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Luis María Cazorla, de la historia a la novela de amor

Publica «Pasión tardía», diferente a sus entregas sobre el siglo XX español
Luis Maria Cazorla
Luis Maria CazorlaDavid JarLa Razón

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La noticia que llamó su atención era sobre una señora de edad en el barrio de Tetuán de Madrid, que se alimentaba de lo que le pasaban de un bar que estaba debajo de su casa y hacía varios días que no sabían nada de ella, la leyó en el periódico durante la pandemia y sobre su trágico desenlace sacó la idea el abogado, catedrático, académico y escritor Luis María Cazorla para construir «Pasión tardía» (Almuzara), una novela intimista y diferente que supone un paréntesis entre la serie de seis novelas históricas que ha venido publicando -centradas en Ceuta, Melilla y el Protectorado español en Marruecos-, y una séptima que está a punto de llegar. «Para mí era un reto, el de ser capaz de escribir algo distinto muy alejado de lo escrito hasta ahora», explica Cazorla.
Dolores lleva años anhelando una tregua en su vida monótona y opresiva. Con una madre distante y autoritaria, un padre pasivo y un hermano ansioso por escapar, se aferra al cine y a los paseos con su perro, su fiel Bambi. Ya en su madurez, el destino la llevará a encontrarse con Doroteo, con quien descubrirá el amor y una pasión erótica que la transformará por completo. Sin embargo, un devastador acontecimiento la sumirá en la desesperanza y el abandono, hasta un desenlace fatal. Paralelamente a su vida personal, Dolores va contemplando el cambio gradual que va experimentando su barrio madrileño de Tetuán de Las Victorias, que poco a poco abandona su aspecto suburbial. «Hay una evolución histórica del barrio que he estudiado a fondo, sobre todo sus cines como un elemento importante del entorno y de la vida de la protagonista, muy marcada por este tipo de entretenimiento».
Su existencia estuvo condicionada por la falta de cariño de su madre y «el amor en la infancia nos condiciona la vida muchísimo, tanto en lo positivo como en lo negativo -asegura Cazorla-. Tanto, que muchas de las respuestas a las incógnitas que nos va dando la vida se pueden encontrar en la infancia y, particularmente, en el trato afectuoso, en el amor y cariño que recibimos o en el desamor que sufrimos, eso contribuye a configurar un carácter y un estilo de relación con los demás –afirma-. Creo que la explicación de muchos de nuestros comportamientos a lo largo de la vida, tienen su última explicación en la infancia». De ahí que para el autor, «cuando no tenemos algo tan fundamental como el amor, recurrimos a sucedáneos». Para Dolores, «los cines de barrio y los perros son los anclajes que la mantienen viva dentro de la zozobra general, son el complemento de su vida». Pero además del afecto, también nos condiciona la educación, muchas veces con tabúes e imposiciones morales que frenan las pasiones. «Sobre todo, la generación a la que ella pertenece, que nace en los años 50 del siglo pasado y se educa en los 60 y 70 y, naturalmente, su vida está influida por esos prejuicios, pero cuando por una serie de circunstancias consigue romper con todas esas limitaciones, descubre un mundo sentimental y físico desconocido hasta entonces para ella, decide probar la libertad y ampliar los horizontes de una vida hasta ahora pacata y empobrecida, una vida gris, quizá más corriente de lo que nos imaginamos», reflexiona.
Pero nunca es tarde para encontrar el amor y la pasión, «puede llegar en cualquier momento o circunstancia insospechada de la vida, en momentos que no se corresponde con una concatenación racional de hechos, sino casualmente, por eso –prosigue Cazorla-, a pesar de las numerosas limitaciones personales y familiares que vive el personaje y de su avanzada edad, lo encuentra cuando ya no lo esperaba y donde menos sospechaba, su afición la lleva a coincidir con otra persona y descubrir sentimientos y experiencias que desconocía, ese es el gran descubrimiento de su vida que le abre unos horizontes que hasta entonces no había ni atisbado. Porque si el amor que nace es puro, aunque sea fugaz, será capaz de crear vínculos tan fuertes que perduren el resto de la vida, incluso más allá de la muerte», concluye.