Álvaro Urquijo: "Yo era su escudero, pero Enrique era mi letrista. Éramos un muy buen equipo"
Se cumplen 25 años de la muerte del mediano de los hermanos fundadores de Los Secretos, que siguen adelante con conciertos, un musical y nuevo disco en proyecto para el año que viene
Periodista en activo ya en 1989. Desde entonces ha vivido los estertores del tipómetro, el alba de internet y tecleado aquí y allá hasta llegar a La Razón en 2007. Nada como la prensa local para manejar este oficio. Allí la multitarea, y de un tiempo a esta parte más política que otra cosa.
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Cuando hablamos con Álvaro Urquijo (Madrid, 1962) acaba de llegar de Valladolid, donde Los Secretos han agotado durante tres días las entradas para su musical. «A la gente le encanta. Es peculiar, porque un disco lo pueden escuchar millones de personas, de hecho, nuestras canciones en las plataformas tienen 20 o 30 millones de escuchas, pero un espectáculo así no lo puedes ver más que unas cuantas veces, y hay bastante magia detrás», asegura el menor de los hermanos fundadores del grupo madrileño. Son días de recuerdos entre novedades, tras haberse dado a conocer una canción inédita de su hermano Enrique, y una efeméride tan triste como el 25 aniversario de su muerte, tal día como hoy de 1999.
La huella de Enrique Urquijo, que planea en toda la conversación –el protagonista es un torrente de locuacidad–, se hace más evidente cuando preguntamos por nuevos temas de la banda, que no publica disco desde 2019, con «Mi paraíso».
–Hay que entender el peso de tu hermano como autor.
–No me avergüenzo de decir las cosas: si tú tienes un grupo con un compositor de los mejores que ha habido en dos décadas, te falta y ya no está contigo, se le echa muchísimo de menos, porque yo tenía un tándem con él maravilloso. Muchísimas músicas de Los Secretos de las canciones de mi hermano las hice yo, fueron el hilo de inspiración para que terminara la canción, y ahí han quedado desde «Y no amanece», «Ojos de gata» o «Buena chica». Pero, sin tener a mi hermano, esas músicas las tengo y él no está, no las relata. A mí me ha complementado muchísimo. Yo era su escudero, pero él era mi letrista. Éramos un muy buen equipo.
–¿Cómo has recibido el hallazgo y las remezclas de temas de Enrique con Los Problemas?
–Por un lado no me gusta que se meta mano a trabajos ya hechos en el pasado por gente que no está, o sea, si Enrique estuviera aquí y dijera vamos a remezclarlo, pues vale. En un principio no, o sea, la obra como se quede. Si tienes que remasterizarla para un formato como el CD en su día y de un vinilo que tenía menos señal, de acuerdo. Aunque no estoy muy a favor de cambiar los originales, pero ¿qué ocurre? Todos los trabajos que ha hecho Enrique, las maquetas, la preproducción, los hizo con nosotros. De hecho, su segundo disco en solitario entero se lo maqueté en casa con Jesús Redondo ayudándome con la programación. Se lo presentamos a Warner y le gustó tantísimo que me contrató como productor. Y en el primero pasó parte de lo mismo. Entonces le dije «vamos a hacer “Cambio de planes”, que empezamos en 15 días y cuando lo tengamos te ayudo a la planificación de la grabación». Y finalmente muchos arreglos de los que hay en ese disco salieron de Jesús y de mí. Lo que pasa es que él optó, viniendo de un grupo lleno de guitarras, por hacer un disco donde el acordeón, el violín y la mandolina fueran más importantes. Pero lo hizo en horarios de noche, todos en directo, tocando a la vez, y no es tan fácil. Siempre le dije «qué cabezota eres, porque ese disco podría haber sonado mucho mejor». Y es verdad que cuando me comentaron los de Warner que tenían la intención de reeditarlo, que lo iban a remezclar, pensé que estaba bien porque creo que se le podía sacar partido. Enrique canta fenomenal; las canciones son preciosas. Me dolió un poco, porque algunas, en teoría, tenían que ser para el disco de Los Secretos, y se las guardó para el suyo. Pero todos estábamos a favor. De hecho, es un ejercicio que me vino genial, porque cinco años después yo hice el mío en solitario y él, el segundo. Sacas todas tus ganas de hacer cosas fuera y luego retomas con más fuerza el trabajo de Los Secretos. Pero este disco sí, a mí me parecía que hacía falta arreglarlo un poco, porque tenía muy poco nivel de sonido, para lo bien cantado que estaba no se lucía mucho por una grabación un poco precipitada. Él mismo me lo reconoció. Si la compañía iba a hacerlo sí o sí, porque son propietarios de la grabación, mucho mejor que te consulten y que sea alguien de la casa, alguien cercano como Santi [Fernández, batería de Los Secretos y productor musical], con cien por cien de confianza, mucho mejor.
