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"Moríos": ¿habrá alguien que nos cuide cuando seamos ancianos?

Joan Arqué y Anna Maria Ricart se detienen en la tercera edad para reflexionar sobre el trato que se da a estas personas
La residencia de ancianos a la que es llevado a la fuerza el personaje de Oriol Genís (en el centro) es uno de los dos espacios de la piezaMarta G. Cardellach

Madrid Creada:

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Se presentan de nuevo en Madrid (ya lo hicieron la pasada primavera con «Hay alguien en el bosque») como Cultura i Conflicte –«un equipo de profesionales que creen en la capacidad de la cultura como motor de diálogo y reflexión y como herramienta de transformación social», como se definen– y no tardan en dar muestras del porqué de su propio nombre: Joan Arqué dice «A» y Anna Maria Ricart «B». Él se muestra optimista; ella, «mucho más pesimista», dice. Ríen. Se dan la mano. Y continúan a lo suyo.
Nos contaron en la pandemia, cuando necesitábamos un horizonte en el que creer, que saldríamos mejores y que aprenderíamos a cuidar a nuestros mayores; y hoy, cuatro años después, todavía nos cuesta creer que la sentencia fuera cierta: «No veo que haya mejorado nada», afirma la dramaturga. Pero ahí está Arqué para demostrar su positivismo casi patológico por defecto profesional: «Quiero mirar el vaso medio lleno. Hay gente que hace cosas interesantes»... Será por eso de que lo suyo son las payasadas, concretamente las de Arquetti, «el malhumorado y bonachón» de Rhum & Cia., como lo define Juan Mayorga, director de la casa que los acogerá hasta el 21 de enero, el Teatro de la Abadía (Madrid).
En el centro de la discusión (y de la escena) aparecen los ancianos, protagonistas de este «Moríos» («Moriu-vos») que Arqué y Ricart –director y autora– idearon con el confinamiento de Igualada en marzo del 20, uno de los primeros de toda España. Estrenaron en el Temporada Alta y setenta funciones después llegan a la capital con «un proyecto que fija su mirada en los viejos, en los mayores [hablando con eufemismos]», explican.
"Los mayores han pasado de ser figuras de autoridad moral a personas inútiles"
Ha cambiado mucho la percepción que tenemos en el mundo occidental sobre ellos: de figura de autoridad moral, «a la que se le atribuía sabiduría y experiencia, y que desempeñaba un papel central en la estructura familiar» –apuntan–, han pasado a ser unas personas inútiles, que no entienden cómo funciona el mundo y a quienes debemos apartar para que no molesten: «Les hemos arrebatado la voz a los ancianos, los hemos infantilizado e incluso invisibilizado. Además, a pesar de que nuestra sociedad está cada vez más envejecida, el sistema capitalista los considera un excedente: no producen y no consumen de la forma como lo hacen los jóvenes y los adultos», sostiene la pareja. El edadismo se impone y la carrera es contra el tiempo en un intento inútil de no envejecer. Por ello «Moríos» sitúa el cuerpo como punto de partida de su investigación y da a la coreógrafa y bailarina Sol Picó la responsabilidad de su movimiento.
El antropólogo Eudald Carbonell afirmó que «la especie humana está colapsando» y que «si no hacemos algo emocionalmente inteligente, desapareceremos»; y el equipo de esta función recoge el guante lanzado con una sinopsis en la que la Virgen María también piensa que la especie humana colapsará pronto: Inma sorbe con fruición la sopa; está a punto de recibir una visita inesperada. Oriol no sabe que hoy será el último día que podrá ver las obras como un jubilado cualquiera. Montse no puede bailar desde que vive bajo el agua. Y Mochi... ¡Ay de ella! Queremos llegar a los cien años, pero, ¿quién nos cuidará y proporcionará un trato digno respetando nuestra libertad? ¿Era eso el progreso? Son pinceladas de una trama con dos historias paralelas que van de la soledad de Inma (Colomer) en su casa a la residencia en la que Oriol (Genís) acaba de ingresar contra su voluntad.
«En poco tiempo seremos más personas mayores que jóvenes –advierte Arqué– y nos tocará discutir por cómo ubicar los recursos. Será un problema en la mayoría de las sociedades occidentales pese a que las personas ignoren que hablar de estos es hablar de ellos. Por eso la vida hay que bailarla y disfrutarla en todas sus etapas», invita el director en una función que «podría haberse llamado “Canto a la vida”», dice.
  • Dónde: Teatro de la Abadía, Madrid. Cuándo: hasta el 21 de enero. Cuánto: 24 euros.