El amargo final de Paco de Lucía y Camarón
Los dos mayores artistas flamencos de todos los tiempos trabajaron juntos pero un mal consejero intoxicó al cantaor acerca del dinero y ambos artistas se distanciaron
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Su asociación fue la más grande de la historia del flamenco y un hito cultural en España. Uno, de Algeciras, el otro, de San Fernando. El mejor guitarrista de la historia del género junto con la voz de oro. Paco de Lucía y Camarón. Juntos, grabaron más de una docena de discos donde el arte flamenco roza lo excelso. Sin embargo, al final de la vida de Camarón, algunos sucesos enturbiaron la relación personal de los dos genios y la situación no pudo reconducirse antes del fallecimiento de José Monge, dejando una herida abierta en el guitarrista. Un maletendido o una intoxicación interesada que incluso ha generado debate tras la desaparición de Paco de Lucía, de la que se cumplen mañana 10 años. Una herida tan sangrante que el de Algeciras tuvo que escuchar, en el propio entierro de su amigo: “Ahí va el ratero ese”.
Ambos se conocieron en el ambiente flamenco de Cádiz cuando Camarón todavía soñaba con ser torero. Sin embargo, el de San Fernando hizo su camino en el flamenco y llegó a ser el cantaor de alivio (una figura que da descanso a las voces principales en los interludios de un concierto) de una de las más grandes estrellas del momento, Juanito Valderrama, que tenía su propia compañía y era una figura reconocida. En aquella compañía, el guitarrista de Valderrama era Ramón de Algeciras, hermano de Paco, que iba abriéndose paso en la compañía de José Greco, fundamental para su formación como guitarrista. Sin embargo, por temporadas, ambos coincidían en Madrid, en el tablao Torres Bermejas, donde fraguaron una amistad plagada de silencios y de cigarrillos.
El padre de los Lucía, Antonio Sánchez, era quien realmente dirigía y gestionaba la carrera artística de sus tres hijos, Ramón, Paco y Pepe. Les protegía y les azuzaba a partes iguales. Y llevaba con el rigor de quien ha sido pobre las finanzas familiares. Era también quien imponía la disciplina de las grabaciones y gestionaba los asuntos discográficos. Cuando Paco de Lucía ya había publicado una decena de discos y enamorado de la voz de Camarón, el padre decide que los dos talentos jóvenes graben juntos. Y da comienzo así una fructífera carrera musical que Paco compagina con sus cada vez más extenuantes giras y publicaciones en solitario.
Como sostiene Manuel Escacena, autor de la biografía “Paco de Lucía. El primer flamenco ilustrado” (Almuzara), el mejor momento de Camarón como artista llega de la mano del clan De Lucía. “Cuando graba con el acompañamiento de Paco, su voz se vuelve prodigiosa porque se adapta a lo prodigioso. Camarón se adaptaba a su guitarrista. Camarón habría sido uno más en el flamenco de no haber sido por Paco, porque él daba cien notas en un compás cuando los demás daban treinta. Y ahí la voz de Camarón se adaptaba perfectamente con esa afinación perfecta y con esos melismas que le llevaban a la máxima dificultad”, explica el biógrafo en contraste con la época de Valderrama: “¿Qué quedó de eso? Nada ¿Volvía loca a la gente? No. ¿Era una leyenda? No. Nadie se fijó en él”, explica.
Sin embargo, Camarón se cansa del rígido control, casi militar, que impone Antonio Sánchez, padre del guitarrista en las sesiones de grabación. Decide, después de más de una decena de álbumes, separarse del clan e iniciar una carrera en solitario. Su primer paso será estelar en lo artístico pero un fracaso en lo comercial: “La leyenda del tiempo” fue un proyecto producido por Ricardo Pachón, que marcará un hito en la historia, para el que llaman a Paco de Lucía. Sin embargo, este, por respeto a su padre, rechaza participar y el guitarrista de aquellas sesiones finalmente será Tomatito. “Las mezclas finales de aquel disco las hace Paco de Lucía. Porque Tomatito y Camarón dijeron que, hasta que no fuera Paco y dijese que estaba bien, no se hacía -dice Escacena-. De hecho, había una seguiriya que no les salía hasta que llegó Paco y les dijo que estaban todos fuera de compás menos Camarón”, dice el biógrafo.