–Enrique era fan que no te puedes imaginar, a mí me gusta mucho también, pero él siempre estaba canturreando canciones de Gato Pérez, y quería hacer un pequeño homenaje. No sé por qué no se sacó ese tema en su momento, nadie me lo contó nunca.
–¿No sabías de esa canción?
–No. Cuando él graba el disco, yo doy un paso atrás, porque decide hacerlo por su cuenta y a su manera. Fue un poco acelerado porque lo quería ya, tenía muchas ganas. Creo que es uno de los discos donde mejor tenía la voz. Está muy bien cantado y las canciones son muy bonitas. De hecho, vino Manolo Tena al estudio cuando estábamos con «Cambio de planes» y nos trajo una canción que luego Enrique adaptó, y le pasó lo mismo que con aquella de Sabina, que Manolo la terminó por su cuenta y él por la suya: «No lo sé». Entendimos que era para nosotros y Enrique decidió quedársela para su disco, cuando lo que nos habló con Manolo es que la iba a grabar más adelante. En cuanto a «Se fuerza la máquina», el primer sorprendido fui yo cuando vi las pistas abiertas de las sesiones de ese disco, y me extrañó, aunque sabía de su pasión por Gato Pérez.
–Sorprende en él esa forma de cantar.
–Tengo una opinión que no puedo comprobar, pero hay una técnica cuando se graba en analógico que se ha utilizado en la historia de la música muchas veces, de Los Beatles a nosotros mismos. Cuando grabas una canción y ha quedado un poco lenta, la has grabado con todo el mundo a la vez y no puedes repetir la batería ni otras cosas, hay un aparato con unos magnetofones antiguos con los que tú acelerabas un poco la canción, y eso apitufaba un poquito la voz. Creo que en esa canción está variada la velocidad, no lo puedo asegurar, pero la voz suena un poco más aguda, muy en una tesitura más alta de la que Enrique se desenvolvía mejor. Eso pasó en varias canciones de Los Secretos; que una vez ya mezcladas dijera el productor: «Voy a subir dos puntitos de velocidad a ver qué pasa». Pero es que si te coges la discografía de la humanidad empiezas a buscar y hay muchas canciones que coges la guitarra y dices «¿en qué tono está esto?» Y es porque han subido la velocidad de la grabación. Como en «Culpable», de Los Secretos, de 1989. Eso se ha hecho siempre y si estás en unos márgenes no exagerados, está permitido. Creo que hay algo de eso.
–Según Santi, quizá la dejaron fuera porque no pegaba con el resto del disco.
Es posible. Yo sé que Enrique hacía muchísimas versiones en directo que luego en los discos nunca metió, y que los discos de Los Problemas se nutrían en un porcentaje alto de versiones. Era lógico que pudiera dejarla fuera. Nosotros tuvimos que dejar en el disco de versiones varias canciones porque no nos las permitieron. Una de Supertramp; otra que empezamos a hacer de James Taylor; otra de Bruce Springsteen que no llegamos a grabar, pero que teníamos maquetas, teníamos preproducciones, y otras. Pero en general, en este caso estoy contento, porque no es que sea, como te decía, fan de ir a meter mano, posiblemente a hacer negocio o mover el cajón de sastre para ver qué puedo sacar para vender un poco más o hacer ruido, que es muy de discográfica. La canción de Gato Pérez me encanta, pero también pienso lo que acabas de decir, que no pega mucho con el resto del disco y tampoco le pega a Enrique ese tipo de fraseo rápido, pero es gracioso. Creo que esas cosas se entienden cuando alguien ya no está, que se reediten cosas o se saquen temas inéditos. Es muy normal, lo han hecho históricamente las discográficas y en un futuro lo seguirán haciendo.
–En su tarea de productor, Santi ha querido acercar la voz de Enrique.
