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¿Justicia social? ¿Políticas de igualdad? Para Thomas Sowell todo es una falacia

El economista estadounidense publica «Discriminación y disparidades», un profundo análisis sobre el verdadero origen de las desigualdades económicas en individuos, grupos y países y no, no es como nos lo habían contado
Para Thomas Sowell las clásicas políticas contra la pobreza no tienen en cuenta muchos factores y por eso no funcionan
Para Thomas Sowell las clásicas políticas contra la pobreza no tienen en cuenta muchos factores y por eso no funcionan

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Ricos o pobres, la mayoría de la gente está de acuerdo en que existen disparidades en la distribución de la riqueza, es claro que los resultados económicos y sociales difieren enormemente entre individuos, grupos y países y que se han ofrecido muchas explicaciones para justificar estas diferencias entre unos y otros. Algunos creen que la causa de las desigualdades es la discriminación, que los menos afortunados son víctimas de los más privilegiados; otros piensan que las desigualdades responden a factores genéticos o racistas, es decir, a la inferioridad o superioridad de los diversos grupos raciales. El economista estadounidense Thomas Sowell (Carolina del Norte, 1930), uno de los pensadores liberales estadounidenses más reconocidos, y uno de los mayores azotes del pensamiento de lo «políticamente correcto», cuestiona la extendida idea de que la explicación de estas diferencias pueda reducirse a un único factor, ya sea la discriminación, la explotación o la genética y tampoco encajan con lo que cabría esperar por la simple casualidad y el azar. «Porque, si ni siquiera hay una igualdad de resultados entre hermanos criados bajo el mismo techo, ¿por qué deberíamos esperarla para aquellos que parten de condiciones muy diferentes?». Su ensayo «Discriminación y disparidades» apareció por primera vez en 2018 y un año después se volvió a publicar en una edición revisada y ampliada, que ahora publica la Editorial Deusto traducida por Alexandre Casanovas. En él se pregunta: ¿Por qué hay personas, grupos sociales y países con mayor progreso económico que otros? Su objetivo no es recomendar «soluciones» políticas al final, sino «aclarar por qué tantas soluciones políticas han acabado en un contraproducente fracaso y exponer algunas de las falacias que se esconden detrás de muchas de las políticas aplicadas, desmontar los presupuestos falaces que inspiran las políticas públicas encaminadas a acabar con la desigualdad y ofrecer una visión más clara sobre algunos problemas sociales relevantes que demasiado a menudo se encuentran sumidos en el dogma y la confusión», escribe el autor.
El libro de Sowell demuestra con datos que la desigualdad de resultados no implica necesariamente discriminación, porque las distintas dotaciones iniciales de los sujetos influyen en el logro del éxito, incluidos factores naturales o fruto del azar que no pueden ser atribuidos a una injusticia. Gracias a sus análisis, Sowell se ha convertido en uno de los pensadores más influyentes en el debate público actual, como es el de las divergencias raciales. En la primera edición de «Discriminación y disparidades», el economista abordaba su análisis partiendo de una falacia, en apariencia invencible, «afirmar que las disparidades estadísticas en los resultados socioeconómicos se deben a un trato discriminatorio o a deficiencias genético-raciales de los más desfavorecidos». Esta nueva edición aborda además otras falacias muy extendidas, «como el sinsentido que subyace en la visión social predominante en nuestro tiempo: que si el bienestar económico de un individuo no sólo se debe a sus mérito individuales, entonces está más que justificado que la clase política redistribuya la riqueza». A primera vista –sostiene- estas dos falacias parecen razonables, pero precisamente por eso piensa que «merece la pena analizarlas a fondo, ya que son las que parecen encontrarse en la esencia de la visión social dominante, que en ocasiones se describe con la expresión «justicia social», expresa.
Según el autor, «los intentos de explicar las causas de estas disparidades han generado una amplia variedad de respuestas, «en un extremo están los que creen que los menos afortunados en la vida son menos capaces desde un punto de vista genético y en el opuesto los convencidos de que los menos afortunados son víctimas de aquellos que han tenido más suerte». Pero Sowell piensa que «entre ambos extremos hay muchas otras explicaciones». Sin embargo, todas parecen coincidir en que las disparidades del mundo real no encajan en la simple casualidad y el azar, sino que el éxito o fracaso en las iniciativas económicas o sociales depende de una serie de prerrequisitos específicos para cada actividad; y una sola diferencia en el cumplimiento de estos puede significar una enorme diferencia en los resultados, es decir, tienen un efecto muy claro y directo», asegura.

