Buscar Iniciar sesión
Sección patrocinada por
Patrocinio Repsol

“Peribáñez y el comendador de Ocaña”: La rebelión de los humillados ★★★★☆

Eduardo Vasco lleva a las tablas uno de los grandes dramas “municipales”, o dramas de honor villano, del Siglo de Oro
Joaquín Vasco
La Razón

Creada:

Última actualización:

Autor: Lope de Vega. Director: Eduardo Vasco. Intérpretes: Rafael Ortiz, Elena Rayos, Alberto Gómez Taboada, Mar calvo, Julio Hidalgo, Francisco Rojas, Jesús Calvo, Manuel Pico y Daniel Santos. Teatro Fernán Gómez, Madrid. Hasta el 27 de febrero.
Después de una larga gira por España, ha llegado a Madrid el último trabajo de Eduardo Vasco con su compañía Noviembre Teatro. Fiel a su predilección por los títulos clásicos, y a su ya inconfundible estilo a la hora de representarlos, el experimentado director escénico lleva en esta ocasión a las tablas uno de los grandes dramas “municipales”, o dramas de honor villano, del Siglo de Oro: Peribáñez y el comendador de Ocaña.
El argumento de la obra probablemente sea ya de sobra conocido: nada más verla, un comendador se siente fuertemente atraído por Casilda, una mujer humilde recién desposada con el labrador Peribáñez. Con distintos pretextos, y sirviéndose en beneficio propio de su poder, el comendador envía lejos de su casa a Peribáñez para seducir sin estorbos a Casilda. Cuando esta lo rechaza repetidamente, él intentará violarla. Harto de tanta humillación, Peribáñez acaba dando muerte al comendador.
Yolanda Pallín firma una versión más reducida en personajes que condensa muy bien toda esta acción principal, que es la del pueblo llano haciendo valer su dignidad para rebelarse contra los abusos de sus señores. La dramaturga pasa prácticamente por alto –porque, en efecto, tiene mucho menos valor teatral– esa otra línea dramática más propagandística, tan propia de los desenlaces en este tipo de obras, que tiene que ver con la intervención del rey, el perdón a Peribáñez por razones éticas y la restitución del orden y la justicia.
Con estos mimbres, Vasco hace que la historia discurra con la agilidad y la decisión precisas sobre el escenario; el director se concentra, sobre todo, en marcar el ritmo más adecuado a la naturaleza de las situaciones dramáticas. Unas situaciones que él presenta desprovistas de cualquier artificio que pudiera distraer al espectador o que pudiera no ayudarle, en definitiva, a disfrutar del vigor literario que posee el texto en sí mismo. Como es habitual en sus propuestas, el director quiere, y consigue, que todo emane de la pura interacción de los personajes. Lo que quiere es que sean los actores, y no él, quienes cuente la obra sobre el escenario.
Y, para ello, se ha rodeado de un puñado de buenos y eficaces profesionales con los que ya ha trabajado anteriormente –al menos con muchos de ellos– y cuyas aptitudes en el verso ya conoce. Merece un especial aplauso esta vez Alberto Gómez Taboada, que no había afrontado hasta ahora un personaje tan protagónico en un montaje de tanta envergadura, y que ha sabido “humanizar” a la perfección, para hacerla más verdadera y, por tanto, más pavorosa, la bajeza moral del comendador al que da vida.

Lo mejor

La desenvoltura y claridad con la que está resuelta la conocida escena, literariamente preciosa, del abecedario.

Lo peor

Al prescindir en la versión de la intervención del rey, el desenlace se precipita más de lo deseado.