Claro, ahora hay aparatos maravillosos, se pueden hacer virguerías. Tengo una aplicación en el móvil que te quita la batería, la guitarra, la voz, es increíble, e incluso canciones creadas por inteligencia artificial que parecen de un artista del copón, estoy asustado. Pero es lógico actuar cuando se trata del catálogo de una discográfica como Warner, sobre discos que a lo mejor no están muy bien grabados. De hecho, David Bonilla [director de A&R y catálogo en la compañía, artífice de la reedición del debut de Enrique Urquijo y Los Problemas] también me habló de nuestro único directo, del 88. Paco Martín, de Twins, realquiló la unidad móvil que había estado el día anterior. Nosotros grabábamos un domingo por la mañana un Gran Musical en Rock-Club. Y claro, venían los currantes después de haber grabado otro disco el día antes, no sé si era Asfalto. ¿Qué ocurrió? De la prueba de sonido al concierto se vinieron muy arriba y tocaron más fuerte. Tuvieron problemas con la señal, porque tocaban de una forma en la prueba y luego en el concierto más fuerte. Y como eran dos magnetofones que tenían que grabar todo a tiempo real no había tiempo de ir corrigiéndolo. Para prevenir algo así nos pusieron un poco más bajo todos los micros para que si tocábamos más fuerte no picara, pero nosotros lo hicimos correctamente, igual que en el ensayo, y el sonido quedó muy estrangulado. Además, mi hermano Enrique, no sé qué pasaría por su cabeza, dijo que lo producía, que él hacía las mezclas. Así que lo tengo en agenda, porque ya se remezcló una canción para el segundo recopilatorio del volumen azul y [el productor] Nigel Walker demostró que se podía hacer. Es una práctica muy usual, y ya que lo va a hacer sí o sí la discográfica, conviene mirar quién se va a encargar. Que te informen está muy bien, porque ya te digo que aunque hubiera dicho que no, habrían pasado de mí y lo hubieran hecho igual, pero prefiero que te consulten y te den cierto control de lo que se está haciendo, y se ha hecho bien, con Santi. Y lo de la canción inédita es una cosa que tú no puedes evitar. Si la dejaron fuera sería por algo.
–¿Y cómo fue el proceso en el segundo disco de Enrique?
–Cuatro años después, lo empezamos al modo de trabajo de Los Secretos. Hago yo las maquetas, hablo con los músicos –«unos musicazos»: Tino di Geraldo, Javier Colinas...–, hacemos una programación muy bien estructurada, hablo con Juan Ignacio Cuadrado de [los estudios] Track y hacemos las 4 o 5 primeras canciones, las guitarras de «Aunque tú no lo sepas»; las guitarras de «Tu tristeza» son mías, por ejemplo, y los teclados de Jesús [Redondo]. Pero veníamos de un éxito bastante bueno –todo el que no había tenido el «Pero a tu lado» de «Dos caras distintas» lo tuvo un recopilatorio que sacó la compañía–, tres años seguidos de giras agotadoras, y terminas con tantos roces y acumulación que a la mitad de la grabación empezamos a discutir, de buen rollo, por cosas artísticas, y como no había comunicación fluida, dejo mi testigo a Joaquín Torres. Hablé con Warner y les comuniqué que no seguía por una cuestión de salud mental y de hermandad. No quería pelearme todos los días con mi hermano, él tenía su carácter, sus ideas. Pero me siento muy orgulloso porque parte del sonido de ese disco nos lo debe la historia a Jesús Redondo, que se encargó de hacer todas las bases para las maquetas y a mí, que lo hicimos en mi casa. A Warner le encantó. Y no discutimos más. Porque a mi hermano le pasaba que era un grandísimo compositor, tenía un talento innato para cantar y para expresarse, pero como instrumentista y como músico necesitaba el complemento [canturrea cómo él mismo hizo la intro en «Déjame» y Enrique usó después esos acordes para hacer la canción]. Él llegaba cuando el disco estaba medio grabado, porque se aburría mientras se metía la batería, esas horas mientras se graban las bases, luego las guitarras... se fiaba al cien por cien de lo que hacíamos. Al final llegaba, cantaba, y siempre le parecía mucho mejor de lo que podía haberse imaginado. Pero cuando él hacía un trabajo suyo en solitario, era como decir «tú no vas a tomar tantas decisiones porque ya las tomas en Los Secretos, no vaya a ser que mi disco suene demasiado a Secretos», y eso era un poco la discusión que teníamos.
–El segundo suyo coincidió con el tuyo en solitario.
