Fútbol
¡Que vuelva el público a los estadios!
El momento idóneo sería a la vuelta de la Semana Santa si, como parece, los índices de contagio se han amortiguado. Hay que intentarlo
La gran delicia de la Super Bowl entre los Tampa Bay Buccaneers y los Kansas City Chiefs fue contemplar a un bigardo de 43 añazos, Tom Brady, el maridísimo de Gisele Bündchen, alzarse con el trofeo que distingue al campeón anual de fútbol americano (NFL). Los pronósticos situaban como claro vencedor a la nueva estrella del espectacular deporte estadounidense, Patrick Mahomes, y todos se equivocaron. Brady sigue siendo el rey. La paliza fue de las que hacen época: 31-9. Más allá de la épica de Brady, que le emparenta ya por derecho propio con Jordan, Ali, Nicklaus, Schumacher, Federer, Pelé y el resto del reducidísimo elenco de los más grandes de todos los tiempos, hay que resaltar la gozada que supone ver público en las gradas. Algo que no es de aquí ni ahora.
Los espectadores regresaron a la NFL ya en septiembre sin que se hayan registrado contagios masivos ni nada que se le parezca. Entre otras cosas, porque son eventos al aire libre. A la finalísima de Florida acudieron 22.000 de los 66.000 espectadores que caben en el estadio Raymond James que, casualidades de la vida, es donde juegan de local los Bucaneros de Brady. No hace falta ni teclear la calculadora para deducir que se cubrió el 33,3 por ciento del estadio. Menos es nada. La misma escena estamos presenciando estos días en la central del Open de Australia, la Rod Laver, donde en la primera jornada se juntaron 17.922 personas; en la segunda, 17.381; en la tercera, 19.900 y en la cuarta, 21.200. Cierto es que este viernes se suspendió hasta el próximo jueves la presencia de público en vivo por un contagio de ¡¡¡cinco personas en un hotel cercano al aeropuerto!!! Ya se sabe que los australianos se la cogen con papel de fumar.
Y no sólo son el fútbol americano o el tenis los deportes que han dado el banderazo de salida a la nueva normalidad. También el fútbol-soccer ha abierto las puertas de los estadios. En cualquier partido de la Champions o de la Europa League que se disputa en el este de Europa vemos espectadores, normalmente ese 33 por ciento que permite la UEFA y que a ningún equipo español se le ha autorizado hasta la fecha. El mismo porcentaje que imperaba en la Premier, que abrió las puertas a principios de diciembre y las volvió a echar abajo cuando la cepa británica provocó un megaestallido de casos.
El 33 por ciento de normalidad también impera en los encuentros de Copa del Rey. Los campos de los modestos no dejan una butaca vacía. Lo vimos en el Ciudad de Lucena-Sevilla, en el Ibiza-Celta, en el Tomares-Osasuna o en el Yeclano-Valencia, entre otros. La gente se sienta perfectamente espaciada con sus mascarillas, presencia los partidos como en los viejos tiempos y hasta ahora no se ha detectado ningún contagio. No entiendo a qué espera el Consejo Superior de Deportes para dar el nihil obstat a la nueva normalidad en los recintos deportivos, al menos, en los que están al aire libre. Lo contrario es un suicidio.
El Real Madrid, por poner el ejemplo más gráfico, el equipo más rico de nuestra Liga, dejará de ingresar este año los 180 millones que tiene presupuestados por ticketing, que es como toda la vida de Dios se ha llamado al taquillaje y a los palcos. Teniendo en cuenta que el Camp Nou cuenta con 16.000 localidades más, el drama del Barça será lógicamente mayor: el roto superará los 200 millones. Quienes menos padecerán este agujero serán los equipos con campos minis, mismamente un Getafe, un Eibar o un Huesca, que con los derechos de TV tienen garantizada la temporada.
Sea como fuere, hay que dar el primer paso de una vez, el momento idóneo sería a la vuelta de Semana Santa si, como parece, los índices de contagio se han amortiguado. Con distancia social y, obviamente, aforos reducidos que se irán incrementando cuidadosamente, la salud de los espectadores está garantizada porque la intemperie hace el resto del trabajo. Hay que intentarlo. Si no, la política del sostenella y no enmendalla acabará devolviendo a nuestro fútbol a la primera década de este siglo en el mejor de los casos. Y tendremos que olvidarnos de ganar títulos a nivel europeo porque no habrá un chavo para fichar. Aquí no tenemos Nassers, Abramovichs, Glazers o Mansours, oligarcas, megaempresarios o jeques que tiran de chequera como si no hubiera un mañana cuando vienen mal dadas. Abrir o morir económicamente, ésa y no otra es la cuestión.