Salvador S. Molina, "El mal hijo" de la Murcia caníbal
El guionista da un paso al frente y publica con Espasa su primera novela; una historia en la que los instintos matriarcales desafían a las adicciones
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Salvador S. Molina está acostumbrado a la oscuridad del guionista, "al pijama", puntualiza. Vive en los márgenes de los focos. En un lugar en el que "se nos tiene un poco olvidados". Por eso, sentarse a hablar de su nueva novela, la primera que publica, lo califica de toda una "aventura". "No estoy hecho a esto".
Sin embargo, su espíritu siempre estuvo en la narrativa. "Mucho antes que los guiones", apunta: "Las novelas llegaron primero, pero profesionalmente me he tenido que dedicar a escribir películas". Molina habla de su trabajo con cierta pizca de hartazgo. No oculta "los fiascos" que se ha llevado. "Hay tanta gente opinando que es difícil que al final lo tuyo permanezca. Además, debes ceñirte a unas normas y ser escueto".
Pero ahí estaba El mal hijo (Espasa) para darle una oportunidad y, de paso, sacarse esa espinita. Nada mejor que lo que uno conoce para debutar con esta "historia de fronteras" −"puede parecer un thriller pero no lo es"−, por lo que su pueblo (Alhama de Murcia), su familia y su gente aparecen en primer término de la historia. El autor firma una novela en la que el lector irá descubriendo a Rubén, mitad payo, mitad gitano: un niño de once años con una madurez emocional poco habitual en niños de su edad.
A través de los 52 capítulos, Molina describe la visión del mundo que bien le podría rodear, lleno de conflictos: un padre con graves problemas de adicción, una madre que prefiere el dinero a tener a su pequeño a su lado, una abuela que mataría por cualquier persona de su familia pero que no es feliz porque ha cargado con el mundo a sus espaldas y empieza a perder fuerzas, las relaciones familiares, lugares en los que la oferta de ocio es pobre, el suicidio...
"Es uno de los veranos más calurosos que se recuerdan en la huerta murciana. Una abuela y su nieto de once años atraviesan los campos infinitos de limoneros y paleras comidas por la cochinilla. Es allí donde ella quiere mostrarle algo que nadie más ha visto: en una vieja caseta de labriegos, la Pascuala [la abuela] tiene secuestrado a su propio hijo", presenta la editorial de una trama en la que el protagonista comprenderá hasta dónde está dispuesta a llegar una madre/abuela para ayudar a su familia "por muy salvaje que parezca".
Asegura Molina que intenta escribir "de manera visual", aunque sin los vicios de su trabajo. "No quería que le faltara carácter literario. No quería un guion ni un telegrama. Huía de las normas". Y encontró la inspiración en "una anécdota familiar de la que me entero un día sin ton ni son", comenta sobre la "semilla" de la novela. Aquella chispa nunca se consumó, sin embargo, la literatura está ahí para "recrear lo que hubiera pasado".
"El clima en Murcia es caníbal. Te devora. Si te descuidas te come por los pies"Salvador S. Molina
Importante es, para el autor, el "caníbal" verano murciano. "Te devora. Si te descuidas te come por los pies". El clima ha marcado a la Pascuala, la matriarca, "el personaje que mejor refleja cómo somos los murcianos". Durante toda la novela se espera que algo pase o que algo llegue, aunque la realidad futura sea muy diferente. "En el caso de la Pascuala y de la gente más mayor, ya se han dado cuenta de que eso que esperan nunca va a pasar. Si alguna vez necesitan ayuda no la van a tener", explica Molina como justificación a los actos de esta (anti)heroína: "Solo ella puede sacar adelante a su hijo. Se carga toda la responsabilidad en secreto". Ella es la portadora del carácter "más murciano", señala. Ese lado "salvaje y tierno que tiene mucho de mi familia y amigos".
Pero el centro del argumento de este "western" murciano está en Rubén, una especie de "alter ego" de su autor. "Cuando terminaba de escribir cada noche sentía un escalofrío porque me exponía. Tiene mis miedos". El protagonista es "un fantasma" entre dos mundos que no es aceptado por ninguna de las mitades. "Lo mismo le ocurre en el colegio y entre la gente de su edad. No terminan de fiarse de él". Rubén deambula sin saber cuál es su lugar. No conoce mucho a su padre, no sabe su origen. Le obsesiona su nombre, las fotografías... Con once años, "ha tenido que lidiar con cosas muy duras y ha madurado de una manera muy agresiva".
El mal hijo muestra una Alhama dura, pero su autor advierte de que "tiene muchas bellezas". Asume la crudeza del relato, pero defiende la "belleza de lo cotidiano": "No es el lugar más bonito del mundo, pero en él pasan cosas increíbles".
- "El mal hijo" (Espasa), de Salvador S. Molina, 240 páginas, 19,90 euros.