–Sí, porque él decide parar Los Secretos, empiezo a hacer el disco con él y cuando dejo el proyecto me quedo con un año sabático. No tenía intención en absoluto de hacer un disco, pero son las cosas que suelen pasar cuando tienes ocio y no tienes compromiso de trabajo... Empecé a componer y pedí permiso para hacerlo fuera de Warner, esperé siete meses a grabar mi disco, a que el suyo hubiera estado terminado y saliera a la calle, para que no hubiera una competencia directa, y lo hice con Sony. Me encanta ese disco en solitario, me parece que es un chorro de aire guitarrero. Pero yo te digo sinceramente que jamás lo hubiera hecho. Hablé con Enrique en su momento, le dije «no seas cabezota, coge tu disco en solitario y yo el mío, y hacemos uno doble de Los Secretos. Uno que ponga Enrique y otro que ponga Álvaro, pero lo hacemos bien, bajo el paraguas de calidad y de profesionalidad que nos ha caracterizado». Pero mi hermano era muy pasional y cuando se le metía en la cabeza hacer «Mundo raro» y todas esas canciones que le entusiasmaban..., y a mí también, pero yo era más «power pop», por así decirlo. Él con la guitarra española escudriñaba el cancionero de los boleros y de las rancheras. Y toda esa impronta, esa vertiente, ese ramalazo que tenía, quería hacerlo por su cuenta y riesgo. El segundo me parece un pedazo de disco y el primero también, a falta de ese retoque que lo acaba de poner al nivel de calidad que merece.
–Había otra canción inédita que Enrique canta con tu hermano Javier, «Agua de lluvia».
–Cuando Enrique estaba recuperándose, que estaba estupendo los últimos 10 meses –lo que acabó con su vida fue algo accidental y que no tenía que haber pasado– yo estaba haciendo de hermano, no de músico. Quiero decir, estaba con su hija y con él los fines de semana, yo hacía terapia de hermano y música cero. No tenía todavía a mi hija, pero sí amigos con hijos, con perros, íbamos al campo, a montar a caballo... Y dejé que hiciera un recorrido de redención, porque sé que Enrique tenía clavada una espinita con mi hermano Javier, que no había continuado en la etapa que se quebró el grupo por la muerte de Pedro [el batería fallecido en 1984]. Nos echaron de la discográfica, Javier se fue a mili y cuando vino Ramón Arroyo ya no hubo hueco para él, y fue Enrique el que se lo dijo. Tenía esa huella de haber tenido que echar del grupo a su hermano. Entonces yo sé que Javier, cuando estaba muy incipiente en aquellos años la tecnología informática aplicada a la grabación –él es muy habilidoso–, tenía un ordenador al que había puesto una tarjeta de audio y había grabado cosillas con él. Sé que «Hoy la vi» la había grabado con Jesús y con Javier, pero me quedaba al margen porque no quería más que hacer de «coach», en cuanto a que Enrique estuviera genial, y me parecía maravilloso que volviera a currar, que estuviera tan motivado. Entre las canciones que quedaron había una de José María Granados; otra creo que de Jesús y de mi hermano Javier... Jesús, que vivía muy cerca de casa de mis padres y donde vivía Enrique, a 10 minutos andando, era perfecto, porque yo estoy en Las Rozas. A veces iba a recoger a Enrique, recogía a Jesús y los traía aquí y grabábamos muchas veces, pero cuando Enrique estaba en Madrid se acercaba a casa de Jesús, que tenía un miniestudio, porque entonces los teclados que usaba eran workstation y podías hacer ahí unas bases, unos bajos, meter los tecladitos y eso pasarlo a un portaestudio de dos pistas en estéreo, grabar luego una guitarra y una voz y ya tenías una maqueta. Pero de todo lo que hicieron en esos meses, que fue más terapia que otra cosa, lo que estaba más digno y más terminado y se podía utilizar era «Hoy la vi». Escuché el resto y no me pareció ético sacarlo adelante porque no tenía los parámetros de calidad mínimos.
–Volviendo a las versiones, Los Secretos hicieron su propio disco con temas de otros en «Algo prestado» (2015).
–La intrahistoria de ese disco es que están las canciones que nos dejaron que metiéramos. Nosotros presentamos 22 temas a las editoriales para que nos permitieran hacer las traducciones o las adaptaciones de las letras, y nos dijeron que no la mayor parte. O sea, tuvimos que conseguir hablar directamente con los artistas en un trabajo que a mí me llevó dos meses, enviando correos, hablando con unos y con otros en inglés y diciéndole a mi hija, que sabe más inglés que yo, que me ayudara. Al final contacté con los Fountains of Wayne, porque con Jackson Brown o Ron Sexsmith estaba hecho, y a raíz de que teníamos el permiso de ambos, enviarles las demos a cada uno de los editores y luego nuestro productor de algunos discos, Carlos Narea, consiguió hablar directamente con el encargado de la oficina de Peter Gabriel. Fue lo más complicado, teníamos siete canciones grabadas y estaban sin licencias, sin poderlas adaptar, y al final conseguimos esos permisos, pero terminé agotado. No me gustó nada que los de Warner me dijeran que me podían dejar la voz de Sam Cooke y de otros, con el argumento de que los familiares, cuando se muere un artista, suelen firmar todo con tal de cobrar pasta. Por eso se ha permitido dar un sampler, como cuando Abba cedió uno para una canción a Madonna, o con temas de Sting, se ha hecho millones de veces, ¿pero que te ofrezcan la voz para meterla en una canción tuya? Eso me parece que rompe la firma artística de cada trabajo. Una cosa es que tú puedas coger una canción, remasterizarla y darle una compresión y un redondeado para que suene más boyante, pero respetando el original. Como esto que se ha hecho de Enrique, que me parece que está muy bien.
