Miguel Jiménez Luján: “El bacalao fue una revolución cultural arruinada por las drogas”
Fue el dueño de Zic Zac, la tienda de discos que se convirtió en el epicentro de la escena valenciana de los 80, de la que fue testigo y protagonista y cuyos recuerdos plasma en “Historia verdadera de la ruta del bacalao (extended mix)”
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Fue un fenómeno cultural que devino en el desfase dionisíaco y colectivo más grandes de la historia reciente de España. En los años 80, diversos ingredientes confluyeron para que en Valencia surgiera una escena efervescente en música, diseño, artes plásticas, cómic y otras disciplinas y que terminó por hacer ebullición en una larga y oscura noche a principios de los años 90. En la música, el fenómeno se conoció como bacalao y uno de los que lo cortaba (literalmente) era Miguel Jiménez Luján, fundador de Genaro, un local con DJ en la playa de las Arenas y, especialmente, Zic Zac Records, la primera y más importante tienda de discos de importación pensada para los pinchadiscos. Para desmentir algunos bulos y hacer justicia a muchos de los protagonistas de aquellos tiempos en un libro de memorias: “Historia verdadera de la ruta del bacalao (extended mix)”.
Sostiene que aquella historia se ha contado mal.
Lo ha hecho gente que llegó tarde. Con el libro he querido romper la oración de «la ruta del bacalao», porque primero hubo bacalao, que fue como se denominó el fenómeno cultural (entre el 78 y el 86) y después llegó la ruta, que fue su completa decadencia. También quería desmentir a los iluminados que dicen que descubrieron a New Order al mundo y hacer justicia con los olvidados.
¿Cuánta gente había sido obviada?
En mi libro hay 657 personas, porque yo conozco a porteros, camareros y a todo el mundo que estuvo allí al principio, cuando se produce la revolución social y cultural. No sabíamos nada, habíamos vivido encerrados, y se acaba la dictadura y salimos como pollos sin cabeza. Y nos llega el punk, que nos enseña a atrevernos.
¿Qué define a Valencia?
Ahí confluyen los dibujantes de cómic, los pintores, los diseñadores gráficos, los de moda, los músicos... todo el mundo en Valencia se pone a crear. Esto no solo pasa en Valencia, sino en más lugares. Pero Valencia, desde tiempo inmemorial, ha sido un puerto abierto a todo el mundo. Y en esos tiempos, lo que hay es el turismo. Los ingleses, franceses, holandeses, noruegos y suecos llegan en los 70. Ese contacto con esos otros mundos es lo que la hace diferente. Cuando se acaba el punk llega lo que los ingleses llaman «new wave». Y nosotros lo denominamos bacalao.
¿Cómo fue su historia personal en esa explosión?
Siempre llevé la música dentro. Monté un «garito» en la playa de las Arenas, inspirado en Ibiza, que se llamaba Genaro. Tenía una cabina donde iban los DJ de las discotecas y, en el 83, montamos Zic Zac, una tienda de discos de importación especializada en el DJ.
Se convierte en la Meca.
Totalmente. Iban los discjockeys a verse y para ver qué compraba el otro, si es que le dejaba verlo porque no tapaba el nombre. Empezamos yendo a Londres y trayendo maletas, pero luego tuvimos un distribuidor inglés que nos enviaba paquetes y paquetes. Venían discjockeys, presentadores de radio y músicos de toda España.
El malentendido común es que se asocia bacalao a la electrónica.
Primero se pinchaban canciones bellísimas. Se ponía a Sade en una discoteca. O los Smiths, Lloyd Cole & The Commotions, Depeche Mode, Simple Minds, La Orchestral Maneouvres in The Dark... Canciones hechas por músicos, con una intención social, aunque la gente no se enteraba. Fran Lenaers era uno de los niños mimados de nuestra tienda y especialista en venir y hurgar. Ponía a Wim Mertens, en el Spook, a determinada hora. Carlos Simó tenía canciones que ponía él solo. Cerraba con Nina Simone, «My Way», la versión, y después de él empezaron a hacerlo todas las discotecas de Valencia. Así fue como Nina Simone acabó actuando en la Plaza de Toros de Valencia. Alucina. Nosotros no sabíamos nada de ella, pero sí conocíamos esa versión. Y cuando vino Wim Mertens al Palau de la Música de Valencia, todo el mundo se puso de pie a bailar, y el tío flipó: «Que esto no se baila...». Cosas únicas en Valencia.
¿Y los conciertos?
Fue muy importante la llegada del Auditorium Pachá. Porque allí veías a los Lords Of The New Church, que solo habían tocado en el programa de Paloma Chamorro. Los Fuzztones, los Clash, Depeche Mode, The Cure, los Ramones, que fueron cuatro veces...
Esa música era el bacalao.
