después de acabar rematando sin querer el cuarto del Atlético cuando quería impedir el remate de Memphis, era el único que podía evitar el gol del neerlandés, que era el quinto del Atlético. Joaquín cerraba la defensa del Valladolid cuando Memphis se acercaba al área sorteando rivales, pero un tirón muscular le impidió perseguirlo. Y Memphis acabó marcando el quinto con comodidad.
La goleada final no esconde los errores del Atlético, que se fue atrás para defender un resultado cómodo y acabó poniéndolo en peligro. Un «tic» del antiguo Atlético que no ha dejado atrás con esta nueva personalidad que muestra en la segunda mitad de la temporada.
Le falta mantener la intensidad durante todo el partido y le ha sobrado media temporada.