–¿Tienes previsto nuevo material de Los Secretos?
–Hay 4 o 5 canciones en las que estoy trabajando, pero sacar una por sacarla sin que a mí me guste, sin que esté realmente convencidísimo... Tenemos tan buen catálogo que sacar una canción de segundona o que no tiene mucho tirón no me compensa. Reconozco que cuando tienes mucha obra detrás publicar un disco nuevo significa un reto en el que intentas superarte. Entonces todo te parece mal. A todo el mundo nos pasa. Hay épocas mejores o más fructíferas. También hay que tener en cuenta todos los bolos que hacemos y todos los viajes; que ya no se venden discos; el mantener a los veintitantos que viajamos con Los Secretos, a toda la gente que rodea al grupo... tienes que mantener eso a través de los conciertos. Porque en los 80 y 90 nos tirábamos meses grabando y seis meses en casa sin tocar en invierno; luego, ya en mayo o por ahí, empezaban las giras de verano, y en octubre otra vez a casita y a trabajar. Los discos eran entonces muy importantes. Tengo una canción casi terminada y me gustaría ponerla en orden y ver qué le parece al resto. Estamos en ello. Mi idea es hacer un disco nuevo, que será más pronto que tarde, pero va a ser difícil que salga para antes de que termine el año. Sí a lo mejor una canción como homenaje en el Wizink [actúan en el recinto el 27 de diciembre] y el disco el año que viene, seguramente.
A propósito de las nuevas creaciones, insistirá Álvaro más adelante en que «hay veces que haces canciones y luego resulta que cuando vas más avanzado en la preparación del disco, las que te salen al final las haces con mucho menos reparo y resulta que son las mejores. En “Pero a tu lado”, Enrique terminó la letra en el avión cuando iba a Londres a grabar la voz. Porque tal y como la había hecho faltaba una estrofa, la última, la de “ya no persigo sueños rotos”. Eso me ha pasado a mí personalmente con las canciones que he compuesto que más me han gustado, como “No amanece”, “Buena chica” y “Qué solo estás”».
EL FENÓMENO DE «PERO A TU LADO»: DE LA NADA AL TODO «La canción fue cogiendo una relevancia en nuestro público transversalmente. Cuando empezó Youtube, primeros 2000, me enviaron un link para ver en el ordenador, en el que salía una familia muy grande que vivía por todo el mundo y había grabado un vídeo con la canción. Luego nos enteramos que ha sido elegida para una boda; nos contrata una pareja para que la tocáramos cuando cumplía 25 años de matrimonio... Pasan los años y te vas a los ranking de Spotify, de Open Music, de Apple o de Amazon y ves que “Pero a tu lado” es la número 1, por encima de “Déjame”, “Sobre un vídrio mojado” con diferencia, tipo de 50.000.000 de streamings al año por 25.000.000 de “Déjame”, o sea el doble, y eso es una maravilla. Porque no ha habido ni una serie de Netflix que la haya usado, ni una película de Marvel, ni TikTok, nada. Cuando te gusta algo la transmisión transversal y por permeabilidad es también algo natural, no solo existe la promoción y las viralizaciones; es un tipo de transmisión musical que a mí me parece la mejor, la del sentimiento y la del cariño, de que para la gente significa mucho esa canción. Y a mí lo que me da mucha rabia es que mi hermano Enrique muriera sin saberlo, porque él pensó que era un fiasco ese disco y que la última gira que hicimos juntos –la del 95-96-97–, esos tres años, no la tocamos, porque a Enrique le costaba cantarla, empezaba muy agudo. Ese fue un fallo mío porque hicimos la maqueta en un tono y la subí medio para que me viniera mejor para la guitarra y cuando vino a cantarla se quejó, y le costaba. El tono de “He muerto y he resucitado” [lo interpreta] es altísimo y una vez le salió un gallo y dijo que “ya nunca más. Encima se ha vendido fatal el disco, a tomar por saco. No pasa nada, tenemos otras canciones”. Y fíjate quién me iba a decir que 30 años después iba a ser nuestro número 1. Eso es algo que se ve muy pocas veces en el mundo de la música, la verdad, y es muy agradable para los que hemos participado en esa canción».