Sería como decir ahora mola o guay. Un término que se fue anclando a la música: bacalao era lo que en el resto del mundo se llama «New Wave». Al principio nos hizo gracia lo de la Ruta, pero entonces llegaron los autobuses de ciudades de toda España, que van a Valencia atraídos por la fama de Barraca y Auditorium, a pasar tres noches sin dormir a base de pastillas.
La ruta empieza a ponerse peligrosa
Empiezan a nacer discotecas y pubs como hongos. Ya no hay suficiente, hay que inventarse. Y claro, unos inventan abrir hasta las 10 de la mañana o las cuatro de la tarde, o hasta el lunes por la mañana. Y cada vez más. Se abren los parkings, las pastillas... Llega el exceso y la decadencia, suben los beats por minuto y todo es un ritmo machacón. Pero es que se acaba la New Wave y llega la primera electrónica, el techno, el acid. Y entra la cocaína y se va todo a tomar por culo. Y el éxtasis. Eso convierte esa época tan bonita en la que la gente salía bien vestida, arreglada, con los pelos de peluquería para arriba, perfumada y que daba gusto verlo. Llega el momento en el que es lo opuesto. Gente sudada, sin lavarse dos o tres días, drogada, oliendo a sobaco... Pero claro, se lo pasaban que te cagas. Llegan las revistas sensacionalistas, la televisión, el caso Alcàsser y se acabó. La policía y el gobierno civil. Que era necesario, porque si no, no sé dónde habríamos acabado. Las drogas habían acabado con todo. La gente creativa que empezó, que muchos de ellos hoy son personalidades, como Javier Mariscal, Antonio Alvarado, Francis Montesinos, Paco Bascuñán, Paco Roca, nacieron culturalmente aquí... desarrollaron una labor en la ciudad.
Hay dos factores. Uno externo, de gente que va a la fiesta, pero hay una ambición o avaricia de empresarios. La escena se autosabotea.
Sí, eso es. La escena se autofagocitó. Y no nos dimos cuenta. No vimos la revolución en marcha que estaba sucediendo, porque no estaba dirigida por nadie. No era contracultural porque no había un intelecto que dictase nada. Era completamente espontáneo. Igual que salió así y no nos dimos cuenta de que llegaba algo importante, tampoco vimos que llegaba la decadencia más absoluta. Y hay un tema ahí que es el asunto de las drogas. Todas las revoluciones tuvieron una droga que te ayuda disparar al abrir la espoleta, la desconexión. Nosotros la tuvimos, era la mescalina.
¿La probó?
Muchas veces. La mescalina era un fármaco, un compuesto legal que un químico de Barcelona puso en marcha en la provincia de Valencia. Ellos ponían la fórmula y lo encapsulaban y salían cuatro o cinco a venderlas. Y se acababan, y ya. No había una mafia de compradores y vendedores y gente enganchada. Era muy doméstico. Tú te tomabas una o dos y te lo pasabas bien y te ibas a dormir tranquilamente y no pasaba nada. El único efecto secundario es que producía ligereza estomacal y te daba diarrea. Tengo amigos que les gustaban tanto, que se tomaban cuatro o cinco y se tenían que poner compresas. Pero lo normal es que con una mescalina pasabas una noche espectacular.
¿Qué efecto tenía?
Te abría los ojos, el cuerpo la mente y te incitaba a la extroversión, te quitaba el miedo, la vergüenza. Pero se acabó y no se sabe por qué. Había gente que venía de Madrid se llevaba en bolsas. ¿Era una droga? Sí, pero no había problemas. La cocaína, el éxtasis y el speed da muchos más. La mescalina no producía ansiedad, sino bienestar. Te daba un puntito. En la primera época, todo el mundo la probó. Todo el mundo. Es verdad que, cuando desaparecen, se convierten en un mito... hablamos más de ellas. Pero luego llega la cocaína y la gente está más pendiente de la cola del váter que de ir a la pista a bailar.
¿Cómo se produce el giro de la música, cuándo entra la electrónica?
Es una evolución natural. La New Wave empieza a ser solapada por los grupos nuevos que hacen un rollo más electrónico. Hay una primera hornada de Front 242 o Xmall Deutschland... que tienen un sonido industrial. Un bidón, un ruido potente. Pero luego llega la electrónica fácil a todo el mundo y entran el acid house y el techno, que son lo primero que llegan eclipsan la new wave. La electrónica se apodera. Quedaba algo de Televisión o Nick Cave, esos estaban también, pero en la pista se ven eclipsados. La gente necesita acompañar el ciego que llevan, una subida de beats por minuto que es cada vez más y más. Luego la electrónica se vuelve un poco comercial y cantada.
¿Qué sensación le queda viendo esta historia hacia atrás?
Pues me queda la ilusión de haber vivido una época memorable que no volverá. Me queda la sensación de “qué época tan bonita”. Tenía que contar lo bueno de esa época, porque lo que ya no vale la pena contar es que nos pasábamos tres noches sin dormir.