Viaje al núcleo de la fachosfera
Pedro Sánchez e Idafe Martín desde «El País» ponen de moda un término con el que se señala a anónimos y a los columnistas de los medios que no siguen al sanchismo
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Idafe Martín Pérez fue quien importó el término de moda, «fachosfera», a España. Tal y como este periodista canario explica, «fachosfera» es una traducción literal del francés «fachosphère», que originalmente, en el mundo francófono, se refiere a una nebulosa (sin zorras) que va de tiktokers a blogueros o youtubers. «Por ejemplo, las campañas en Facebook del partido de Marine Le Pen».
Pero obviemos el significado galo para centrarnos en nuestra reserva de la fachosfera ibérica: «Yo lo uso para englobar a medios y periodistas. En mis columnas es muy raro que hable de informaciones, hablo de columnas de opinión», acota el padre de la criatura, antes de añadir que «Pedro Sánchez y Óscar Puente le dan un uso más cercano al mío que al francés».
Antes de que el concepto cobrase fama hasta el hastío, Idafe comenzó a utilizarlo en sus columnas diarias de campaña electoral en «El País», bajo el dintel «Libre de estilo». La primera vez que hay registro de «fachosfera» en sus artículos es el 19 de julio de 2023, fecha en la que Vingegaard sentenciaba su segundo Tour de Francia. Luego lo utilizará recurrentemente como una marca: «Algo que sirviera para mover las columnas que empecé a hacer», explica el también corresponsal del diario «Clarín» en Bruselas.
¿Pero cómo empezó todo? Fue, según relata este periodista, la directora del periódico de Prisa, Pepa Bueno, quien le llamó, antes de las elecciones del 23-J, para que hiciera en las páginas de «El País» lo mismo que hacía en su cuenta en X (antes Twitter): «Identificar mala praxis, bulos e inventos mediante la crítica de medios» y, aquí viene lo más polémico y que tantas ampollas ha provocado en el gremio, «señalar a quienes convierten la profesión periodística en una pocilga».
Porque sí, «señalar está bien», asegura el autor de «Libre de estilo»: «El corporativismo mal entendido, el no señalar con nombre y apellidos a quien convierte esta profesión en una pocilga, es un error que nos ensucia a todos». Y prosigue: «Porque decir ‘‘en El Mundo’’ y meter a toda la redacción en el saco cuando las manzanas podridas son cuatro es injusto. Hay que poner los nombres de los cuatro. No significa que quien aparezca ahí sea, a mi juicio, facha».
Un ejercicio con el que no está de acuerdo José F. Peláez, el Jude Bellingham de «ABC»: «Me parece muy triste ser un mamporrero del poder. Él (Idafe) cree que se mete con otros columnistas y lo que está haciendo es el trabajo sucio al poder. Nuestra labor como columnistas es hablar del poder, no hablar de otros columnistas; ni Bustos, por ejemplo, ni yo somos personajes mediáticos». Y le brinda un consejo: «Haga lo que haga, que escriba bien, por favor, que si sigue escribiendo así de mal no va a entrar en Granma», bromea en referencia al periódico del régimen cubano.
No es Peláez, desde luego, el blanco favorito de Idafe Martín, quien en la recopilación de sus textos «sólo» aparece citado en cuatro ocasiones. El premio al «fachosférico» del año está disputado entre el digital «The Objective», con 19 menciones, y el subdirector de «El Mundo» y también columnista, Jorge Bustos, con 24 meritorias apariciones. «‘‘The Objective’’ tiene un tonillo intelectualoide que esconde opiniones de lo más ultra que hay ahora mismo en los medios españoles. Es una opinión, claro», explica el importador de la fachosfera.
Marcos Ondarra, periodista del digital dirigido por Álvaro Nieto, replica que «la fachosfera es el cacapedoculopís de la crítica de medios, e Idafe, por mucho que cite a Kapuscinski, es tan sólo un bufón del nuevo Régimen». Y abunda: «Jamás la crítica de medios (una práctica habitual en paises como el Reino Unido) se había vulgarizado tanto. Idafe la realiza desde el mayor conglomerado mediático de España, Prisa, hacia medios digitales con menos recursos; jamás se dirige hacia medios progresistas y muchos menos hacia la cabecera para la que colabora, que sería lo verdaderamente valiente».
En esa misma línea está Peláez, a quien le llama la atención que no haga el mismo trabajo «como policía de asuntos internos y empiece por ‘‘El País’’, que en cuanto a ‘fake news’, propaganda y mentiras es top3 mundial». «Yo hice dos columnas con críticas a dos grandes nombres de ‘El País’: Cebrián y Vidal-Folch. No hago más porque entiendo que mi trabajo es contarle al lector de ‘El País’ lo que se escribe en otros medios», se justifica Idafe Martín. Y en relación a la crítica unidireccional, asegura que «si vamos a los más radicales, en la izquierda hay muchos menos medios que en la derecha, así que si el nivel fuera el mismo, habría menos material. Creo que en la ‘rojosfera’ puede haber opiniones igual de sectarias, pero hay menos bulos».
Para Bustos, de quien el autor de «Libre de estilo» afirma que «es el más radical de los columnistas conservadores y nadie le supera en la fachosfera», «en el boxeo hay que respetar los pesos: las moscas han de pelear con otras moscas. No conviene ilusionarles con nuestra atención, porque les haríamos un daño innecesario». Se nota que es discípulo de David Gistau en en «el puto folio en blanco» y en el ring.
Entonces, ¿está bien que unos columnistas señalen a otros, o a lo que consideran malas prácticas o mentiras? ¿Perro no muerde perro? ¿o sí? «Los perros siempre han ladrado, mordido y devorado a otros perros. No es original. Otra cosa es afirmar que las opiniones y los análisis distintos son ‘bulos’. Eso es mala praxis o ignorancia. Quizá las dos cosas», opina Jorge Vilches, columnista en LA RAZÓN. Para Ondarra, «el perro no come perro es una máxima violada recurrentemente en la profesión periodística, y máxime en las últimas décadas».
Chapu Apaolaza, que recién tuvo un agrio debate en redes con Idafe Martín, clasifica a los lectores en admiradores fieles que nos perdonan todo y gente que nos lee para acordarse de nuestros muertos; decepcionado con el periodista tinerfeño, al que tenía por un fiel lector-odiador, asegura que «resulta encomiable su trabajo pues su afán por señalar compañeros parece verdaderamente vocacional. Hubiera sido más bello si esa inquina hubiera sido voluntaria, pero nos encontramos ante un odiador profesional, un odiador en nómina. Tampoco debería ser motivo de vergüenza: cada uno tiene el derecho a ganarse el pan como puede».
Vilches va más allá, afirmado que «la fachosfera no existe»: «Es un invento para señalar, denigrar y perseguir a quienes piensan diferente. Es una táctica totalitaria muy vieja. No he escrito sobre esta cuestión porque me parece un tema menor, como el importador del concepto».
«El perro no muerde perro no nos hace inmunes a la rabia. Al contrario, permite a esta propagarse», zanja Idafe Martín. ¡Guau!