Álvaro Tato: “El verso es la música del idioma”
La Academia de las Artes Escénicas de España celebra en Santander su V Escuela de Verano con charlas, talleres e intercambio de experiencias
La Academia de las Artes Escénicas de España vuelve a Santander para celebrar su V Escuela de Verano. Entre el 3 y el 6 de julio, la Filmoteca de Cantabria Mario Camus será un espacio de aprendizaje y de intercambio de experiencias y conocimientos entre profesionales y aficionados de la escena. Este año, la programación pone el foco en la integración y visibilidad de todos los colectivos, especialmente en las mujeres creadoras y la escena independiente, así como experiencias de danza integrada e inclusiva, que irán de la mano de Jordi Cortés (Liant La Troca) y Esmeralda Valderrama (Danza Mobile). Las actividades se organizan en dos bloques, las mañanas estarán dedicadas a conferencias y charlas abiertas al público con profesionales como Antonina Rodrigo, Pepa Pedroche, César Oliva o Julio Checa, que explorarán figuras como Lorca, Margarita Xirgu o Catalina Bárcena, mientras que las tardes estarán dedicadas a talleres de creación e interpretación escénica, Álvaro Tato dirige “El verso por dentro”; Pepa Pedroche llevará a cabo el taller “Interpretando a Lorca”, el actor Jesús Noguero, propone “Una aproximación al esperpento” y Alejandra López Segovia lo hará sobre “La tragedia cómica: el humor según Las Niñas de Cádiz”, que es su compañía. Las noches estarán dedicadas a actividades de ocio cultural.
El actor y dramaturgo Álvaro Tato, miembro fundador de Ron Lalá y Ay Teatro, no necesita mucha presentación dada su trayectoria de éxitos, “Cervantina”, “Andanzas y entremeses de Juan Rana” “Vive Molière” o “Villa y Marte”, son solo algunos de ellos. Tato, que imparte cursos y talleres de Dramaturgia y Verso en el Máster en Creación Teatral (dirigido por Juan Mayorga) de la Universidad Carlos III, dirige “El verso por dentro”, sobre lo difícil de decir y escribir obras en verso.
-¿Cómo ha enfocado su taller?
-Es una compresión de los que vengo impartiendo en los master de la universidad, una mezcla de práctica y teoría. Sobre el verso se ha teorizado mucho, hay una enorme tradición filológica que hay que contraponer con una práctica más directa. Propongo es una experiencia más técnica, que los participantes construyan conmigo, que entiendan el significado de los ritmos y su funcionamiento y, sobre todo, su aplicación al teatro. El verso no es solo un vehículo para producir belleza, es mucho más, un medio expresivo, la música del idioma, es el ritmo aplicado al español. Intento que construyan octosílabos, redondillas, cómo funciona el romance… y, sobre todo, que le pierdan el miedo a decirlo y escribirlo.
-¿El verso se recita, se declama, se dice...?
-Depende, en nuestro idioma no hay una forma correcta y canónica, por lo cual hay contextos y obras en las que conviene más un uso u otro. En España tenemos la suerte de tener una tradición muy abierta y podemos hacer una mirada muy plural. En Ron Lalá lo trabajamos casi con técnica de relojero porque nuestra forma de entender el teatro es muy musical, pero si vas a Calderón o Lope, piden más flexibilidad.
-¿Cómo debe de hacerse para que se entienda, transmita e, incluso, emocione?
-Creo que estamos en fase de redescubrimiento, que tenemos una generación de artistas lo están revisitando desde posturas contemporáneas y plurales, liberadas ya de ese concepto de declamación antigua y casposa del franquismo que tan mal le vino. Creo que nos hemos liberado y ahora hay otro entendimiento porque, desde siempre, el teatro está hecho para entenderse, para ser memorable y memorizado, para que al público le llegue la emoción directa, porque el verso es pura emoción, es música, no va a la mente, va directamente a las tripas, de hecho en todas las culturas el teatro siempre ha sido en verso, porque no hay nada más vivo para la cristalización de las emociones.
-¿Es más complejo crear una obra en verso que en prosa?
