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El mecenas de Vermeer era una mujer

La exposición del Rijksmuseum que, por primera vez reúne 28 de las 37 obras del artista, arranca con el descubrimiento de la persona que apoyó la carrera del pintor
Una visitante contempla uno de los óleos del pintor
Una visitante contempla uno de los óleos del pintorPeter DejongAP

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Esta semana se inaugura, en el Rijksmuseum de Amsterdam, la esperada y gran exposición sobre Vermeer, que reunirá 28 de las 37 obras que conforman el total de su producción. Además de por la oportunidad que supone poder apreciar, en un mismo espacio, una parte importante de la obra de uno de los pintores menos accesibles de la historia, esta muestra trae como una de sus principales novedades la identificación del principal mecenas de Vermeer: una mujer.
En efecto, el catálogo editado con motivo de la exposición, uno de sus comisarios, Peter Roelofs, afirma que la mitad de las obras realizadas por el pintor de Delft fueron adquiridas por Maria de Knuijt, esposa de Pieter van Ruijven. Hasta la publicación de los resultados de esta investigación, era mayoritariamente aceptada la hipótesis de que Pieter van Rujiven actuó como mecenas de Vermeer.
Lo interesante de esta revelación es que, además, el comienzo del patronazgo de Maria de Knujit coincide con al giro drástico que Vermeer experimenta en su obra desde unas pinturas con temática religiosa y mitológica a las conocidas escenas de interiores, protagonizadas por personajes femeninos y en las que las tareas domésticas se transforman en soportes de una encriptada simbología. Se infiere, por tanto, que, en la génesis de esta novedosa y misteriosa iconografía, se encontraría el gusto y la voluntad de esta mujer que habría guiado a Vermeer por senderos creativos muy distintos a los que marcaron sus primeras producciones.
[[DEST:L|||La mecenas del artista era Maria de Knuijt, esposa de Pieter van Ruijven]]
Como ha argumentado Peter Roelofs en el referido catálogo, en la sociedad neerlandesa del siglo XVIII la decoración del hogar por medio de obras artísticas se consideraba como una tarea doméstica y, en consecuencia, dependiente de la mujer. Aunque no es un caso excepcional el que una mujer actuara como mecenas de un reconocido artista –desde el siglo XVI nos encontramos con interesantes y conspicuos ejemplos en España e Italia–, el hecho de que sea Maria de Knujit quien comprara la parte más sustancial e icónica de la producción de Vermeer aporta un prisma diferente para poder interpretar las intenciones del artista a la hora concebir sus enigmáticas representaciones. Además, el ejemplo aportado por De Knujit sirve como paradigma de una realidad como la de la Holanda de lo siglos XVI y XVII, en la que muchos de los beneficios provenientes de la intensa actividad comercial se invirtieron en adquisiciones artísticas.
Las particularidades geográficas de los Países Bajos hacían imposible invertir en «real state», por lo que la actividad artística se vio beneficiada de tales limitaciones. Por otra parte, el Calvinismo y su prohibición de las imágenes religiosas impulsó indirectamente el comercio artístico al eliminar a la Iglesia como principal patrón artístico. La confluencia de tales factores favoreció que personajes como el matrimonio Van Rujiven-De Knujit adquieran tal protagonismo como mecenas y, en el caso de la segunda, y desde una posición civil, determinara de modo tan decisivo la producción de uno de los grandes pintores del siglo XVII.