El guitarrista mantuvo siempre una lealtad inquebrantable con su amigo y, andando el tiempo, logró que su padre se tragara el orgullo y volviese a trabajar con él. Publicaron otros cuatro discos, algunos de ellos, los últimos, cuando ya Camarón estaba muy delicado. “Cuando grababan “Potro de rabia y miel” le tenían en casa acogido. Y Casilda, -heredera de una fortuna inmensa, hija de un ministro de Franco y licenciada en derecho-, le venía venir. Le pedía diez mil pesetas para ir al aeropuerto cuando todo el mundo sabía que lo quería para heroína. Y le decía: “No cojas taxis tan caros, José”. Estaba ya en muy mal momento pero le siguen cuidando”, dice Alonso Escacena.
Sin embargo, en la fase final de su vida, alguien intoxica a Camarón. Le dicen que no le han pagado lo que le corresponde como autor de las canciones junto a Paco. Canciones de las que no ha escrito nada en letra ni música, pero sobre las que reclama una parte de autoría “intelectual”. Sin embargo, como recoge Alonso Escacena, de las 164 canciones que aparecen en los diecisiete álbumes de Camarón a lo largo de toda su trayectoria, él fue el autor único de solo seis, compartió el crédito de veinte más y contribuyó en la música de uno. “Se presentaba a grabar con las manos en los bolsillos. Sin letras, sin músicos, sin prepararse nada y para cantar lo que le pusieran por delante”, escribe Escacena en alusión a las limitaciones del cantaor con todo lo que no fuera su garganta de oro. Sin embargo, como recoge el biógrafo, el cantaor concede una entrevista en “Informe semanal” en la que una voz fuera de cámara le pide que diga algo sobre los derechos de autor. El cantaor se muestra reticente. Está ya en una condición física muy precaria. Finalmente se niega a hacer explícitas sus reclamaciones sobre el dinero de los derechos de autor. Preguntado por el asunto, Pepe de Lucía no llega a explicar el asunto de forma convincente y el rumor se extiende por los círculos flamencos alentado por La Chispa, la mujer de Camarón.
Ambos genios volvieron a distanciarse. La historia se fue difundiendo y no tuvieron tiempo de arreglarlo cara a cara porque Camarón fallece poco tiempo después. El asunto terminó en una cuchillada verbal durante el entierro del de San Fernando. Con el dolor reciente por la pérdida, y cuando abandonaba el cementerio, Paco de Lucía escuchó, dicho por algún seguidor del cantaor: “Ahí va el ratero ese”, según consigna su biógrafo, lo que le sumió en una profunda depresión durante meses. Según relata en el volumen, “después de convivir con gárgolas negras que hundieron su ánimo”, tras este triste episodio, Paco lo superó. “Le costó una depresión y no sacar la guitarra del estuche durante mucho tiempo”.
Lo cierto es que Paco de Lucía perdía dinero por grabar con Camarón. Sus giras resultaban mucho más lucrativas, llenado grandes teatros de todo el mundo, que el dinero que pudiese obtener con un disco de flamenco, por más que fuera junto a un dios de aquel arte. La cantidad que, supuestamente, le reclaman a Paco de Lucía, es una pequeña parte (500.000 pesetas) de lo que gana una sola noche actuando. Las reclamaciones de Camarón como autor no tienen fundamento en el mundo artístico, pues esa misma situación se ha dado antes y después con centenares de artistas. Otra cosa es que Camarón tuviese una ambición justa por dejar a sus descendientes un acomodo económico. “A Camarón se le indujo a realizar una afirmación falsa”, concluye Escacena. Lo triste de la historia, en cualquier caso, es que dos amigos se distanciaron y no pudieron en vida arreglar el malentendido.