-Para para mí es al revés ya, ha llegado un momento que cuando intento trabajar en prosa empiezo a contar y me doy cuenta de que estoy escribiendo en versos impares, es un vicio (risas). Es una técnica distinta, otra de las lecciones de los maestros es que el verso no tiene nada de romántico en el sentido histórico de la palabra, no es algo que te dan los dioses y te insufla un poder superior, es una técnica y una vez que la absorbes la disfrutas muchísimo, como actor o como dramaturgo. En mi caso, la condensación emocional de ideas y de imágenes que consigo con el verso, me cuesta más llevarlo a la prosa.
-¿Es usted una isla?
-Creo que sí, veo experimentos, pero reconozco que gran parte del verso que se dice en España es antiguo, es verso clásico y las versiones que se hacen, desde lo más reconstructivo y fiel a la tradición hasta lo más rompedor. Todo es bienvenido, pero es verdad que hay algo de sensación isleña en los pocos que lo vemos de manera funcional. Ron Lalá y Ay teatro, nos dan la oportunidad de experimentar, vamos y venimos del verso a la prosa, pero una vez que te instalas en ese lenguaje y encuentras una manera de decir que llega al público tan directa y emocional, es muy difícil bajarse de ese carro, me resulta fascinante trabajar en verso.
-¿Usted sueña en prosa o en verso?
-(Risas) Pues, es algo terrible, pero a veces me vienen versos soñando, como el cerebro se obsesiona tanto con esos ritmos cuando estoy en proceso creativo, me pasa y tengo que apuntarlo por la noche porque a la mañana se me ha olvidado. A veces son malos versos, pero otras son un acierto. Me ha pasado, sí, escribir poemas en sueños es tremendo.
-El Siglo de Oro es un patrimonio impagable. ¿Valoramos nuestros clásicos como otros países?
-No, todavía no, lo tengo clarísimo porque lo vivo en nuestras giras, miro alrededor y veo mucho amor por los clásicos, muchos festivales, compañías que nos dedicamos a esto, pero todavía hay una enorme deuda de la sociedad, de la educación y, sobre todo, de la política. En otros países son una cuestión de Estado y aquí falta. Tenemos una de las herencias culturales más importantes de Europa y no lo sabemos apreciar. A Molière lo llaman “el patrón”, es el pináculo cultural francés y Shakespeare se representa en todo el mundo anglosajón. Nuestra tradición no está, sin embargo, en los teatros de Europa ni América. La gran pregunta es ¿por qué? ¿Por qué no hay “calderones”, “lopes de vega” o “tirsos”? Nos falta política cultural en ese sentido. Nuestros clásicos deben ser una cuestión de Estado porque son la gran bandera de nuestro idioma.
-¿Hay quien dice que son aburridos?
-Al contrario, son divertidos y los que nos dedicamos a ellos, tenemos la obligación de ser fieles a ellos. Son diversión en el doble sentido de la palabra, de entretenimiento por un lado y di-versión por otro, de otra versión, una versión divergente de la realidad. Si nos asomamos al Siglo de Oro vemos que el teatro forma parte de un rito y de una fiesta popular, con música en directo, danza, risas, carcajadas, también con lágrimas y grandes emociones y sobre todo, con un espíritu tragicómico.
-¿Es el humor la mejor arma para la crítica social y política?
-La gran lección del humor humanista, que es el de Cervantes, es mirar al otro, o sea, no solo como entretenimiento sino como mirada al corazón del ser humano, lo mismo que la tragedia. El verdadero humor no solamente hace risa de los demás, sino de uno mismo y a través de esa burla común, nos mira al alma. Las escenas de “Vive Molierè” solo necesitaron traducirlas sin retoques, porque 400 años después, “Tartufo” o “El avaro”, nos siguen hablando de nosotros con una carcajada, y en estos momentos en los que el humor está tan en peligro de ser envuelto por una capa “bienpensante” peligrosísima para la libertad de expresión, creo que hay que volver a los clásicos para darse cuenta de que a través de esa risa purificadora están hablando del ser humano. Necesitamos el humor para ser colectivo, para ser tribu, si no, no podemos avanzar.