Del clima a la raza

¿Pero cuáles son, a su juicio, esos prerrequisitos? Para Sowell, la raza, el CI (Coeficiente Intelectual), las oportunidades escolares, el nivel educativo, el económico, los valores culturales, el entorno familiar, el contexto y clase social, la geografía, que es un obstáculo insalvable para la obtención de resultados iguales o aleatorios; el clima y la naturaleza, sobre cuyos fenómenos los seres humanos no tienen ningún control, caída de rayos, terremotos, inundaciones, erupciones volcánicas o tornados; la demografía o el determinismo genético, entre otros muchos factores, pueden influir en las desigualdades económicas, más allá de la simple discriminación. Para él, «cuando una actividad requiere cinco prerrequisitos para ser llevada a cabo satisfactoriamente, la posibilidad de realizarla con éxito depende, por definición, de la probabilidad de poseer esas cinco precondiciones necesarias al mismo tiempo y en aquellas personas en las que esto no sea así obtendrán el mismo resultado: el fracaso». por tanto, una de sus conclusiones es que, «en las actividades que requieren múltiples prerrequisitos –y no todos tienen por qué ser responsabilidad exclusiva de la persona afectada-, no deberíamos esperar que el éxito esté repartido de forma equitativa o aleatoria entre los distintos individuos, grupos, instituciones o países». De ahí que «las profundas diferencias entre poblaciones, el bienestar económico, los descubrimientos científicos, los avances tecnológicos y otros grandes logros, hayan inspirado infinidad de explicaciones desde todos los espectros ideológicos, pero resultados tan dispares contradicen algunas de las conjeturas políticas fundamentales tanto de la izquierda como de la derecha», explica. Todo esto sugiere, entre otras cosas, «que un individuo, pueblo o un país puede tener la mayoría de los prerrequisitos necesarios para alcanzar un objetivo sin conseguirlo. Sin embargo, esa persona, pueblo o país puede irrumpir de repente y lograr un éxito espectacular cuando los factores ausentes se incorporan a la receta, países pobres y atrasados que de repente se pusieron en primera línea de los grandes logros de la humanidad, como Escocia, desde el siglo XVIII o Japón, desde el XIX, por ejemplo».
Y para someter estas explicaciones al examen de la realidad, a Sowell le resulta muy útil partir del análisis de algunas pruebas empíricas. A lo largo de su ensayo ofrece abundantes pruebas para demostrar que las disparidades son la norma, no la excepción y hay multitud de factores que influyen. Por ejemplo, un estudio sobre los finalistas de las Becas Nacionales al Mérito en EE UU reveló que, de los candidatos de familias con cinco hijos, el primogénito tenía más posibilidades de llegar a la final que los demás hermanos juntos, y también eran mayoría entre los finalistas de familias de dos, tres y cuatro hijos. «Y si no hay igualdad entre nacidos y educados por unos mismos padres, ¿por qué cabría esperarla cuando las condiciones no son comparables?», se pregunta. «Los datos sobre el coeficiente intelectual (CI) del Reino Unido, Alemania y EE.UU demostraban que el nivel promedio de los primogénitos era más elevado que el CI de los hermanos menores». Pero además de las diferencias cuantitativas, existen otras cualitativas relacionadas con la clase social. «Un estudio reveló que los niños cuyos padres tienen profesiones liberales oyen de media 2.100 palabras a la hora, mientras que las familias de clase trabajadora oyen 1.200, y los de familias que recurren a los servicios sociales solo 600. Estas diferencias en las interacciones padre-hijo entre distintas clases sociales, también indican que el tiempo y la atención que dedican a sus hijos tiene también un gran impacto en el futuro del niño, más que factores como la raza, el entorno o la genética». Pero, en realidad, no es tan simple como que los jóvenes que crecen de formas diferentes vayan a tener unos niveles de capacidad diversos de adultos. «Las personas de contextos sociales distintos también pueden tener objetivos y prioridades diferentes, como si todo el mundo tuviera el mismo deseo de progresar y sólo las barreras sociales fueran las responsables de producir diferencias. Los logros más destacables implican múltiples factores, que empiezan por el deseo de tener éxito y la predisposición a hacer lo necesario para ello; sin estos requisitos, la capacidad innata en una persona y las oportunidades que ofrece una sociedad no significan nada por sí mismas, del mismo modo que el deseo y la oportunidad tampoco significan nada en ausencia de talento y habilidad”, asegura.

Sowell y el racismo

Sowell, negro sureño, lucha contra la idea de que el racismo es la causa por la que los negros en EE.UU sigan siendo una minoría pobre. Hay quien sostiene que es producto de la esclavitud, pero el economista indica que hay zonas pobladas por blancos, que ganan bastante menos, y afirma que las pautas de comportamiento de los negros desempeñan un papel más importante que el racismo en las disparidades raciales. Habla de Sudáfrica durante el «apartheid» y las repercusiones económicas entre los empresarios blancos que contrataban obreros negros pese a las leyes contrarias y los que no, con notables diferencias a favor de los que sí lo hacían.