Richard Malka: el abogado de Charlie Hebdo explica «El derecho a cagarse en Dios»
El abogado de la revista satírica durante los últimos 30 años publica, en forma de libro, una versión extensa de su alegato en el juicio
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Richard Malka ha sacrificado, en el altar de la defensa de la libertad de expresión de todos, parte de su propia libertad individual: no se mueve un centímetro sin que lo hagan también con él tres guardaespaldas, nadie sabe dónde vive ni dónde acude y la redacción de Charlie Hebdo, el semanario satírico al que representa y defiende como abogado desde hace 30 años, es un búnker secreto en pleno París del siglo XXI. Ahora, con motivo de la presentación de su libro «El derecho a cagarse en Dios», la versión extendida de su alegato en el juicio por los atentados del 7 de enero de 2015, ha estado en España, entre grandes medidas de seguridad y con la complicidad (y prudencia) de la Prensa convocada, que se compromete, nos comprometemos, a no publicar nada hasta que él haya abandonado el país.
Contra todo pronóstico, Malka no ha perdido la sonrisa, aunque reconoce, contrariado y resignado, que sí observa, efectivamente, «un cierto desencanto con la libertad de expresión, sobre todo en las generaciones jóvenes». Esto ha ocurrido, considera, en cuestión de «muy pocos años y con una gran responsabilidad de las universidades. Consideran que es un valor que dificulta el avance de posturas que se consideran progresistas, cuando, en realidad, es el único antídoto contra el avance de los totalitarismos. La libertad de expresión de uno mismo obliga a aguantar la de los demás, es parte del trato. Aunque en algún momento pueda molestarte u ofenderte lo expresado. Pero es fundamental. Por eso es importante cuidar a los irrespetuosos. Justo ahí es donde hay que defender la libertad de expresión, donde se ponen a prueba nuestras convicciones. Y claro que no es un derecho ilimitado. La libertad de expresión tiene límites, pero estos deben ser útiles y los menos posibles».
Apunta, lúcido, que el poder real para resistir los ataques reside en el pueblo: «No hay un dictador que el pueblo no acepte. Un pueblo al que le guste la libertad seguirá siendo libre. No hay un solo totalitarismo que no trate de acabar con las libertades en nombre del mal, todos tratan de limitarlas en nombre de un bien común y superior. Todos creen hacer el bien. Por eso es importante defender la libertad de expresión frente a toda amenaza, frente al fanatismo». «Todo lo que digo», añade, «no son más que evidencias, obviedades. Es la base para vivir libres y juntos. Pero hoy parece un discurso subversivo porque ya nadie las dice, cuando no lo es en absoluto».
‘‘Islamofobia’’ es una palabra inventada para censurar toda críticaRichard Malka
Evita Malka caer en el pesimismo, no quiere resultar «cínico ni amargado», pero reconoce que «no nos encontramos en un buen momento ahora mismo. Hay pocos motivos para la esperanza. Pero por eso, precisamente, hay que perseverar y no darlo todo por perdido. Siempre hay que mantener la esperanza o no lucharíamos». Ocurre, apunta, que «hay toda una generación que confunde a la persona misma con sus creencias, cuando no es así. Una persona no es sus creencias. Se puede respetar a la persona y no necesariamente todas y cada una de las cosas en las que cree». «Yo no tengo hostilidad por ninguna religión», señala. «Lo único que quiero es que me dejen en paz. Toda religión tiene algo de autoritarismo, y yo no tengo ninguna gana de que me digan cómo tengo que vivir. He sido el abogado del nuevo Charlie Hebdo desde el principio, hace treinta años. Al principio teníamos juicios constantes por denuncias de asociaciones católicas. Los ganábamos todos y se cansaron. Después, con el islam, ya fue más delicado. Los mismos que celebraban nuestra libertad para satirizar con el catolicismo nos acusaban ahora de atacar a los más débiles, a los marginados. Por eso rechazo la palabra “islamofobia”: es una palabra inventada para blindar a una religión, para censurar toda crítica. Es inapropiada y ha hecho mucho daño. Yo no estoy en contra de que se critique lo que hace Charlie Hebdo, ni de que se le interponga una demanda. Pero no se mata». Reconoce que, por su defensa de la libertad de expresión, ha tenido que pagar un precio, pero no se lamenta: «Siempre hay un precio. Pero esta es mi historia y yo decidí jamás quejarme. No más que mis amigos. Al lado de su muerte, lo mío no es muy grave».