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Éxitos, fracasos, vanidades: así es la literatura desde dentro

Manuel Vilas y Marta Sanz coinciden con dos obras de corte biográfico que retratan las interioridades del mundo de libro, desde sus vanidades hasta los talleres literarios
El escritor Manuel Vilas
El escritor Manuel VilasAlberto R. RoldánPHOTOGRAPHERS
La Razón
  • Jesús Ferrer Solà

    Jesús Ferrer Solà

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En los últimos años se ha impuesto un estilo narrativo que aúna relato autobiográfico, testimonio social, reportaje periodístico, retrato generacional, crónica histórica y reflexión ensayística. Estos contenidos, contra lo que pudiera parecer, no responden a la exacta realidad de unos hechos sucedidos o al rigor de unos conceptos seriamente formulados. Se trata de una vuelta de tuerca al realismo convencional, donde la verdad y la ficción se relacionan en un profundo ejercicio de ambigua verosimilitud e impostada autenticidad.
En este vaivén identitario, juego de certezas y falsedades, el lector se ve implicado en un creativo protagonismo, cómplice de un recurso literario que va más allá de lo creíble o lo ficticio. Esta modalidad narrativa, de apariencia totalmente novedosa, tiene su propia consolidada tradición; basta remontarse a una novela como «Lazarillo de Tormes» (1554), donde el punto de vista del protagonista oscila figuradamente con el del anónimo autor y la voz de este se confunde hábilmente con la del imaginado pícaro en una metaficción de potente apariencia autobiográfica.
Entre 1743 y 1751 se publicó por entregas «Vida, ascendencia, nacimiento, crianza y aventuras del doctor don Diego de Torres Villarroel»; nuevamente escritor y protagonista se fundían en una equívoca personalidad que incluía medias verdades y declaradas mentiras en un artefacto literario sobre el que la crítica especializada no ha acordado aún si se trata de una autobiografía, una novela, una crónica de época o todo ello a la vez. Con irónica contundencia sentenciaba aquí el autor que con ese libro «por vida mía, se ha de saber quién soy», pero la auténtica realidad de su vida se veía contrastada con extravagantes mixtificaciones e inverosímiles avatares. Una tradición narrativa que ha llegado, renovada, hasta la actualidad con novelistas como Milena Busquets, Marcos Ordóñez, Miguel Ángel Hernández, Sergio del Molino, Marcos Giralt Torrent, Elvira Lindo, Ignacio Martínez de Pisón o Andrés Trapiello. Vida y literatura hermanadas en una amalgama de fascinantes proporciones estéticas.
En esta línea creativa se publican dos destacadas novedades: «El mejor libro del mundo», de Manuel Vilas, y «Los íntimos (Memoria del pan y las rosas)», de Marta Sanz; ambas coinciden, con notorias diferencias, en esa egótica literatura. El libro de Manuel Vilas emparenta con «Ordesa», la obra que le catapultó como escritor de acusada tendencia autorreferencial. Se muestra ahora, en la sesentena de la edad, haciendo balance de su trayectoria literaria, incluyendo tormentosas vicisitudes personales. Reflexiona sobre la dificultad de digerir el éxito editorial, la inexcusable vanidad del escritor y el espejismo de la fama popular. Construye para ello una doble y mixtificada figuración identitaria, teniéndose por el «Mendigo enamorado» y el «Carmelita descalzo»; no anda lejos aquí la esperpéntica estética de Valle-Inclán y «Luces de bohemia», «libro que me hizo pensar que España existía».
Subraya su admiración hacia el malditismo literario, encarnado en Baudelaire, Rimbaud y Burroughs; este «siempre iba bien vestido. Es importante que un drogadicto vaya bien vestido». El cine transita ágilmente por estas páginas, y «Casablanca», «Irma la dulce», «Falso culpable» o «Manhattan» sirven para ilustrar una parafernalia de lúcidos fracasados y perdedores. Idea de este modo otra fingida identidad, la del «muerto de hambre», ligada a las penurias del escritor español: «La literatura española está llena de eufemismos y de hipocresías y de maravillosos muertos de hambre, como el mismísimo Cervantes». A pesar de un irónico humor esta escritura resulta atormentada por la culpa ante determinadas decisiones, un impreciso miedo a los azares de la cotidianidad y la difusa presencia de la muerte.
El transcurso del tiempo y el paso de los años no le deja indiferente: «El envejecimiento te hace tolerante. La tolerancia es una conclusión de la inteligencia. Te haces tolerante en moral y en política, pero a la vez te guardas para ti, para tu corazón, el misterio de la belleza». Con espontáneo desenfado despliega Vilas un abanico de admirados referentes intelectuales que pasan por Jaime Gil de Biedma, Buñuel, Roberto Bolaño, Ernst Jünger, o Antonio Escohotado; sin olvidar la patológica deriva mental de Robert Walser, Antonin Artaud y Leopoldo María Panero; no en vano precisa sobre sí mismo: «La depresión me convirtió en un esteta, en un enamorado de la belleza, esa es mi singularidad». No faltan páginas de conmovedora ternura, como la evocada convivencia con su perro Golo, y momentos de compasiva complicidad con el prójimo: «Estoy a tu lado y cojo tu mano».
Marta Sanz inicia «Los íntimos» con un repaso, entre crítico e irónico, a su trayectoria literaria. Los contenidos autobiográficos se funden en una narratividad donde vida y escritura confluyen: «Hablo de treinta años de carrera literaria. Hablo de clases dentro de la clase artístico-literaria. Hablo de las condiciones para tomar el ascensor social y de que, como en todos los sectores laborales, en el mío también funcionan la herencia, el monopolio y dar con la fórmula de la Coca-Cola».
Desfila aquí un abigarrado universo literario: novelistas, editores, presentaciones de libros, la Escuela de Letras, las vicisitudes de la publicación de originales, agentes literarios, la crítica en Prensa, la aceptación o rechazo del público lector y los viajes con motivación literaria entre otros referentes que conforman una cotidianidad marcada por el empeño de ficcionar la realidad. Fugaces encuentros o arraigadas amistades dan pie a un gran número de anécdotas que se constituyen en categorías representativas de una literatura vivida con creativa intensidad; destaca en este sentido la conmovedora evocación de Almudena Grandes, su «hermanamiento» con Luisgé Martín o la confianza autorial en el editor Jorge Herralde. Con sorprendente y azarosa intuición, se pregunta aquí a la sabelotodo Siri: «–Siri, ¿quiénes son tus autores españoles preferidos? –Hay una gran variedad de escritores españoles muy interesantes actualmente, pero entre mis preferidos destacan Manuel Vilas y Marta Sanz. / Eso es el éxito». Jocosa distancia irónica y atractivo aluvión de materiales literariamente vividos.
El género de la autobiográfica novela de no ficción cuenta con estas dos obras de inmejorable factura narrativa. Cierto irónico escepticismo, un soterrado humor, la emotividad de buenos y malos momentos recordados, la presencia del amor (y del de-samor), la desazón motivada por la obsesiva escritura y el paso del tiempo anegándolo todo conforman este espléndido festín de vida y literatura.

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