Copa del Rey
El Atlético no se olvida de sufrir contra el Sevilla (1-0)
Un gol de Memphis lleva a los rojiblancos a semifinales. Sergio Ramos y el VAR llevaron los nervios a la grada en los últimos instantes del partido
Sergio Ramos estuvo a punto de helar el corazón de los aficionados rojiblancos otra vez. Han pasado casi diez años, pero el recuerdo duele y cuando el central sevillista estiró la pierna para rematar cerca de la línea la pelota que había peinado Ocampos en el primer palo renacieron las pesadillas. Pero no era el minuto 93 ni el Metropolitano está en Lisboa ni el blanco de la camiseta de Sergio es el del Real Madrid.
Respiraron los aficionados y respiró todo el Atlético, al que le había costado mucho llegar hasta allí, hasta el minuto 85 con un gol de ventaja en el marcador.
Pero todavía les quedaba por sufrir. Diez minutos después Gil Manzano vio penalti en una entrada de Barrios a Lamela dentro del área y el tiempo se detuvo. El canterano fue a corregir un error previo, una pérdida de balón que dejó al argentino camino del gol. El videoarbitraje reactivó la circulación de los aficionados. Barrios tocó la pelota y Lamela chocó con él por la inercia. Sigan, sigan. Giménez lo celebró como si fuera un gol y Witsel se volvió hacia la grada para festejar como si se hubiera acabado el partido. Y cuando Oblak sacó de portería el árbitro señaló que se había cumplido tiempo. El partido se había acabado de verdad. El Atlético estaba en semifinales.
¡Qué manera de sufrir!, ya lo dijo Sabina. No tenía nada que ver el Atlético con el que se vio hace una semana en el mismo escenario contra el Real Madrid. Ni el fútbol ni la intensidad ni la motivación eran los mismos. Y tampoco era el día para que marcara Griezmann, el hombre que acostumbra a solucionar los problemas en el equipo de Simeone. El francés se fue a lanzar el penalti que le habían pitado a Molina, desafió a Nyland, el portero noruego del Sevilla, con la mirada y resbaló antes de pegar a la pelota, que se marchó por encima del larguero, buscando la zona alta de la grada. Sonrió al levantarse. Una sonrisa de fastidio.
Intentó redimirse después, en la segunda mitad, pero estaba en fuera de juego cuando mandó la pelota a la red. Fue casi lo último que pudo hacer sobre el césped. Pasada la hora de partido Simeone prescindió de él y de Morata para hacer hueco a Correa y a Memphis. El Cholo sacaba del campo a sus dos máximos goleadores con el partido empatado a cero. Aunque no era el remate el problema del Atlético, que apenas era capaz de llegar al área del Sevilla.
Lo pareció, porque la primera pelota que tocó Memphis fue para adentro, pero estaba en fuera de juego cuando recibió el pase para encarar a Nyland en el mano a mano. Otra ilusión en vano para los rojiblancos.
Los cambios acabaron dando la razón a Simeone porque el neerlandés acabó marcando el gol que llevaba al Atlético hasta las semifinales al rematar un pase de Correa. Y al argentino se la dio Llorente. Tres de los que habían entrado en la segunda mitad para cumplir con las tradiciones. Ningún equipo saca tanto rendimiento a sus jugadores de banquillo como el Atlético.
El gol, además, llegó cuando el Sevilla más se acercaba a la portería de Oblak. Quique Sánchez Flores había mandado a su equipo a protegerse desde el comienzo. Cada vez que agarraba la pelota uno de sus jugadores tenía que recorrer medio campo para llegar al área de Oblak. Y nunca llegaba. El único peligro para el esloveno eran los pases que le daban sus compañeros para que jugara con el pie. Uno lo mandó a córner, igual que le pasó en Granada y un día le van a dar un disgusto al Cholo con esa costumbre.
El Sevilla se estiró cuando quitó a Isaac, su único delantero, y dejó a Ocampos arriba en solitario. Su defensa se colocaba más arriba, Rakitic daba sentido al juego y el argentino necesitaba carreras más cortas para crear peligro. Y cuando marcó Memphis, Quique metió a Rafa Mir, un delantero que se pasa la vida en la puerta de salida del Sevilla pero nunca se acaba de ir. Y con él en el campo, casualidad o no, el Sevilla se acercó más al gol.
Pero no llegó y el Atlético cerró con un partido pobre pero intenso su presencia en las semifinales de la Copa. Y con Griezmann y Morata en el banquillo. Porque a veces Simeone, un entrenador que no destaca por su valentía en el juego, no tiembla a la hora de tomar decisiones.
Los jugadores en el campo le dieron la razón. Y Sergio Ramos, que recibió pitos cada vez que tocaba la pelota y que a punto estuvo de despertar a los fantasmas, se fue saludando.
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